Eliminar la repitencia sólo beneficia a la estadística, pero no a los estudiantes
Repetir de curso es una herramienta pedagógica del siglo XIX, cuya lógica estaba en que si el alumno no aprendía era por su propia responsabilidad. Hoy pretenden instalar el asunto como la solución a un sistema educativo lleno de telarañas, en el que es necesario cambiar todo el proceso de enseñanza-aprendizaje. Se está dando un debate en el que la repetición, que pone la lupa en el aprendizaje y (casi) nunca en la enseñanza, aparece como la única respuesta posible frente a los déficits de rendimiento.
Hay una base de la que partimos y en la que coincidimos todos: lo importante es que los estudiantes aprendan y que la escuela sea una herramienta para acompañar a los chicos para crear sus proyectos de vida. Pero antes de pensar en eliminar la repitencia tenemos algunas batallas pendientes: mejorar la formación docente, la carrera docente, un mejor sistema en general y lograr que el aprendizaje sea un hecho teniendo en cuenta que no todos los chicos aprenden de la misma manera porque son seres humanos diferentes con historias únicas.
Actualmente sabemos que cuando un chico fracasa en un curso es también responsabilidad de otros: docentes, formato escolar, entorno familiar, contexto social y el mismísimo régimen académico. También sabemos que repitiendo infinitamente un curso no se aprende más ni mejor e incluso puede ser contraproducente, porque la repitencia también es una de las causas de abandono escolar más recurrentes. Entonces, ¿Qué significa para un docente hacer repetir?, ¿hay que eliminar la repitencia?
Sin dudas, el sistema educativo argentino debe ser repensado. La repitencia tiene sentido en una escuela que ya no da respuestas, una escuela que ha probado que ya no sirve para formar a los chicos en las habilidades que se necesitan. Es una estrategia que forma parte de un dispositivo escolar basado en la idea de que los alumnos aprenden bajo amenaza y creemos que les hacemos un favor, pero las investigaciones han mostrado que quienes repiten terminan fracasando y yéndose de la escuela. Sin embargo, la posible eliminación de la repitencia no puede abordarse de forma aislada, menos en una escuela que todavía no garantiza la comprensión lectora en el secundario. Debemos trabajarla como una medida más dentro de un plan de reforma profundo con foco en el régimen académico y ordenar así de manera integral la práctica educativa. Necesitamos construir una propuesta escolar con un sistema de evaluación que permita que todos aprendan posiblemente con diferentes ritmos y, por supuesto, con metodologías más personalizadas. Pensar modelos pedagógicos más flexibles que admitan las asimetrías en las trayectorias de los alumnos. Pensar una transformación integral que debe ser planificada, apoyada en el conocimiento experto y programada en el tiempo, ¡es la tarea!
Tengo la certeza de que el problema de la repitencia es uno de los más relevantes de la educación en la actualidad. Sin embargo, no tengo dudas de que el sistema no tendrá mejores resultados derogando simplemente la repetición y que hacerlo sólo beneficia a la estadística de terminalidad educativa y pareciera ser esa la única intención de algunos. Si queremos que la escuela secundaria sea un lugar donde los jóvenes quieran ir entonces empecemos a pensar en un cambio estructural, a desarmar las construcciones que tenemos hasta aquí y darnos la oportunidad de construir una nueva escuela. Eso es lo que propongo en mi proyecto de ley “Consolidar una estrategia integral de promoción”, que contiene normas y prácticas para generar las condiciones de renovación de propuestas formativas, reorganización institucional y propuestas pedagógicas para la escolarización y el sostenimiento de la trayectoria escolar de los alumnos.
La repitencia no es buena, pero eliminarla no va a garantizar mejores aprendizajes ni mejores saberes ni proyectos de vida más felices para nuestros chicos, y mucho menos un futuro más próspero para nuestro país.
Diputada Nacional Juntos por el Cambio