Eludimos la única pregunta que importa
Por sus libros los conoceréis...Hablo de los volúmenes, de las bibliotecas enteras que los crímenes internacionales contra la humanidad del 11 de septiembre de 2001 han engendrado. Muchos llenos de pseudopatriotismo y amor propio, otros minados con la mitología desesperanzada de los culpables de la CIA/Mossad, otros pocos (del mundo musulmán, desgraciadamente) se refieren a los asesinos como "los muchachos", y casi todos evitan lo único que cualquier policía busca luego de un crimen callejero: el motivo.
Por eso, entonces me pregunto, luego de 10 años de guerra, cientos de miles de muertes inocentes, mentiras e hipocresía y traición y tortura sádica por parte de los norteamericanos ¿y los talibanes? ¿Nos hemos ingeniado para silenciarnos a nosotros mismos al igual que al mundo con nuestros miedos? Todavía no podemos decir esas tres oraciones: Los 19 asesinos del 11 de septiembre declararon ser musulmanes. Vinieron de un lugar de Medio Oriente. ¿Hay algún problema allí?
Los editores norteamericanos fueron a la guerra de 2001 con volúmenes recordatorios, con masiva cantidad de fotos. Sus títulos hablaron por sí mismos: Above Hallowed Ground (Sobre el suelo sagrado), So Others Might Live (Para que otros puedan vivir), Strong of Heart (Fuerte de corazón), What we Saw (Lo que vimos), The Final Frontier (La última frontera), A Fury of God (Furia de Dios), The Shadow of Swords (La sombra de las espadas)?.
Al ver este material en los quioscos de revistas en todo EE.UU., ¿quién podría dudar de que ese país estaba yendo a la guerra? Y mucho antes de la invasión a Irak de 2003, otra pila de tomos llegó para justificar la guerra después de la guerra. Entre los más destacados estaba el del ex agente secreto de la CIA Kenneth Pollack, The Threatening Storm (La tormenta amenazante).
Había dos temas en este trabajo de Pollack. El primero de ellos era un relato detallado de las armas de destrucción masiva de Saddam; ninguna de las cuales, como sabemos, existía realmente. El segundo tema era una oportunidad para cortar el "vínculo" entre "el tema de Irak y el conflicto árabe-israelí". Los palestinos, privados del apoyo del poderoso Irak, según la narración, se verían más debilitados en su lucha contra la ocupación israelí. Pollack se refería a los palestinos y hablaba de "campaña terrorista sanguinaria", pero sin ninguna crítica a Israel. Escribió sobre "ataques terroristas semanales seguidos de respuestas israelíes (sic)", la versión israelí habitual de los hechos. La parcialidad norteamericana hacia Israel no era para él más que una "creencia" árabe. Bueno, al menos el egregio Pollack había admitido, aunque sea de una manera desprolija, que el conflicto palestino israelí tuvo algo que ver con el 11 de septiembre, aunque Saddam no.
Desde entonces, por supuesto se nos inundó con una rica literatura sobre el trauma post 11 de septiembre, desde el elocuente The Looming Tower (La torre que se avecina), de Lawrence Wright, hasta Scholars for 9/11 Truth (Estudiosos para la verdad sobre el 11/9), cuyos seguidores nos dijeron que los restos del avión fuera del Pentágono fueron tirados por un C-130 , que los jets que chocaron contra el World Trade Centre fueron guiados por control remoto, que el United 93 fue derribado por un misil de EE.UU., etc. Dado el relato reservado, obtuso y a veces deshonesto presentado por la Casa Blanca, por no hablar del engañoso relato de la comisión oficial del 11 de septiembre, no me sorprende que millones de norteamericanos crean algunos de estos argumentos, sin hablar de la más grande mentira del gobierno: que Saddam estaba detrás del 11 de septiembre. Leon Panetta, el nuevo autócrata de la CIA, repitió esa misma mentira este año en Bagdad.
Ha habido también películas. Flight 93 recreó lo que podría haber sucedido a bordo del avión que cayó en un bosque de Pennsylvania. Y ahora se nos ha inundado con especiales televisivos que aceptan la mentira de que el 11 de septiembre realmente ha cambiado el mundo -la repetición de Bush y Blair de esta peligrosa idea que permitió a sus matones darse el gusto de invasiones asesinas y torturas- sin preguntarse hasta ahora por qué la prensa y la televisión aceptaron esa idea. Ni uno solo de estos programas ha mencionado la palabra "Israel" y la presentación de Brian Lapping de los jueves a la noche por ITV mencionó a "Irak" una vez sin explicar hasta qué punto el 11 de septiembre de 2001 brindó la excusa para el crimen de guerra de 2003. ¿Cuántos murieron el 11/9? Casi 3000. ¿Cuántos en la guerra de Irak? ¿A quién le importa?
La publicación del informe oficial sobre el 11/9, en 2004 (lean la nueva edición de 2011), es realmente un estudio valioso, aunque más no sea por las realidades que presenta, a pesar de sus primeras oraciones que parecen más de una novela que de una información gubernamental. "Hoy?amaneció templado y casi sin nubes en el este de EE.UU?. Para los que se dirigen a un aeropuerto, las condiciones climáticas no podían haber sido mejor para un viaje seguro y placentero. Entre los pasajeros estaba Mohamed Atta?" Me pregunto, ¿estos muchachos eran pasantes de la revista Time ?
Contra las evidencias
Anthony Summers y Robert Swan confrontan en su libro The Eleventh Day (El undécimo día) lo que Occidente se negó a enfrentar en los años siguientes al 11/9. "Toda la evidencia indica que Palestina era el factor que unió a los conspiradores, en todos los niveles", escriben. Uno de los organizadores del ataque creyó que haría que los norteamericanos se concentraran en "las atrocidades que EE.UU. está cometiendo al apoyar a Israel". Palestina, declaran los autores, "fue seguramente el principal motivo político de queja que empujó a los jóvenes árabes de Hamburgo" (habían vivido allí ).
El motivo de los ataques fue eludido hasta por el informe oficial del 11/9, aseguran Summers y Swan. Los comisionados no se habían puesto de acuerdo sobre este "asunto" -típica palabra usada como código, en lugar de "problema"- y sus dos oficiales más importantes, Thomas Kean y Lee Hamilton, explicaron luego: "Este era un terreno sensible?los comisionados que sostenían que Al-Qaeda estaba motivada por una ideología religiosa -y no por la oposición a las políticas norteamericanas- rechazaron mencionar el conflicto palestino israelí". Según sus puntos de vista, "citar el apoyo de EE.UU. a Israel como la causa básica de la oposición de Al-Qaeda contra EE.UU. indicaba que éste debía reexaminar esa política". Y allí lo tienen.
Entonces ¿qué pasó? Los comisionados, afirman Summers y Swan, "realizaron un uso ambiguo del lenguaje que elude el tema del motivo". Hay una pista en el informe oficial (pero sólo en una nota al pie que, por supuesto, pocos leen). En otras palabras, todavía no hemos dicho la verdad sobre el crimen que, se supone creemos, "cambió el mundo para siempre". Pero claro, después de ver a Obama de rodillas ante Netanyahu el pasado mes de mayo, no me sorprende realmente. Si el primer ministro israelí logra que incluso el Congreso norteamericano se incline ante él, quién puede esperar que al pueblo norteamericano se le dé la respuesta a la pregunta más importante y sensible sobre el 11 de septiembre: ¿por qué?
Traducción de María Elena Rey
Robert Fisk