Emilio Monzó, el encargado de "vender" el proyecto Macri 2015
Pragmático, tan elogiado por su habilidad para el armado territorial como criticado por sus cambios de "camiseta" política, el ministro de Gobierno porteño militó en la Ucedé junto con Massa, Boudou y Echegaray, se volcó al peronismo y hoy apuesta todo por ver a su jefe en la Casa Rosada
Los peronistas pedimos perdón y no permiso", se ríe Emilio Monzó mientras se acomoda en una de las oficinas del Ministerio de Gobierno porteño, algo anárquica, repleta de papeles y con un pizarrón donde figuran las próximas jugadas políticas de su jefe, Mauricio Macri.
Parece una frase hecha, salida de la boca de un político joven pero experimentado que, a los 46 años, enfrenta uno de los desafíos más difíciles de su carrera. Nacido y criado en el interior bonaerense, el ex ministro de Agricultura de Daniel Scioli en los violentos tiempos de la resolución 125 tiene como misión "vender" a intendentes, dirigentes políticos y personalidades del espectáculo y el deporte la candidatura presidencial del jefe de gobierno porteño. Un hombre que soporta día a día la implacable presión política del kirchnerismo y que ya declinó en tres oportunidades sus chances de pelear por llegar a la Casa Rosada.
A poco de conversar con el flamante ministro de Gobierno porteño queda claro que, más allá de la retórica, Monzó es un político pragmático, que no duda a la hora de actuar en lo que él denomina "mis convicciones", y que sus detractores -antiguos y actuales- califican como una irrenunciable vocación por estar, siempre, cerquita del calor del poder.
Sus movimientos sin prejuicios y sus sonoros cambios de camiseta política sorprenden e irritan por igual a propios y extraños. Desde su temprana juventud en la Ucedé de Alvaro Alsogaray, allá por la mitad de la década del 80, hasta su presente junto al jefe de gobierno porteño, pasaron décadas en las que Monzó logró una "licenciatura acelerada" en peronismo ("los conozco a todos, sé cómo juegan", se ufana) y se convirtió en experto en el siempre intrincado "armado", consistente en seleccionar y atraer dirigentes en pos de lograr adhesiones para su proyecto. ¿Su estilo? "Entrador, simpático y muchas veces algo exagerado", coinciden las fuentes.
Fue su conocimiento del terreno más árido e importante del país la razón por la que Francisco de Narváez lo contrató, cuando venía de derrotar a Néstor Kirchner en las elecciones legislativas de 2009 y soñaba despierto con ser presidente, o al menos gobernador bonaerense. Idénticas motivaciones llevaron a Macri, a quien conoce desde hace dos décadas, a invitarlo a sumarse a un espacio que Monzó define como "reacio a la incorporación de nuevos dirigentes, porque es un espacio ganador", y en el que aún hoy muchos dirigentes lo miran de reojo. Con modos de señorito inglés, trajeado y con gaseosa light en la mano, él dice que los resquemores son "razonables", pero que dejará "la vida, el alma y el tiempo que tengo" para convencer a los descreídos y lograr que Macri, a quien define como "mucho más previsible" que todos sus jefes anteriores (incluidos Néstor Kirchner, Florencio Randazzo y Felipe Solá), llegue a la Casa Rosada en diciembre de 2015.
Monzó mamó política casi desde la cuna. Su padre, un español liberal con quien comparte nombre, fue concejal de su pueblo, Carlos Tejedor, aunque su "padre político", el ucedeísta Francisco de Durañona y Vedia, fue quien lo instruyó en el arte de la negociación política. "Era muy militante, con mucha carga ideológica por la época que se vivía. Pero no soy el mismo de entonces", se ataja Monzó, que compartió militancia nacional en la Ucedé con kirchneristas famosos como Sergio Massa, Amado Boudou y el actual titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Sobre el vicepresidente tiene un recuerdo vívido y divertido: "Era igual que ahora. No militaba, era el disc jockey", se ríe hoy. Del intendente de Tigre, en cambio, tiene un gran concepto: "Es un amigo y uno de los mejores administradores del país. De nuestra generación es el que más futuro tiene", afirma. Lo curioso es que cerca de Massa no lo tratan con demasiado cariño. El año pasado, luego de declaraciones en las que blanqueaba sus intenciones de atraer a Massa hacia Pro, el senador massista bonaerense Jorge D'Onofrio lo tildó sin piedad de "enano político vende humo". Otro dirigente cercano a Massa lo califica como "un tipo simpático, caminador, al que le cuesta estar lejos de donde se cocina el estofado".
De la mano del peronismo
El estofado, claramente, estaba dentro del peronismo. A partir de 1995, cuando fallece Durañona, Monzó (que ya había cambiado la medicina por la abogacía) empezó a acercarse a otro joven y promisorio dirigente bonaerense: Florencio Randazzo, hoy ministro del Interior kirchnerista. "Fuimos muy amigos", dice hoy Monzó, sin ahondar en las razones de una ruptura sonora, allá por 2008. Randazzo ayudó a Monzó a consolidarse en su pago chico: fue candidato a intendente en 1999 (perdió por cien votos) y cuatro años después logró llegar a la intendencia. Antes de ese 2003 de victoria, Monzó trabajó para Randazzo desde la Secretaría de Modernización del Estado del gobierno de Felipe Solá. "Lo admiro", dice del hoy ex gobernador bonaerense. Cerca de Randazzo tampoco destilan afecto. "Emilio lo traicionó. El lo ayudó a llegar a ministro de Scioli y él le respondió defendiendo al campo", dijo a La Nacion un diputado provincial que responde al ministro kirchnerista.
