En derecho, ni tribunas ni emociones
"Yo no juré por mis emociones", dijo el actual presidente de la Corte. Y esa afirmación es significativamente valiosa, pues ningún juez ha de dejarse influir por los estados de ánimo que son sus emociones. Pero es imperativo distinguir las emociones de las valoraciones y los razonamientos, que no se basan en el ánimo, sino en la conciencia valorativa, sin la cual, para muchos, no puede haber derecho, esto es, soluciones que no puedan calificarse de notoriamente injustas, como también dice la Corte (Fallos 271:130).
Actualmente no hay mayorías estables. En una época había minorías estables consolidadas, que dieron lugar a mayorías estables y hasta llamadas por algunos automáticas, sin advertir ni reconocer que lo automático eran las minorías que daban origen a otras variables mayorías. Quien tenga interés en ver más de cerca el asunto puede consultar nuestro ensayo Por qué una teoría del derecho en su segunda edición, de 2013, especialmente de la página 107 a la 184.
Mi presidencia de la Corte de 1993 fue interrumpida por las negociaciones del Pacto de Olivos entre Menem y el líder preferido del actual titular del tribunal, en el que se acordó sustituir a tres jueces de la Corte y también al presidente, en este caso por el doctor Héctor Masnatta. Las tres sustituciones de jueces se produjeron, pero Masnatta nunca me sustituyó.
Durante ese tiempo, propuse que la Corte adoptara el procedimiento para fijar las fechas de sus sentencias siguiendo el modelo de la Corte de los Estados Unidos, propuesta que fue dada a conocer por los medios después de presentada en varias ocasiones al acuerdo de la Corte. Pienso que con ello no habría ya posibilidad de disputas sobre las fechas del dictado de las sentencias de nuestra Corte con objetiva y absoluta independencia. Ciertamente, no es suficiente con lo que propone el actual presidente.
Así como las valoraciones judiciales, por ejemplo, para juzgar la prisión preventiva son razonadas indispensablemente, también me parece harto difícil excluir por completo la influencia de la opinión pública sobre las valoraciones sociales prevalentes. Pero mientras aquellas valoraciones son indispensables, estas influencias de "las tribunas", no.
La reunión con el presidente de la Nación, según el propio titular de la Corte, fue "corta" y buena parte de la discusión fue sobre la situación presupuestaria. "El Presidente insistió en la necesidad de que el Poder Judicial recorte gastos y nosotros insistimos fuertemente en la necesidad de que se mantengan los sueldos del Poder Judicial", señaló el presidente del máximo tribunal. Son problemas propios del presidente de la Nación y del Congreso.
Si los jueces deben pagar Ganancias sin que se modifiquen sus sueldos de bolsillo, razonablemente o emocionalmente, habrá que subir el sueldo tanto para actualizarlo como para que contenga un plus para el pago de Ganancias. Algún irónico podría decir que esto no es pagar Ganancias.
El presidente de la Corte se refirió a jueces y funcionarios. Cabría preguntar por los empleados.
A una pregunta sobre los liderazgos, el presidente de la Corte respondió: "Ojo, yo no creo en los liderazgos falocráticos". Hizo analogías con las tribunas y con un árbitro ejemplar.
Con relación al caso del 2x1, recordó sus antecedentes paternos y reconoció que sus emociones simpatizaban con los críticos. Pero señaló: "No tengo ninguna duda jurídica ni moral de que hice lo que tenía que hacer". Al parecer, supo enderezar sus emociones en favor de lo "jurídico y moral". Y esto es algo encomiable.
Invocó a Genaro Carrió como "el jurista más fino que dio la Argentina". Yo diría uno de los más finos. Y no diría que podía diferenciarse del resto por su autoridad jurídica. Enunció a sus jueces preferidos de la Corte. Reconozco la amargura emocional de no estar entre ellos.
Expresidente de la Corte Suprema, profesor de la UBA