En defensa propia
En un artículo que titula "La encrucijada de la oposición", Santiago Kovadloff dice que estoy enojada porque no me han votado, que yo misma alenté mi pérdida de protagonismo y que no pude reflexionar sobre mi propia debilidad. En suma, plantea que la debilidad en la que se encuentran las fuerzas opositoras es mi responsabilidad, dado que vulneré, según sus palabras textuales, la fortaleza de mi imagen en el sentimiento y en el entendimiento de aquellos que me seguían.
El artículo revela que, si de la única persona de la oposición de la que habla es de mí, es señal de que extraña mi presencia. En mi caso, extraño la convicción de muchos que han preferido recorrer el camino del atajo, alejado del sendero de los valores que siempre nos guiaron. Todos debemos reflexionar acerca de por qué votamos lo que votamos y por qué no votamos lo que no votamos, sobre todo aquellos que promovieron candidaturas que hoy acompañan con sus votos en el Congreso al oficialismo.
Es público que pasadas las elecciones de octubre opté por un proceso de reflexión en el que analizo no sólo el último resultado electoral, sino el devenir de lo que nos ha pasado a los argentinos en los últimos treinta años. Esa intromisión no está exenta de autocrítica ni de estudio. En efecto, en este tiempo acompañé mi tarea legislativa en el Congreso con una vuelta a la discusión profunda en las clases en el Instituto Hannah Arendt , con encuentros que decidí que no sean públicos con grupos reducidos en casas de familia y participando activamente en el Movimiento Humanista de Resistencia y Construcción, que preside Héctor "Toty" Flores. Allí, voy a un diálogo abierto con gente que imagina una nueva República y a quienes conozco compartiendo una merienda o un desayuno portando lo mismo que digo desde siempre. He dejado también de tener participación partidaria porque creo que es alentador que una nueva generación construya su propia experiencia. Pero hay una cosa que nunca voy a abandonar y es mi lucha por una sociedad más justa, integrada, honesta, con un nuevo contrato moral, sin violencia y sin utilizar a los pobres. En suma, lo mismo que charlamos tantas veces con Santiago: no mentir, no robar y no votar contra los pobres.
Recuerdo que una vez, Santiago escribió que yo invitaba a caminar por el desierto para salir a una verdadera República. Nunca me moví de ahí. Sigo pensando lo mismo aun en esta abrumadora minoría que hoy represento. Habría que indagar cuáles son las razones por las que algunos han preferido abandonar ese camino y por qué hubo intelectuales que decidieron apoyar a candidatos que, en lo sustancial, terminaron votando todas y cada una de las medidas del Poder Ejecutivo. Querido Santiago, vos sabés que aun sola seguiré transitando por ese desierto porque hay convicciones muy profundas que guían mis pasos.
Hay convicciones muy profundas que guían mis pasos
Hemos conversado en muchas ocasiones sobre nuestras preocupaciones comunes por el futuro de la Argentina, pero jamás me preguntaste cuáles fueron las razones que me llevaron a tomar decisiones muy difíciles y que prefiero no hacer públicas para no generar más daño a la oposición. En todo caso, hay un razonamiento lógico que hoy se impone y que, sin embargo, está ausente en todos los análisis: si el problema de la unidad opositora era yo que lo impedía y hoy estoy corrida del escenario, ¿por qué la oposición ni se unió ni se une? ¿Es mi responsabilidad que el Frente Amplio Progresista no haya votado una sola vez unido en el Congreso? La conclusión podría ser que yo no era el problema.
Santiago, te propongo desde el cariño que me une que no caigamos en las palabras que siempre se ha encargado de dedicarme el Gobierno y sus múltiples voceros. Hablo de mi supuesto enojo. No estoy enojada ni me enojé nunca, me conocés y te consta que soy una persona alegre y feliz porque puedo dormir cada noche con la conciencia tranquila de saber que nunca he traicionado. Siempre hay tiempo de volver al amor verdadero.
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