Elena Dahn. Una lucha de fuerzas
La videoproyección que exhibe en Móvil, en Parque Patricios, lleva a una nueva dimensión el particular vínculo de esta artista con los materiales
En el principio fue Facebook. Un video casero publicado en la red social por la galerista María Casado provocó cientos de likes y comentarios. Generaba un efecto hipnótico ver a la joven Elena Dahn (Buenos Aires, 1980) colgada de su propia obra, luchando para despegarla de la pared durante el desmontaje de la primera edición de arteBA Focus.
Meses después esa misma tela elástica, tensada con una cuerda por la mitad, volvía a llamar la atención desde la tapa del suplemento especial de Ideas dedicado a arteBA 2017. Finalizada la feria, el desmontaje de una pieza similar desencadenó el mismo efecto viral: la pelea cuerpo a cuerpo entre la artista y su creación cosechó más de 70.500 reproducciones en la cuenta de Instagram de Ideas (@ideasln).
Este ejercicio, sin embargo, era apenas un entrenamiento. Elena Dahn preparaba entonces un movimiento mucho más dramático, que llevaría su carrera a una nueva dimensión. En Cámara, la videoinstalación que acaba de inaugurar en Móvil, se transforma a sí misma en una escultura mutante. Y el vínculo con su obra, en una danza de proporciones cinematográficas.
Una inquietante proyección extiende en estos días los límites del amplio galpón que Móvil destina a sus artistas en Parque Patricios. Alejado de los circuitos tradicionales de galerías, este espacio sin fines de lucro funciona dentro de cheLA, un centro autogestionado de experimentación que une arte, tecnología y comunidad.
“Manufactura de amianto, goma y afines”, se lee en la entrada del edificio, una antigua fábrica de 5000m2 ubicada en el corazón del Distrito Tecnológico. A sólo pasos de la sede de la Jefatura de Gobierno diseñada por el arquitecto Norman Foster y de la Línea H del subte, Elena Dahn se retuerce en el piso. Intenta con todas sus fuerzas salir de la tela gomosa que la aprisiona, como si fuera una oruga luchando contra su propia piel para convertirse en mariposa.
El ruido que hace al romperse esa gruesa tela color sangre es todo lo que se escucha dentro del galpón. Un estampido similar al que sonaba una y otra vez el año pasado en la sede de la galería Barro, en La Boca. En el marco de la muestra Seduction of a Cyborg, Dahn había exhibido otra videoinstalación que luego integró la selección del Premio Braque. Sólo que entonces el protagonista era el material, llevado hasta el límite; ahora lo es esta chica de pelo enrulado y voz suave, que habla con la calma de quien ha vencido una dura batalla.
“Me interesan los materiales por sí mismos, pero también porque son una metáfora –señala–. Tienen una capacidad de transformación. Como el latex, que es capaz de irse, de viajar hacia un lugar y volver transformado. A veces lo hacen solos, sin mi intervención. Eso lo tomo un poco de los artistas post-minimalistas, que dejan que el material haga un poco lo que quiere, como si tuviera vida propia. Por ejemplo en esta muestra pongo este material, rodeado de estas condiciones, para ver qué sucede.”
Lo que sucede es una particular combinación de performance, pintura y escultura. Aunque la artista, formada con Miguel Harte y Emiliano Miliyo, prefiere inclinarse por esta última disciplina. Sus piezas de silicona rellenas con materiales blandos llamaron la atención de Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte, directoras de Móvil, cuando ganó en 2009 el premio Curriculum Cero impulsado por la galería Ruth Benzacar. Ese mismo año fue seleccionada por Mónica Girón, Diego Bianchi y Jorge Macchi para participar de la primera edición del Programa de Artistas de la Universidad Di Tella –como parte de una camada que incluyó a Nicanor Aráoz, Mercedes Azpilicueta, Sofía Bohtlingk y Amaya Bouquet, entre otros–, y en 2012 realizó un posgrado en el británico Royal College of Art.
En 2014 dio un nuevo salto al exhibir una muestra individual curada por Philippe Cyroulnik en Del Infinito y llegar al Espacio Contemporáneo de Fundación Proa con una obra site-specific que prolongaba, en yeso, el horizonte de La Boca sobre la pared de la terraza.
Esa intervención fue recreada luego en el departamento de Alec Oxenford, en Palermo Chico, porque las acciones de este tipo no son transportables. Cada vez que Dahn crea para las ferias sus piezas de látex, directamente sobre la pared del stand, después de pocos días se ve obligada a luchar con ellas hasta destruirlas. Y volver a empezar de cero donde lo requiera el coleccionista que las compre.
“Llevar algo del trabajo sucio del taller al espacio de exhibición exige una atención cuidadosa de cada movimiento sobre la materia, y al mismo tiempo una soltura para actuar en el momento –escribió Dahn sobre su trabajo en Proa–. Todo ocurre ahí, el cambio de estado de la materia de líquido a sólido no es algo deducible en la obra, sino visible. La forma final es el resultado de una lucha de fuerzas, un fenómeno químico, la acción de la gravedad y la acción intencional que permite manejar esa caída para que la obra se sostenga.”
Ahora, en Móvil, agrega: “A veces me vuelvo más pasiva y el material avanza, y otras veces tomo más decisiones”.
A su lado, sobre el piso, yace la piel muerta de su última creación.