En defensa de los unicornios tecnológicos
¿Cómo generan riqueza hoy las sociedades? ¿Qué debe hacer el Estado con quienes las generan? El mundo está expectante de la más grande transformación tecnológica-productiva de la historia de la humanidad. Una parte muy importante del futuro de las naciones se juega en el campo de la relación entre el conocimiento y manejo de la información, y su creación de riqueza para la satisfacción de las necesidades humanas.
Las empresas de tecnología de información y tratamiento de datos forman parte de las principales generadoras de esa riqueza (ranking Forbes 2019), y a la vez son las que crecen más rápidamente. Incluso los sectores productivos tradicionales (petróleo, energía, logística comercial, finanzas) ya no pueden prescindir del uso y tratamiento de los sistemas informáticos.
Frente a esto los gobiernos, algunas veces desconcertados, tienen un desafío: deben actualizar sus herramientas y objetivos si no quieren condenar a sus ciudadanos al Medioevo digital. ¿Qué deben hacer en este escenario? Parte de las respuestas a los interrogantes se encuentran en la Constitución nacional. Veamos.
Desde 1853 se establecieron los lineamientos tradicionales para la producción y el desarrollo mediante el fomento de la industria lícita, el comercio, la construcción de ferrocarriles, el desarrollo agropecuario y la atracción de capitales extranjeros. En 1994 la reforma constitucional -ajustado a la época- añadió que para poder ser competitivos debemos ampliar el paradigma económico. Hoy el poder legislativo debe proveer todo lo que conduzca a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y aprovechamiento.
La cuarta revolución industrial está en pleno desarrollo y exige amplitud de criterio. Así, en 2004 el Congreso de la nación sancionó la ley 25.922 de promoción de la industria del software, otorgando beneficios para contribuciones patronales, desgravación de impuestos, facilidades para el giro de divisas y estabilidad fiscal por 10 años. En 2019 el Congreso continuó con esa línea inteligente y sancionó la ley 27.506 de promoción de economía del conocimiento para fomentar actividades económicas innovadoras en el uso y la digitalización de la información. Entre ellas se destaca el impulso del software. Vaya paradoja, casi sin darnos cuenta y al margen de los desencuentros y fuertes discusiones sobre otros temas, se mantuvo la política pública de promoción y fomento sobre la industria de la tecnología de información como política de Estado.
La reciente ley de solidaridad 27.541 dejó sin efectos algunos de los beneficios de esas leyes anteriores, a la vez que su reglamentación suspendió temporalmente el régimen de promoción para analizarlo "hasta el momento en que sea dictada la normativa complementaria correspondiente".
La economía del conocimiento aplicada al software tiene algunas características ventajosas: propicia el emprendimiento de forma democrática. Cualquier persona que posea conocimiento, afán emprendedor y un mínimo hardware puede desarrollar –en una biblioteca o el garaje de su casa- un software o aplicación móvil innovadora; Mejora la calidad de vida de las personas, porque cualquier usuario conectado a internet hoy puede comunicarse con sus afectos, escuchar sus canciones favoritas, facilitar sus labores cotidianas y hasta encontrar pareja mediante el uso de las redes informáticas. No contamina, pues forma parte de las denominadas industrias limpias. Genera empleo de calidad, en un mercado en donde los profesionales argentinos son demandados internacionalmente. Por supuesto, genera riqueza y tranquiliza la recaudación pública.
Una última particularidad. Las empresas de tecnología de la información son fácilmente trasladables de un lugar a otro mediante un click. Entonces, si bien tienen "bandera", pueden rápidamente mudarse a otro país que les ofrezca mejores condiciones para su desempeño. A estas empresas innovadoras, cuando crecen, se las denomina unicornios. La Argentina crió unicornios. No me refiero a la criatura legendaria sino a cinco emprendimientos de "bandera" argentina que presentan una capitalización bursátil de más de 1.000 millones de dólares estadounidenses.
¿Cuál debe ser el papel del Estado sobre la economía del conocimiento y las empresas que lo gestionan? Debemos proteger y reproducir unicornios y no extinguirlos ni ahuyentarlos, para que brinden sus servicios en el mundo. La incertidumbre planteada por la reciente suspensión de los beneficios otorgados desde el 2004 parece poner en crisis al sector al cambiar reglas de juego. Se deben dar claras señales de compromiso con este sector estratégico, en donde se define y definirá el futuro de las cosas.
No permitamos que los unicornios digitales migren a otros lugares en donde los valoren y traten mejor.
Catedrático de Derecho (Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, abogado y Doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid).