Elogio del mate
Dice Carmen M. Cáceres en su hermoso libro Al borde de la boca (Fiordo) que para alcanzar el placer del mate debe haber un crecimiento (o endurecimiento) del paladar; algo así como un proceso de culturización para asimilar un sabor que no resulta tan agradable de entrada. Y dice, también, que una vez que eso ocurre ya no importa demasiado lo que se esté haciendo al beberlo: el mate impone un ritmo a los movimientos y obliga a regresar al cuerpo y al tiempo presente, como un mantra. ¿Será esa sensación, acaso, lo que mantiene a estos dos taxistas en silencio en el barrio de Chacarita? Un paréntesis en la rutina que los arroja a una ceremonia milenaria, ahí donde el ritual funciona como anclaje en el ahora más puro. Una salida momentánea de “la cerrada espiral de pensamientos” antes de volver al auto, los bocinazos y el aturdimiento de la vida cotidiana.