Elon Musk, un imán para odiadores siderales
Elon Musk es acusado de excéntrico y ególatra. Su hijo más reciente, el sexto, cuya madre es la cantante Grimes, se llama X AE A-12. Real. Y en la misma semana se cruzó con: Mickey Rourke (quien lo retó a duelo por sus declaraciones sobre la pareja Johnny Depp / Amber Heard), Evo Morales (quien lo señaló como cómplice de la situación política en Bolivia a causa de las reservas de litio) y Bill Gates (quien lo mandó a meterse en lo suyo y dedicarse a hablar de coches eléctricos y cohetes por sus manifiestas proclamas en favor de las libertades y en contra de la cuarentena). Cosecha odios, por usar jerga de alto rango político.
Musk fue hecho para Marte. Sus primeros cien millones de dólares, obtenidos por la venta de PayPal a comienzos de este siglo, los invirtió en SpaceX, la empresa que promueve la navegación espacial comercial y las más ambiciosas misiones privadas al espacio exterior. El viernes sumó una controversia con astrónomos que querían fotografiar un gran cometa. Fue acusado de haber superpoblado el espacio y contaminado la visibilidad con sus satélites: planea una constelación de 42.000 artefactos.
Años atrás sus impulsos parecían megalomanías extemporáneas. Pero hoy, hasta The Economist se permite preguntarse si finalmente responderemos la pregunta de si hay vida fuera de este infectado e irascible planeta.