Emergentes: Cayetano Ferrer. Laboratorio de formas
Hijo de argentinos exiliados, nacido en 1981, el ganador del Premio Faena a las Artes 2015 inauguró Tropos, una muestra que alude a los procesos de la memoria
La historia de Cayetano Ferrer –ganador del Premio Faena a las Artes 2015– se construye con fragmentos dispersos por el mundo. Como los recuerdos en la memoria, una imagen a la que alude con su exposición Tropos, que se exhibe en el Faena Art Center hasta el 25 de febrero.
El artista es hijo de argentinos que se fueron del país en la década de 1970, durante la dictadura militar. Nació en Honolulu, Hawái, en 1981. Estudió arte en Chicago, vivió en Las Vegas, reside actualmente en Los Ángeles y acaba de llegar a Buenos Aires para la inauguración de su muestra directo desde Oslo, donde presentó una obra en una exposición colectiva.
“Como muchas familias de inmigrantes, nos mudamos muchas veces cuando era joven”, cuenta Ferrer. Cuidadoso de su intimidad, a contramano de estos tiempos de redes sociales y exposición, prefiere que no se publiquen fotos de su rostro. “Soy una persona muy privada”, se excusa el joven que terminó su licenciatura en 2006 en el Instituto de Arte de Chicago y luego realizó una maestría en la Universidad del Sur de California.
Su obra ganó en 2015 los 75.000 dólares del premio que procura incentivar la experimentación artística y alentar los cruces entre disciplinas. Fue seleccionada entre los proyectos presentados por más de 400 participantes. El jurado internacional incluyó a Sonia Becce (Argentina), Caroline Bourgeois (Fundación Pinault, Francia); Rita González (Lacma, Estados Unidos) y Katie Sonnenborn (codirectora de Escuela Skowhegan de Nueva York).
Si bien estaba previsto que la obra ganadora se exhibiera en 2016, la muestra debió posponerse hasta ahora. Desde entonces, el concepto inicial se fue modificando, moldeado por las búsquedas del artista.
El origen
“Me pusieron el nombre de mi abuelo, quien trabajó en el campo de la arquitectura en la ciudad de Rosario”, dice Ferrer. La referencia no es casual. Los moldes arquitectónicos son los protagonistas absolutos de esta muestra en el Faena y un tema recurrente en la carrera de este artista. Trabajos anteriores como Swatch for Remnant Recomposition o Quarter Scale Grand Entrance, presentados en Estados Unidos, aludían a la arquitectura colorida y explosiva de los casinos de Las Vegas, ciudad donde Ferrer pasó varios años durante su formación.
Tal vez la persistencia con este tema no tenga tanto que ver con la arquitectura como con los conceptos de ilusión versus construcción de la realidad. Ferrer no es un mago o prestidigitador que busca asombrar a su audiencia. Resulta más eficaz pensar su obra en el sentido primigenio de la palabra ilusión, aquel que encierra engaño y esperanza a un mismo tiempo.
Procesar el pasado
“Ferrer propone una instalación temporal y performativa que es, a la vez, increíblemente arquitectónica y visual. Transformó el Faena en una gran fábrica de formas ornamentales”, dice la directora artística del espacio, Ximena Caminos. “Los volúmenes arquitectónicos son, de alguna manera, testigos silenciosos de una época que pasó. El artista trabaja con formas arquitectónicas construyéndolas, deconstruyéndolas y transformándolas, el mismo proceso que hace nuestra memoria.”
Esta suerte de “fábrica” o laboratorio se compone de cuatro estaciones (es decir, cuatro mesas o estructuras de aluminio): una dedicada a producir la materia prima; otra, a la producción de molduras; la tercera, a fundir los moldes y convertirlos en otras formas; y la cuarta, a la exhibición de molduras en su proceso de degradación.
En un espacio naturalmente pensado para preservar las obras, Ferrer acelera su degradación. “Palimpsesto” es la palabra que refiere a aquellos manuscritos antiguos que conservan huellas de una escritura anterior, borrada artificialmente, y sobre esta bella definición se construye su obra. Ferrer crea, deshace y recrea. No como una ocupación material del espacio, sino como una degradación.
Permanente transformación
La muestra reúne una colección de objetos “en un ciclo constante de nacimiento, vida, muerte y resurrección, convirtiendo el espacio expositivo en un laboratorio escultórico donde se reproducen constantemente moldes de gelatina ornamental”, detalla el curador de la muestra, el español Jesús Fuenmayor.
La instalación se transforma debido a la acumulación de procesos orgánicos y mecánicos implícitos en la fabricación de los moldes.
“El trabajo de Cayetano Ferrer –agrega Fuenmayor– explora cómo se aborda el pasado en la vida cotidiana, a través del uso de símbolos que activan el territorio subjetivo de la memoria. Partiendo de la utilización de decoración arquitectónica como medio para contar historias visuales, la instalación hace hincapié en la ambigüedad de tales símbolos mnemónicos, sometiéndolos a un proceso de descomposición y recomposición que permite al espectador proyectar sus propios recuerdos y deseos sobre las obras.”
Sin límites geográficos
En cuanto al despliegue en la sala, la diversidad de formas arquitectónicas evoca los antiguos gabinetes de curiosidades. “Me interesa la manera en que los gabinetes de curiosidades se convirtieron en la base de los primeros museos, al pensarlos en el sentido moderno –observa Ferrer–. Trabajo con métodos de exhibición que podrían reflejar el diseño del museo o actuar como su transformación.”
¿De dónde provienen estas matrices de diseños que hacen referencia a varias épocas históricas? “En su mayoría de estudios de cine, de componer una arquitectura o un estilo ornamental hecho para imágenes que flotan libres de cualquier ubicación específica –explica el artista–. Las imágenes de estos estilos no tienen límites geográficos.”