Emprendedores y economía del conocimiento, el cóctel perfecto para la Argentina del futuro
Muy poca gente sabe que Alem, prócer radical, era libertario (una suerte de “Espert”). Fue Moises Lebensohn quien en 1949 los volcó a los radicales al socialismo que todavía hoy domina el ideario del partido y ha contribuido al deterioro de nuestra economía. Espero que no se enojen mis amigos radicales. La situación actual de la Argentina no es solo culpa de ellos.
En un almuerzo convocado por el embajador de los EE UU en Argentina para agasajar al visitante Paul Volcker, entonces dirigente de la Federal Reserve norteamericana, estaban presentes todos los presidentes de los bancos oficiales argentinos (Ferrer del Provincia, Kenny del Nación, Colombo del Banade, y mi único socio ideológico, Krieger Vasena). Allí Volcker dijo que uno de los factores de recuperación de nuestra economía iba a ser el producto de “las “privatizaciones que está haciendo Tanoira”. Le dije que sin menoscabar el respeto que le tenía como economista y funcionario, su apreciación estaba equivocada. Que el plan de privatizaciones a mi cargo era un fracaso y, aunque fuese exitoso, sus resultados no tendrían entidad.
Me contestó: “¿Y cómo los podemos ayudar?”, a lo que respondí: “Así no. Nos dan ayuda financiando proyectos que demoran muchos años más que los privados, cuestan mucho más y se canalizan a través de bancos oficiales de notoria ineficiencia”. Ante esta crítica respuesta, el embajador cambió de tema. Al finalizar el almuerzo, Volcker dijo: “me gustaría quedarme con Tanoira, que me dicen que trajo unas moscas para pescar en el sur argentino”. Fuimos a un salón privado, el embajador, Volcker y yo. Ni bien entramos él me dijo¨you´ve got balls” (“Usted tiene pelotas”). ¿”Se dio cuenta que en el almuerzo estaban todos los presidentes de los bancos públicos argentinos?” “Claro, le respondí, son los que hicieron todo lo posible por demorar o hacer fracasar mis proyectos de privatización. Lo que usted no sabe es que hace cuatro días le presenté mi renuncia indeclinable como ministro a Alfonsín precisamente por los conflictos ideológicos con sus funcionarios que me confrontan todos los días con el dilema entre renunciar a mis ideas o darles publicidad y convertirme en “fuego amigo”. Alfonsín aceptó mi renuncia con la condición de que siguiera siendo asesor presidencial ad honorem manteniendo el rango de ministro. Desde ese lugar solo pude ratificar que el problema era bastante mas complicado de lo que yo pensaba. La idea de la Secretaría de Promoción de Crecimiento por la cual fui nombrado ministro es muy simple: incentivar la producción y el empleo a través de inversión real y premiar a esos capitales solo por resultados concretos en la economía.
Promoción del crecimiento ofrece una puerta de salida y de efecto inmediato sobre la inflación, brecha cambiaria, desempleo y falta de crédito. Y puede implementarse gradualmente, proyecto por proyecto, y aplicado solamente al futuro, sin necesidad de tocar lo existente. Quizás (y esto lo dirán los especialistas) manteniendo los esquemas actuales pero reviviendo antiguas resoluciones de exenciones impositivas que no requieren pasajes de leyes. Y respetar que sea el mercado el que regule y no el Estado. El historial de los países que han crecido prueba que la economía de mercado es lo que los ha salvado y hecho crecer. La propia Rusia, Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, Irlanda, Israel, entre otros.
Mantengamos el sistema actual, pero empecemos por resolver nuestros apremiantes problemas actuales de altísima inflación y necesidad de recomponer nuestras reservas.
Todo esto se lo planteamos a Alfonsín en su momento, que se entusiasmó con esta propuesta, aunque sus socialistas correligionarios consiguieron boicotearla.
Las ideas de Promoción del Crecimiento servirán también para asegurar la unión con los Milei y los Espert. Sería ideal que este proyecto fuese incorporado a sus plataformas y que sumemos en esta cruzada a los peronistas y a los sindicatos.
A los “dolarizadores” (que tienen buenos ejemplos con lo ocurrido en Ecuador), permitir la simple salida de dolarizar contratos o usar libremente cualquier moneda como pauta de actualizaciones que se podría extender a salarios, les daríamos lo importante, soslayando la obligación de que terceros impriman nuestra moneda. Esto ya se ha hecho sin necesidad de nuevas leyes.
En largas conversaciones con mi hijo (Manuel Tanoira), ferviente impulsor del ecosistema emprendedor argentino, pude darme cuenta de que hoy contamos con una herramienta más poderosa que la que yo tuve durante mi corto paso por el Estado. El ecosistema emprendedor argentino ha producido una revolución silenciosa en el pais que está lista para explotar de manera exponencial. Los nuevos unicornios, los fondos de capital emprendedor, han generado una ola de nuevas empresas que van a liderar el futuro de cada una de las industrias en las que están impactando. Palabras como Food&Ag Tech (Futuro de la comida y del Agro), Biotech (Biotecnologia), Ed Tech (Educacion Tecnológica), Health Tech (Tecnología de la Salud) y Fintech (Tecnologia Financiera), son algunas de las disrupciones que estan cambiando nuestras vidas y las de las generaciones futuras. La Argentina tiene a la Economia del Conocimiento como una herramienta clave para el desarrolllo futuro, lo que sumado al potencial del agro y al de la nueva energía, permitiria un cambio rápido. Pero para esto tenemos que abrir la cabeza, dejar de utilizar recetas viejas para intentar “no” resolver problemas del pasado.
Las políticas económicas y sociales aplicadas en la Argentina durante las últimas décadas nos han llevado de ser “el granero del mundo” a estar cerca del abismo económico y social.
Ridículas tasas de inflación, cepos, cupos, dirigismo, estatismo, fueron aplicadas por gobiernos militares, peronistas, radicales y de Cambiemos.
Bajo el manto del populismo y el dirigismo, restricciones al sector privado han producido los mismos resultados que en el resto del mundo: aumentar el número de pobres.
Nos enfrentamos ahora a una crisis sin precedentes que requiere herramientas que hemos dilapidado: reservas de moneda extranjera, crédito, entre otras.
Pero lo paradójico es que estamos sentados sobre recursos que nos llevaron a ser una de las diez primeras economías mundiales. Millones de hectáreas cultivables, regímenes pluviales favorables, reservas hidrocarburíferas, minerales (hoy litio) y una población descendiente de inmigrantes capaces de administrar esos recursos y aún mejorarlos.
¿Qué nos detiene? El canto de sirena de ideas socialistas que han fracasado en todas partes del mundo.
Un Plan de Promoción del Crecimiento sumado al impulso de la Economía del Conocimiento ofrece la gran posibilidad histórica de liberarnos de nuestras penurias económicas y sociales aprovechando los recursos que ya tenemos y retornar a lo que una vez fuimos, pero mejores. Podemos volver a ganar el Mundial, pero tenemos que cambiar la cabeza: políticos, empresarios, sindicatos, docentes, jueces, todos. Empezar a jugar en equipo, dejar las quintas propias y la avivada. Si queremos un país en serio, agrandemos la torta porque de lo contrario nos estaríamos repartiendo pedacitos cada vez más chicos de una torta en vías de extinción.
(*) Ingeniero Industrial y Sistemas San Jose State College, California, Estados Unidos y Senior Member American Institute of Industrial Engineers