Hace días, y después de cuatro años, Randazzo y Monzó volvieron a hablar cuando Macri lo envió a destrabar el paro de los gremios del subterráneo. "Se trataron bien, pero sin demasiado cariño", resume un hombre de Randazzo.
La mención de Scioli no es casual. En 2008, el gobernador convocó a Monzó para que "le arregle el lío con el campo", y el entonces diputado provincial le respondió recorriendo las localidades en conflicto. "Llegaba a cada localidad, les decía que me puteen tranquilos, y después que escuchen nuestras razones", recuerda Monzó. Pero a Néstor Kirchner no le gustó ni un poco que el recién llegado dijera que la gestión de su esposa promovía "un proyecto de concentración económica que perjudica al interior". Al poco tiempo, le pidió a Scioli que lo echara. "Lo entendí, son las reglas del juego", dice hoy, a pesar de que entonces dijo que el gobernador había sido "cooptado" por el kirchnerismo.
Monzó recuerda muy bien que Kirchner lo llamó, dos meses antes de morir, para reincorporarlo al oficialismo. "Quería ser Presidente en 2011 y necesitaba ayuda. Le dije que no, pero fue una charla espectacular y me quedó claro que era un peronista pragmático", recuerda. Monzó pasó entonces a reportar a De Narváez. Fueron unos pocos meses y todo terminó mal. "Es un político muy profesional, pero su imprevisibilidad genera desconfianza", critica Monzó. "Eran incompatibles", afirmaron cerca de De Narváez, sin ánimo de confrontar.
A principios de 2011, Monzó se sumó a las huestes de Macri -enemistado a su vez con De Narváez- junto a su colaborador Marcelo Daletto y otros ex denarvaístas. Allí comenzó la dura tarea de atraer figuras de peso a nivel nacional, reuniones, viajes y charlas interminables. "La tiene difícil. ¿Qué intendente se va a ir hoy del kirchnerismo a Pro?", resumió un ministro macrista. Pero sorprendió con Miguel del Sel y su segundo puesto en Santa Fe, y descartó figuras de Pro a los que los sondeos no les sonrieron. "Que no me vengan a hablar los que sacaron menos que Duhalde", repitió después de las internas de agosto de 2011. El límite le valió el odio de muchos dirigentes locales. Otros lo defienden con énfasis. "Es un tipo laburador, bárbaro. Pelea por Mauricio, le fue muy bien y me da muchos consejos", se entusiasma Del Sel. Desde el gabinete macrista surgen críticas sotto voce a su estilo "personalista" e "inorgánico", surgido de dirigentes sin militancia política.
"Tenemos una buena relación. Coincidimos en el armado político y coordinamos acciones", afirmó Néstor Grindetti, ministro de Hacienda porteño y uno de los pocos (sobre todo Diego Santilli) con los que Monzó mantiene una relación fluida. ¿Sobrevendió su poder? "No soy genio ni gurú, lo mío es pico y pala. Los importantes acá son Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña, Gabriela Michetti", dice Monzó con estudiada diplomacia. No obstante, cerca de él se quejan de fondos que tardan en llegar y del estancamiento en la Legislatura de su ambiciosa reforma electoral y política porteña.
¿Cuál es el secreto de su supervivencia? "Soy una persona de centro en un partido pragmático. No soy progre, y no tengo miedo de decirlo. En el resto del mundo la gente es más flexible, acá parece que el muro no se cayó", monologa. "La ideología del PJ es el poder, y La Cámpora es lo más genuino que tiene el kirchnerismo, aunque no coincida con ellos", sorprende.
Futbolista frustrado (fue puntero izquierdo en Independiente Liberal sin mucho suceso), Monzó encuentra tranquilidad los fines de semana en Tres Algarrobos, con su mujer, Karen Sánchez, y sus cuatro hijos (el quinto viene en camino).
Monzó confía en el sí de Michetti como candidata en provincia en 2013. "Este es un proyecto nacional que supera las individualidades", insiste. Y desmiente también rumores sobre un supuesto enojo de Macri con su performance. "Estoy mejor que nunca con él", repite, y se entusiasma con las perspectivas de la reciente foto de su jefe con el peronista José Manuel de la Sota, el jueves último. "Veo a Macri presidente en 2015", dice sin dudar ni, mucho menos, pedir permiso.
QUIEN ES
Nombre y apellido: Emilio Monzo
Edad: 46
Inicios en Carlos Tejedor: Nacido y criado en la localidad bonaerense de Carlos Tejedor –en la que su padre fue concejal–, tras una elección fallida en 1999 (perdió por 100 votos), llegó a la intendencia de su pueblo en 2003.
Una nutrida trayectoria política: A mediados de los 80 comenzó a militar en la Ucedé, de la mano del fallecido Francisco Durañona y Vedia. Pasó luego al peronismo, que conoce en sus varias vertientes, y se sumó a Pro. Hoy es ministro de Gobierno porteño.
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