La cultura, también en compás de espera
Muchas actividades se adaptaron al universo online, pero el impacto de la crisis se hará sentir fuerte
Museos, teatros y centros culturales cerrados; editoriales que deben resignar la publicación de novedades, festivales literarios y ferias del libro canceladas, universidades y casas de estudios superiores sin actividad: el impacto negativo de la "coronacrisis" en el cosmos sociocultural recién empieza a medirse. Por primera vez en la historia, y con la ayuda de la tecnología, muchas de esas actividades presenciales fueron reemplazadas por modalidades a distancia: conferencias, lecturas, exposiciones, coloquios. No sin cortocircuitos, avanza la economía digital. Escritores, investigadores y funcionarios arriesgan sus hipótesis sobre el desarrollo de la cultura durante y después de la pandemia.
Según Tomás Borovinsky, doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y profesor en Idaes-Unsam, los efectos de la pandemia serán heterogéneos: "Un fortalecimiento de los Estados, un aumento de la pobreza en el corto plazo y un ascenso de la conciencia ecológica -destaca-. Los gobiernos toman medidas extraordinarias, muchas veces de dudosa legalidad. Las preguntas clave serían por un lado en qué modo estas medidas son transitorias o qué queda de ellas en la nueva normalidad que viene y, por otro, cómo estos Estados fuertes serán acompañados por mayores controles sociales". En la pandemia, además, lo no humano irrumpe sobre lo humano. "En las últimas décadas, la batalla cultural medioambiental avanzó a distinta velocidad en el mundo, generando partidos políticos y movimientos, agendas y costumbres. La pandemia constituye un argumento a favor del reclamo medioambiental que sostiene que no estamos solos trasformando el mundo. La naturaleza también es un actor y responde. Es posible que la conciencia ecológica crezca". La combinación de estos factores, junto a la tecnología, determinará nuevos escenarios en el ámbito sociocultural, dice Borovinsky.
A fines del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires sufrió epidemias de cólera y fiebre amarilla, que dejaron a su paso miles de muertos, recuerda el sociólogo Luis García Fanlo. "Sin embargo -remarca-, una vez superadas, la vida social y cultural siguió sin cambios significativos: había que olvidar tanto dolor y muerte, y la mejor manera de hacerlo era volver a las tradiciones y costumbres argentinas. ¿Sucederá lo mismo con el coronavirus? Difícil pronosticarlo". A diferencia de otras epidemias, hoy la tecnología juega un rol fundamental. "Clases virtuales, educación y trabajo a distancia, plataformas para videoconferencias -enumera -. Y también el control social, con aplicaciones que utiliza el gobierno y las fuerzas de seguridad para tener la precisa localización e información sobre cada habitante. Esas tecnologías llegaron para quedarse".
Para el ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Enrique Avogadro, durante el aislamiento se consagraron los formatos digitales. "Aparece la posibilidad de seguir conectados a la cultura a la distancia -dice-. Esto continuará luego de la pandemia. En el mundo que viene, un mundo nuevo, se van a poner en juego distintas tensiones. No se sabe si será más o menos abierto, más o menos solidario. Hará falta una red social mejor consolidada y ahí la cultura tiene mucho que hacer". En la construcción de nuevos vínculos, la cultura (más que el entretenimiento y el control) tendrá un rol destacado. "El sector está muy golpeado por la pandemia -señala el ministro-. Fue el primero en cerrar sus puertas y seguramente será el último en abrirlas, pero si estamos convencidos del rol de la cultura en la construcción de solidaridad, habrá que acompañarlo en este proceso".
El antropólogo y asesor presidencial Alejandro Grimson coincide con Avogadro. "Resulta claro que nadie se salva solo -destaca-. Las tradiciones de solidaridad argentinas se activan. Y todo lo que se extraña se pone en valor. Como se pone en valor lo público, contra la lógica del mercado. La sociedad demandará fortalecer todas las capacidades públicas a partir de esta experiencia". Por el momento, desde el Gobierno se anunciaron créditos y subsidios para evitar que los actores de la industria cultural bajen los brazos. Grimson, responsable de la unidad de gestión Argentina Futura, prepara una publicación digital con ensayos de distintos autores sobre el futuro luego de la crisis provocada por el coronavirus.
