En defensa del planeta
Las evidencias son concluyentes: nuestra Tierra se está calentando y las amenazas son claras y múltiples. En este crítico escenario tuvo lugar en noviembre pasado la denominada COP23, que reúne alrededor de 200 naciones firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este documento ya había alertado desde sus inicios sobre el riesgo del efecto invernadero y el calentamiento global. La primera COP se llevó a cabo en Berlín, en 1995; la COP23 ha sido la última y tuvo lugar en Bonn.
Ya no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura en todo el planeta. Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación.
Estos fenómenos no son una sorpresa, ya que durante el siglo XX el PBI mundial se multiplicó nada menos que 19 veces. La producción de bienes y servicios en el último siglo fue superior a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX. A esta multiplicación geométrica de la producción de bienes hay que añadirle el aumento de la población: en los primeros 18 siglos de nuestra era, es decir, hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo de 420.000 personas por año. Este aumento hoy es de 53 millones por año, es decir, 126 veces más. Todo esto ha contribuido a un acelerado incremento en la utilización de energía fósil, generadora de emisiones de dióxido de carbono y otros gases contaminantes.
La amenaza ambiental de carácter global no se solucionará por el mero agotamiento de las reservas de recursos fósiles, ya que nunca hubo en el planeta tanto petróleo, gas y carbón como hoy: las reservas petroleras en 1980 apenas cubrían 30 años de consumo, mientras que hoy cubren 51 años. En el caso del gas, tenemos reservas por 52 años de consumo y en carbón las reservas holgadamente cubren 153 años.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó en la reciente COP23 que, más allá de las dudas del pasado, las emisiones son ya el principal causante de los desastres ambientales que vienen aumentado en todo el planeta. Estos crecientes daños ambientales, como incendios, temporales, inundaciones y sequías, cada vez son más frecuentes, incluso en nuestro país, y afectan a las personas y la actividad económica, especialmente la agropecuaria. Para tener una idea de la gravedad de estas emisiones anuales basta decir que hoy son un 130 por ciento superiores a las del año 1971.
A pesar de las 23 reuniones de la COP las evidencias disponibles indican que las emisiones seguirán aumentando. El Departamento de Energía de Estados Unidos estima que hacia 2040 serán un 15% superiores a las de hoy. La Agencia Internacional de Energía también estima que las emisiones seguirán creciendo.
Hay un notable desarrollo de las nuevas energías limpias cuya utilización crecerá más rápido que el resto de las otras, ya que se prevé que hacia 2035 las energías renovables crecerán nada menos que 300% sobre el nivel actual, pero con eso solo no alcanza para preservar nuestro planeta.
En la COP23 quedó en evidencia que no será fácil reducir el consumo de energías contaminantes, ya que los países miembros de la Unión Europea están lejos de un acuerdo. Alemania, Polonia y España rechazaron apoyar el cierre de las centrales térmicas que utilizan carbón como combustible hacia 2030. Merkel reconoció que Alemania no podría cumplir las metas de reducción de emisiones previamente propuestas.
La negativa actitud de los Estados Unidos, que decidió el retiro de los compromisos de París y además anular medidas adoptadas por Obama, también es preocupante, dado que ese país es el segundo contaminador mundial, superado únicamente por China. Cabe destacar que nuestro país ha mejorado su propuesta para la reducción de emisiones, corrigiendo la presentación hecha en 2015 por la anterior administración en la COP21 en París
Enfrentar la amenaza climática exige una solución conjunta; el creciente riesgo causado por más emisiones plantea la necesidad de una autoridad global, ya que está comprometido nada menos que un importante bien común global. Es necesario que las negociaciones internacionales apunten a la creación de una autoridad mundial que garantice la salvaguardia del ambiente en nuestro planeta, que tenga un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las naciones, como ya propuso Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate.
Academia Nacional de Ciencias del Ambiente