El vandalismo en San Ignacio de Loyola
El mundo hipermoderno asiste, impasible, a una ola terrorista en muchas partes del planeta, provocada principalmente por sectores que predican el fundamentalismo en materia política y religiosa, en un escenario global al que nuestro país no ha escapado. La voladura de la embajada de Israel y el atentado contra la AMIA se inscriben en la serie de violencia que pretende sembrar el temor y ejercitar la venganza a costa de víctimas inocentes.
Ahora nos toca enfrentar un fenómeno distinto como el ocurrido en la histórica iglesia de San Ignacio de Loyola, en la que penetraron un grupo de estudiantes, de cuarto y quinto año del Colegio Nacional de Buenos Aires, provocando un principio de incendio en uno de los bancos del templo y el sillón sacerdotal, además de dañar una parte del altar de San José, hecho en madera tallada durante el siglo XVIII.
Es evidente que no se trató de meros desmanes o excesos de los estudiantes escudados tras la protesta por la reforma que las autoridades de la ciudad quieren introducir en la enseñanza media a partir de 2015. ¿Qué inspira la mente de estos estudiantes que esconden un acentuado espíritu de rebelión bajo una aparente protesta?
Las consignas que dejaron pintadas son un llamado de atención que merece ser tomado en serio por la dirigencia política y, sobre todo, por los educadores que tienen la responsabilidad primordial en la formación de los jóvenes, así como la de prevenir y sancionar a los culpables. Una de ellas expresa: "La única iglesia que ilumina es la que arde"; la otra dice: "Hipócritas: ni Dios ni amo".
Esas ideas, lejos de ser superficiales o producto de una táctica de protesta, enraízan en las entrañas de la filosofía que inspiró la revuelta francesa de mayo de 1968 y muestran el sello de la paternidad de Sartre y de ideólogos modernos hoy superados. La exaltación extrema de la libertad aparece definida como algo que se reduce al mismo ser humano, careciendo externamente de límites como los establecidos por las leyes y reglamentaciones que se dictan en todos los regímenes democráticos y republicanos.
Para esa ideología, el único que ilumina los pasos del hombre y de los gobiernos de turno es el ser humano, dueño de una libertad absoluta desprovista de toda esencia, particularmente de Dios. Ese ser humano, dueño absoluto de su destino y de su libertad, no quiere someterse a amo alguno, lo que significa reconocerse esclavo del sistema que vitupera, que, por lo común, adjudica al capitalismo o al imperialismo, a los que combate, igual que a Dios, con la violencia.
Pero la verdadera libertad se halla vinculada con nuestros deberes con la sociedad. No consiste en hacer lo que se quiere, sino en elegir entre lo que se puede y se debe hacer, en la inteligencia de que es la verdad la que nos hace auténticamente libres.
Los actos vandálicos caen dentro del ámbito prohibido por las leyes (art. 19 C.N.) y ni las autoridades del Estado ni la sociedad deben hacer la vista gorda ante esta clase de sucesos, porque la falta de prevención y la impunidad que promocionan las tendencias freudianas son capaces de hacernos retroceder a una servidumbre impuesta por una minoría de jóvenes rebeldes, probablemente conducidos por ideólogos cultores de versiones sofisticadas del materialismo histórico.
La profanación de la iglesia de San Ignacio de Loyola de Buenos Aires representa un grave atentado no sólo contra el culto católico (como también lo serían contra los templos de otras religiones), sino contra la historia de nuestra patria, y es, por cierto, una ironía que los estudiantes que la profanaron pertenezcan a un establecimiento educativo dependiente de Universidad de Buenos Aires, cuyo acto público de nacimiento ocurrió precisamente en ese lugar, que la mayoría de los argentinos amamos o, al menos, sabemos respetar con tolerancia y venerar como parte de nuestro acervo histórico-cultural.
El autor es miembro de número de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y académico honorario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid
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