Una de las autoras convocadas por Grimson es la ensayista e investigadora del Conicet Andrea Giunta. "El mundo del arte se ha detenido -afirma la autora de Contra el canon-. Aunque sigue activo en las redes, todas sus agendas públicas se encuentran canceladas. Se suspendieron las bienales, las ferias de arte. Los museos cerraron sus puertas. Los eventos internacionales, con artistas, curadores y públicos desplazándose entre distintas partes del planeta, no retornarán en lo inmediato". En 2018, Giunta resultó elegida curadora de la XII Bienal del Mercosur, que iba a comenzar el pasado 9. "Puertas adentro, las instituciones siguieron montando las exposiciones que esperan tener listas cuando se reabran los espacios públicos -agrega-. El fantasma es la parálisis". Mientras, proliferan las actividades desde las plataformas virtuales. "Muchos museos de Buenos Aires multiplicaron las actividades online. Es probable que, si se sostiene en el tiempo, la digitalización del arte forme hábitos nuevos. Sorprende que hayan sido liberados materiales a los que hace un mes solo se podía acceder con un password o que no se podían exhibir sin pagar derechos. Las instituciones están contribuyendo a la ola democratizadora de contenidos en soportes digitales, pero es tanto lo que se nos ofrece que precisaríamos otras vidas para ver todo lo que nos interesa". En su opinión, el soporte digital se expone en sus posibilidades y flaquezas. "El paraíso de la tecnología no se replica en el terreno de los afectos -asegura-. No es sencillo trasladar la bienal, la feria de arte, la universidad y el museo al espacio de la casa. Las iniciativas se mueven entre los discursos del entusiasmo y la decepción".
Entre escritores, la sensación es similar. La escritora Silvia Plager cuenta que estaba escribiendo una novela antes de la pandemia. "El encierro, en vez de provocarme deseos de escribir, paralizó mi actividad literaria -revela-. Leo mucho y, cuando marco algo en el texto de un libro, pienso en mi novela que también está en cuarentena. Temo involucrar a mis personajes en lo que me sucede ahora y desvirtuar el proyecto original". Para Plager, "es difícil trabajar en la trinchera cuando caen balas y muertos a tu lado; porque las víctimas del coronavirus se convirtieron de pronto en tus compañeros de lucha". Aunque confía en que, cuando acabe la emergencia, volverá a despotricar por tener poco tiempo para escribir, es consciente de que se avecina una crisis económica que no tendrá la literatura como prioridad. "Somos un país con un porcentaje altísimo de pobreza, y los lectores de la clase media no sabemos qué va a pasar cuando se levante la cuarentena", concluye.
"Sería un error analizar el impacto de la cuarentena sobre el libro solo desde los números de caída de producción y venta de marzo y abril, y de los meses que vendrán -sugiere Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales-. Cada sector se enfrenta a los efectos económicos a partir del grado de fortaleza que tenía antes de la implementación de las medidas sanitarias". El sector del libro viene de cuatro años de caída acumulada. "Como señalamos en el informe sobre la coyuntura del ecosistema editorial que presentamos con Heber Ostroviesky, el eslabón más delicado, y sobre el que hay que actuar de manera inmediata, es la librería. Del canal librero depende la visibilización y comercialización del libro, y, por lo tanto, la existencia misma del conjunto de la cadena productiva". La compra de libros por Internet y el envío a domicilio, habilitados el lunes pasado, ayudan apenas a descomprimir la situación. "Las cifras de Chile, donde esta modalidad viene funcionando desde hace varias semanas, muestran que las caídas en las ventas oscilan entre el 80% y 90%. Salvar la vitalidad del libro argentino, así como los miles de empleos que produce, va a exigir acciones inmediatas y un plan que involucre a los actores privados y al Estado". A la espera de una retirada de la peste, se empieza a idear una salida virtuosa del laberinto de la crisis.