Elogio de la lentitud
Preguntarse por qué Así es la vida, la obra de Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas, estrenada en 1934, es hoy un éxito de público y crítica en el Teatro Nacional Cervantes, admite más de una respuesta. Texto costumbrista cuyo primer acto transcurre en 1905 y muestra la vida de una tradicional familia de la época, Así es la vida conmueve al espectador contemporáneo. La puesta en escena de Santiago Doria es tan excelente como el desempeño de todo el elenco, en el que Roberto Carnaghi, Rita Terranova, Mario Alarcón y Malena Solda tienen los papeles de mayor peso. Pero el punto de reflexión es otro: en un mundo en el que la palabra del padre tiene escaso valor y en el que los ideales han sido reemplazados por la satisfacción inmediata, no somos pocos los que añoramos parte del universo de Así es la vida.
En la vereda opuesta, quienes hemos visto esa serie extraordinaria que es Breaking Bad, nos encontramos con un planeta enrarecido por la violencia, el consumo de drogas, la satisfacción inmediata y el desquicio generalizado. Si a estos tópicos les sumamos el imposible deseo de la eterna juventud, la despiadada lucha por mantener los cuerpos perfectos, la búsqueda del éxito a cualquier precio y la dictadura del consumo como emblema de la civilización, el resultado es más desalentador todavía. El mundo de Breaking Bad carece de ley. Es la otra cara de Así es la vida. Y no se trata, de ninguna manera, de defender a ultranza un modo de vida conservador. Pero ¿quién no desea un mundo más previsible? El psicoanalista Ernesto Sinatra se pregunta en su libro L@s nuev@s adict@s (ése es el título, con la ambigüedad que sugieren las arrobas) ¿cuál será el destino del amor en el siglo XXI a partir de las transformaciones del género y de la intimidad? La respuesta no es sencilla, el mismo Sinatra cita a Eva Illouz para destacar que "hoy existe una nueva cultura de la afectividad en la que las relaciones económicas han adquirido un carácter profundamente emocional y las relaciones íntimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio".
En nuestros días, encontramos teleadictos, ludoadictos, sexoadictos y otras variantes de lo mismo. El resultado es la angustia, no el placer. Si el lema de nuestra civilización es que nada es imposible habrá que prepararse para una generalizada frustración. El amor es lento. Pero en la posmodernidad suele vivirse a toda velocidad. Ya es hora de hacer un elogio de la lentitud. En Así es la vida el tiempo no es exiguo. La vida pasa como pasa siempre. Pero el amor entre Eloísa y Ernesto atraviesa dos generaciones. Eloísa se muere y Ernesto sigue firme en ciertas convicciones que hoy parecen de otro planeta.
Sin embargo, los autores le dieron un giro a la trama que contribuye a que el texto siga hablando en el presente. Ernesto, ya anciano, recibe en su casa a su nieta, que acaba de fugarse de la suya para vivir una relación amorosa cuestionada por sus padres. El abuelo apuesta por el amor, como lo hizo siempre. Y allí hay otra explicación de por qué los espectadores terminan conmovidos. La vida sólo adquiere significado en el intercambio con los otros. Somos las decisiones que tomamos. Y a estas alturas sabemos que la verdadera muerte del hombre es simplemente la ausencia de deseo. Es decir, se puede estar vivo y estar muerto al mismo tiempo. De esto saben los pueriles y maliciosos, los inclementes y desalmados. Cada uno a su manera, los personajes de Así es la vida nos recuerdan tiempos más lentos, más perdurables, acaso más humanos. Tolstoi lo dijo mejor que nadie: "Hay quienes cruzan un bosque y sólo ven leña para el fuego".
Aprender a mirar significa ver de otra manera. La leña puede ser imprescindible para subsistir, pero la vida es mucho más que la subsistencia. La velocidad contribuye a que el hombre se estrelle sin poder disfrutar del bosque. La lentitud, en cambio, nos permite apreciar cómo el paso del tiempo nos deja huellas que podemos transmitir a los otros. Que en Así es la vida la nieta vaya a buscar ayuda a la casa del abuelo no es casual. Ella intuye que en ese hombre tierno y amable hay algo del orden de la ley y del amor. De la ley que nace de la palabra y del amor, que es todo lo demás.