Elogio del pensamiento salvaje
En la Casa Nacional del Bicentenario, en el marco de Bienalsur, un amplio repertorio de pinturas, instalaciones, esculturas y "obras vivas" invita con audacia a reflexionar sobre los estragos del cambio climático, el extractivismo sin freno y la depredación de la naturaleza
En su célebre libro de los años 60, Claude Lévi-Strauss emparentaba el “pensamiento salvaje” con los sistemas no domesticados, la magia y la fuerza del desorden. ¿Se incluiría en la actualidad el arte en ese conjunto propuesto por el antropólogo francés o ya habría pasado a ser uno más de los proyectos humanos que disciplinan la naturaleza? Sin dar una respuesta rotunda, Pensamiento salvaje, la muestra colectiva de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (Bienalsur) expuesta en la Casa Nacional del Bicentenario, ofrece posibilidades concretas de abordar ese interrogante.
En el Km 3,1 de la bienal impulsada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero en colaboración con distintas instituciones de varios países, más de treinta artistas nacionales y extranjeros examinan una etapa geológica que en el futuro (si hubiera uno) pasará a ser conocida como el Antropoceno, la era regida por el ser humano.
Al cuidado de Fernando Farina, el conjunto de pinturas, instalaciones, videos, manifiestos, esculturas y “obras vivas” cuestionan modos dominantes de entender la relación entre seres humanos y naturaleza. De la crítica feroz al extractivismo de las riquezas naturales en los países del hemisferio sur (de donde provienen la mayoría de los artistas seleccionados) al rescate de técnicas artesanales de comunidades indígenas de la Argentina, Chile y Perú, el repertorio es amplio y visualmente atractivo.
En la vidriera de la Casa Nacional del Bicentenario (CNB), una naturaleza artificial de acento kitsch creada por la artista brasileña Laura Andreato advierte a los visitantes sobre un aspecto de la exposición: la variedad de estrategias para proponer argumentos y sensibilidades sobre nuestras relaciones con el hábitat. La instalación de enormes diamantes de vidrio de Miguel Rothschild, argentino residente en Berlín, articula un díptico antagónico con la brutal escultura de Martín Di Girolamo, que reemplazó en Mula las sensuales siluetas femeninas de resina poliéster por un intestino cargado con cápsulas para traficar cocaína.
Ambas obras están en el primer piso de la CNB, donde se albergan varios trabajos de “sintaxis serial”. Tanto las argentinas Adriana Bustos y Julia Mensch como el chileno José Miguel Marty componen trabajos descomunales con unidades mínimas. Bustos combina imágenes y letras enmarcadas en dorado para crear un documento de protesta ante los "ecocidios"; Mensch retrata en platos de cerámica a un elenco de activistas por la soberanía y la salud alimentarias en la Argentina, entre los que figuran Darío Aranda, Soledad Barruti y Andrés Carrasco. Marty, en cambio, recupera una técnica de cestería mapuche, en la que se utilizan fibras vegetales y animales, para configurar un delicado cosmos artesanal.
¿La naturaleza tiene derechos?
No es casual la elección de la sede para exponer Pensamiento salvaje. “El tema de la naturaleza se viene tratando en la CNB, por lo cual nos pareció adecuado que ése fuera el lugar para presentar la exposición –dice Farina a LA NACION-. Se elige hablar de naturaleza y no de ecología o medioambiente por variadas razones, entre ellas por dónde se ubica el hombre. Esto no es menor. En la Constitución de Ecuador, tal vez la más avanzada en este sentido, se considera la naturaleza un sujeto de derecho.”
En la CNB se realiza también un seminario sobre arte y naturaleza que permite desarrollar ideas, conceptos y perspectivas sobre la cuestión. Valeria González, directora de ese espacio que depende del Ministerio de Cultura de la Nación, es una especialista en el tema. El 21 de noviembre a las 18:30, la epistemóloga belga Vinciane Despret, invitada por la Fundación Medifé, dará una conferencia en el marco de la muestra. Despret reflexiona acerca de las consecuencias políticas de nuestras decisiones teóricas y estudia tanto el modo de vida de los animales como las prácticas humanas.
Para Pensamiento salvaje, además de los trabajos que se recibieron durante la convocatoria global abierta por Bienalsur, González pidió sumar la polémica obra “con meteorito” (o, más bien, sin meteorito) de Nicolás Goldberg y Guillermo Faivovich. En una sala similar a un oratorio se exhiben las cartas de distintos especialistas que se opusieron a que los artistas llevaran esa piedra a la XIII Documenta de Kassel. Incluso el cosmos, diría la Constitución ecuatoriana, tiene derechos.
Imperdibles de una muestra imperdible son las mariposas con alas de libros (en inglés) de Charles Darwin, Salman Rushdie y Naguib Mahfuz, alumbradas por la canadiense Robyn Moody; las “plantas musicales” de los franceses Gregory Lasserre y Anaïs met den Ancxt y la escultura de hielo y arcilla de la argentina Paula Senderowicz, que muestra además tres pinturas habitadas por tsunamis y cataclismos. ¿Son esas catástrofes, como plantea Bruno Latour, reacciones de la naturaleza ante los estragos que ocasiona la codicia? En Pensamiento salvaje se alternan textos de filósofos, artistas e investigadores con obras de arte.
Si se compara esta muestra con la que esta semana concluye en el Centro Cultural Kirchner (Naturaleza. Refugio y recurso del hombre), se puede apreciar el valor que posee un guion sagaz a la hora de abordar una temática que pone en jaque al mundo entero.