Elogio de los editores
Hace más de cincuenta años, cuando las lenguas ardientes de napalm caían sobre la aldea en la que vivía con su familia, Kim Phuc salió corriendo junto a su hermano, sus primos y sus amigos. Ya conocemos la historia de cómo la nena de nueve años se deshizo desesperadamente de su vestidito en llamas y cómo siguió corriendo y aleteando de dolor y miedo hasta que el fotógrafo Nick Ut tomó la foto que la haría famosa y la ayudaría a seguir con vida. Ese día de junio de 1972, el editor fotográfico de AP en Saigón, el alemán Horst Faas, se jugó por esa foto y la defendió ante las autoridades de la agencia porque su ojo experto le hizo saber que estaba ante algo grande. Es cierto, en el centro de la imagen había una nena desnuda, pero para Faas lo fundamental era otra cosa que esa escena desnudaba, algo mucho más grande: la crueldad de una guerra sin sentido.
La semana pasada, un algoritmo o tal vez un joven techie que lo ignora todo acerca de Kim, la guerra de Vietnam y los efectos abrasivos del napalm sobre la piel humana, decidió que esa foto no podía ser exhibida en Facebook y cerró primero la cuenta del escritor noruego Tom Egeland y luego, en una catarata de ridículo, censuró posts de diferentes personalidades que salieron en apoyo del escritor, incluidos el diario más importante de Noruega y hasta la primera ministra Erna Solberg. Para Facebook, la foto de Kim Phuc ingresaba en la categoría "pornografía infantil".
Egeland había subido a su muro de FB siete fotos que él consideraba que habían cambiado la historia de las guerras. Entre esas fotos estaba la de Kim Phuc, que en su momento le significó a su autor un premio Pulitzer. En el colmo del absurdo la cuenta de Egeland fue cerrada por 24 horas por violar la política de desnudos de Facebook. En solidaridad con Egeland, la asociación de reporteros gráficos también subió la foto a su cuenta y la imagen también fue removida. Cuando el diario Aftenposten subió la foto a su muro por el mismo motivo, las autoridades recibieron un mail que los intimaba a retirar la imagen o a pixelarla. No hubo tiempo para la reacción: la foto también fue removida. El editor jefe del diario escribió una carta pública acusando al CEO Marck Zuckerberg de abusar de su rol como "editor más poderoso del mundo". "Los medios tienen la responsabilidad de tomar en consideración las publicaciones en cada caso en particular. Este derecho y esta tarea, que tienen todos los editores del mundo, no deberían ser socavados por algoritmos codificados en tu oficina de California", escribió Espen Egil Hansen. El escándalo fue subiendo de tono y Facebook se vio obligado a reponer las fotos, luego de "considerar la opinión de los usuarios" y la "relevancia de una foto histórica", más unos cuantos blablablás más.
¿Fue efectivamente algo automático o fue pura ignorancia? ¿Fue una máquina o fueron empleados inexpertos? La fórmula de los enigmáticos algoritmos sigue siendo uno de los mayores secretos del siglo, hasta ahora todo es pura especulación y nadie sabe en concreto de qué modo se establecen esos códigos que adivinan nuestros gustos e intereses. Sin embargo, el gran inconveniente al hablar de censura en casos como éste es que Mark Zuckerberg no reconoce que Facebook sea un medio y por lo tanto no se somete ni a sus normas ni a sus usos y costumbres. Cuando se lo consulta, insiste en señalar que FB es una empresa de tecnología que construye las herramientas pero que no es responsable de los contenidos, algo cada vez más difícil de sostener. De hecho, meses atrás ex trabajadores de la compañía revelaron al sitio Gizmodo presiones en el área de "curaduría" de la sección Tendencias, que consistían en "inyectar" algunas noticias e ignorar otras, manipulando así los resultados por los que se guían hoy todos los medios del mundo. Es decir: el famoso "gusto de la gente" no sería una acción popular, espontánea y natural, sino una atrevida y sofisticada inducción sobre la base de determinados intereses. Nada muy original.
Los algoritmos (también los jóvenes inexpertos) seguramente son una gran base de ahorro para las compañías, si bien nadie ignora que la juventud es la gran fuente que nos acerca a todos los que trabajamos en contenidos a lo nuevo, a lo que tiene más futuro. El problema es cuando olvidamos que en el mundo los menores de 30 conviven con una gran cantidad de personas mayores de esa edad; personas que tienen recuerdos y también conocimientos. No es posible faltarle el respeto a tanta gente. Por eso, Mark: contratá editores. En lo posible, grandes. La memoria histórica puede ser una gran ayuda para tu emprendimiento. Y después, seguí con los gatitos y las selfies de la manera que quieras, que de eso sabés un montonazo y somos muchos los que te damos las gracias.
Twitter: @hindelita