Las elecciones que vienen: ¿y si todo quedara más o menos igual?
El foco está en la provincia de Buenos Aires; el Frente de Todos pondrá como cabeza de lista al más “moderado” o al menos piantavotos
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Todos los encuestadores consultados para esta nota dicen lo mismo: es demasiado temprano para aventurar cuál será el resultado de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias que tendrán lugar el 14 de septiembre. “Abren el paraguas” por tres razones básicas. Una: la mayoría de ellos erraron, por varios puntos, el veredicto final de las últimas PASO, en agosto de 2019, y no quieren aparecer pifiando de nuevo, cuando faltan todavía tres meses y medio para la competencia. Dos: aún no está “ordenada” la oferta de candidatos. Y tres: hay una enorme cantidad de argentinos que deciden su voto dos e incluso una semana antes de la visita al cuarto oscuro.
Sin embargo, la mayor parte de los encuestadores vienen trabajando, desde principios de año, con candidatos y organizaciones políticas del oficialismo y de la oposición. Incluso hay consultores, analistas e “influencers electorales” que son contratados por postulantes de distintas fuerzas políticas que competirán entre sí. Dos, por lo menos, se hicieron multimillonarios jugando ese doble juego, desde hace años. Al mismo tiempo, tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio hay dirigentes que hacen las veces de jefes de campaña que encargan y reciben los trabajos parciales. Los que no se publican. Los que les sirven a unos y otros para disputar, hacia dentro del espacio, un lugar en las listas, siempre y cuando sus candidaturas no se diriman en las próximas PASO.
A todas estas prevenciones hay que agregar las versiones interesadas, con objeto de influir en la conducta de los electores. Sin ir más lejos, en las últimas horas, desde usinas kirchneristas se lanzó la falsa versión de que Florencio Randazzo había ido a visitar a Cristina Fernández a su casa del barrio de Recoleta. Una rápida investigación determinó que la hicieron circular los propios cristinistas, para embadurnar a Randazzo antes de que empiece la campaña. Porque el exministro de Interior y Transporte, como primer candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires, le quitaría más votos al Frente de Todos que a Juntos por el Cambio.
Es una verdad aceptada que en la provincia tendrá lugar la madre de todas las batallas. También lo es que el Frente de Todos pondrá como cabeza de lista a “la” más moderada o “el” más moderado. O al menos “piantavotos”. Todavía no se determinó qué hará Juntos por el Cambio, pero, al cierre de esta edición, crecía la posibilidad de que Diego Santilli, por un lado, y Facundo Manes, por el otro, compitieran en unas PASO “civilizadas” que sirvieran, incluso, para potenciar la marca de la coalición.
Falta determinar qué papel va a jugar el intendente de Vicente López, Jorge Macri, en esta campaña. También el de Elisa Carrió. Sin embargo, todas las partes interesadas, incluidos Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, repiten cada cinco minutos que la unidad del espacio “está garantizada”. En las últimas elecciones nacionales, el Frente de Todos, con Axel Kicillof, como candidato a gobernador, obtuvo el 52% por ciento de los votos, con una diferencia de 14 puntos sobre María Eugenia Vidal. “Si el Colo o Facundo pierden por menos de 5 puntos, para nosotros sería un triunfo”, me dijo uno de los armadores nacional de Pro. Un “acuerdo de unidad” parecido se imagina un dirigente cercano al Rodríguez Larreta en la ciudad. Con Vidal encabezando la lista de diputados nacionales y Patricia Bullrich optando por no competir, para seguir trabajando a nivel nacional.
Adónde van a poner a Martín Lousteau es otra de las incógnitas. El armador de Pro a nivel nacional sostiene que con ese esquema, y los esperables buenos resultados de Juntos por el Cambio en las provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Corrientes, Jujuy y Chubut, entre otras, el Frente de Todos terminaría ganando, medido en porcentajes, por menos de lo que terminó triunfando en las elecciones generales de octubre de 2019. En aquella ocasión, el Frente de Todos obtuvo más del 48% de los votos, contra el 41% de Juntos por el Cambio. “Es de esperar que el porcentaje de las dos fuerzas baje un poco, a expensas de la izquierda, la derecha más contestataria y los partidos provinciales, pero al mismo tiempo creemos que la diferencia entre el oficialismo y nosotros va a ser un poco menor, y eso, por supuesto, será una muy buena noticia”, afirmó.
El mapa de la Argentina que despliega el dirigente político para completar su análisis concluye que, aunque Juntos por el Cambio haga una muy buena elección, no le va a alcanzar para ganar, en cantidad de votos totales. “Es por el caudal que el Frente de Todos obtendría, en especial, en la provincia de Buenos Aires y en las provincias del norte del país”, apuntó. Él, y Wado de Pedro y el propio Massa, por el oficialismo, ya tienen en sus respectivos escritorios el mapa de los senadores y diputados nacionales que se podrían ganar y que se podrían perder en comparación con la cantidad de bancas que ambas fuerzas controlan ahora mismo.
La proyección del encargado de la estrategia que responde al jefe de gobierno de la ciudad no coincide con la alerta que encendió Mario Negri al advertir: “Estamos a seis o siete diputados de que la Argentina se transforme en Venezuela”. Para él, si las elecciones fueran hoy, Juntos por el Cambio obtendría dos senadores nacionales más. Por otra parte, en la Cámara de Diputados, la relación de fuerzas seguiría más o menos igual que en la actualidad.
A este primer análisis preelectoral habría que agregar otras consideraciones, como las que manejan analistas más clásicos. Una es repetida una y otra vez por el economista Carlos Melconian, quien cita los ejemplos de las últimas elecciones en Estados Unidos, España, Chile e Israel. “No hay casi ningún oficialismo en el mundo que haya ganado en medio de la pandemia”. La otra prevalencia la destacan varios economistas, sin importar la corriente ideológica a la que pertenezcan. Sostienen que es la primera vez que el peronismo competirá en unas legislativas con un nivel tan alto de inflación, desempleo y pérdida de poder adquisitivo, a lo que se debe sumar el ostensible empobrecimiento de la clase media.
El otro gran partido para determinar cuál podría ser el resultado de las próximas elecciones se juega en la “conversación pública”. Es decir, cuánto pueden influir, a la hora de ingresar al cuarto oscuro, temas como la indignación que todavía provocan los vacunados y el vacunatorio vip, la mala administración de la pandemia en general y la del plan de vacunación en particular. O la memoria de la última parte de la gestión del gobierno de Macri, a la que Alberto Fernández se aferra como la última tabla de salvación para conservar algo de la imagen positiva que le queda. O el hartazgo que genera en más del 60% del electorado la percepción de que la que gobierna, en efecto, es Cristina Fernández, quien no volvió para ser mejor, sino para tratar de zafar de la Justicia y acumular más poder.
Si el resultado de las PASO se proyecta hacia las generales del 14 de noviembre y se termina pareciendo a la última elección, todos se sentirán un poco ganadores, y la batalla final se trasladará a 2023, cuando nos toque, una vez más, elegir un nuevo presidente. Entonces se acrecentará la idea de que la Argentina es aquel país en donde siempre parece que siempre estaría cambiando todo, demasiado, pero en el fondo, nunca termina cambiando casi nada.