Empalidece el dólar frente al avance de la papa
La discusión fue tremenda. De esas discusiones que paran todo en una Redacción que se precie de tal. Ocurrió a fines de los 80 en LA NACIÓN. De un lado, el jefe de la sección Locales; del otro, dos secretarios de Redacción y un ramillete de periodistas de distintas áreas convocados a opinar.
El título pensado para la recorrida semanal por comercios para relevar el precio de los alimentos era bravo: “Empalidece el dólar frente al avance de la papa”. Juro que no miento. Tengo testigos. Era un título osado para la época, no por el precio del kilo de papa –que se estaba yendo a las nubes como tantos otros con inflación galopante–, sino porque todavía faltaba bastante para que el humor fuera aceptado en títulos del diario. Ni qué hablar de la ironía. El burlesque y lo zumbón se dejaban para la literatura, el cine o el teatro. Otros tiempos.
Cómo habrá cambiado todo que, por aquel entonces, esa pequeña columna solo la escribíamos periodistas mujeres. Todavía recuerdo el escándalo que armó un redactor cuando, en ausencia de una de nosotras, se le pidió hacerse cargo de “la verdurita”, como la llamábamos cariñosamente. Otros tiempos. Victoria Donda no había entrado todavía al jardín de infantes y Ayelén Mazzina era recién nacida.
Es curioso cómo funciona la mente. El actual precio de la papa, que supera al dólar más caro en la ensaladera kirchnerista, me transportó mentalmente a aquella época. Finales del gobierno de Alfonsín. Un verano para beduinos. Cortes de energía cada tres horas. Esperemos que la quita de subsidios este verano no nos vuelva a mandar al desierto o, inevitablemente, retrocederemos en el tiempo.
Aquella era una época difícil. Alfonsín andaba mal con el campo, con los “empresarios manipuladores de precios” y con los sindicalistas. El Banco Central se había quedado sin reservas. Bueno, eso sigue más o menos igual, pero Baradel no es Ubaldini y las sublevaciones ya no son militares, sino de radicales como Morales, Lousteau y Manes contra Pro, dentro del propio Pro, de frentetodistas en masa contra Alberto, y de Milei contra el universo. Sin dudas, tiempos más calmos.
Hace poco más de 30 años daba miedo salir de noche. Una sombra surgida a la vuelta de la esquina nos pegaba un susto de muerte por más que fuera la sombra del sereno del edificio que salía a fumar a la calle. Hoy también hay mucha inseguridad, pero los vigiladores ya no asustan porque están encerrados en un tótem y no fuman por tres razones claves: hay más conciencia de los riesgos del cigarrillo para la salud, y para el bolsillo, ya que pitar un atado por día cuesta en promedio unos 12.000 pesos mensuales: el equivalente al 22% del salario básico y al 25% de la jubilación mínima. Tiempos medidos.
En lo político, fue un momento muy triste. Alfonsín anunciaba públicamente que había “resuelto resignar” el cargo de presidente de la Nación. Faltaban cinco meses para que concluyera su mandato. Interesante que haya elegido la palabra “resignar” y no renunciar. Se resigna algo irremediable, después de haber luchado por salvarlo. Ahora no tenemos que preocuparnos. Hace casi tres años que Alberto resignó el poder en manos de Cristina y acá estamos. ¡Qué tiempos los nuevos tiempos!
Hacia fines de los 80 había pocas marcas en el supermercado. Casi todos los paquetes eran de kilo o de 500 gramos. Las botellas, de un litro; la falda y la picaña eran cortes de carne tan accesibles como faltos de glamour y los verduleros regalaban el perejil. Hoy, de un kilo se pasó a 800 gramos; el litro se redujo a 750 cc; hay panes dulces del tamaño de un muffin y hasta la sidra se vende en latitas. Muchas presentaciones de productos pasaron de 100 unidades a 80 y de 50 a 40, obviamente manteniendo el precio del envase mayor, mientras los consumidores contamos calorías; esquivamos los azúcares, las grasas saturadas, los productos transgénicos y los maquillajes que hayan sido probados en animales. ¡Mueran los químicos, vivan los orgánicos! Sin dudas, nuevos tiempos.
Parecen mentira todos los recuerdos que puede disparar un kilo de papa. Ni qué hablar si se lo acompaña con uno de cebollas. Mil pesitos el dúo. Eso sí, en bolsita de tela reutilizable, como corresponde a los tiempos que corren en que se combate el plástico porque es tóxico, no se degrada fácilmente y pone en riesgo a la fauna marina. Tiempo de vida sana.
Por suerte, han pasado décadas y ya no perdemos tiempo en la Redacción discutiendo si corresponde o no titular con “Empalidece el dólar frente al avance de la papa”. Lo ponemos sin culpas, aunque con dudas por lo desigual de la comparación. Es que contamos con más de 25 tipos de dólar mientras que de papa sigue habiendo dos, la blanca y la negra, con perdón del Inadi.
La columna de Carlos M. Reymundo Roberts vuelve a publicarse el 26 de noviembre