Elegía por un tupperware
Tupperware –la empresa de recipientes herméticos de plástico creada por el químico Earl Tupper en 1940–se declara en bancarrota. Hablar de Tupperware es, de alguna forma, hablar de la madre. Recordemos: si para Freud todo objeto puntiagudo es un símbolo fálico, todo objeto con forma de caja es un recuerdo del útero.
Nuestras madres tejieron una fuerte amistad con estos recipientes: se dice que una madre es capaz de perdonarlo todo, menos que le extraviemos un tupper. Ahora el mundo va a perderlos a todos ellos. Desaparecerán también las reuniones en las casas para conocer y comprar los productos del Sr. Tupper (¿hubo acaso algo más barrial, más maternal, más doméstico que estas reuniones caseras? Ya no las tendremos. Las madres salieron a trabajar, y ya nadie quiere visitar la casa de otro).
Seguirá habiendo recipientes de plástico, pero ya no se llamarán tuppers. Asistimos al final de una especie en la que lo primero que muere es su nombre. ¿Qué será de ella, sin la palabra que la cobija?ß
Algo más...
La empresa tiene activos por 680 millones de dólares y deudas por 1200. Las causas de su quiebra son la decadencia del modelo de venta directa y la resistencia a vender online. “Casi todo el mundo sabe lo que es Tupperware, pero menos gente sabe dónde encontrarlo”, confesó el presidente de la compañía.ß