El uso excesivo de las pantallas en el aula
La educación infantil enfrenta en la actualidad un desafío que requiere atención inmediata: el impacto del uso excesivo de las pantallas en el desarrollo de la lectoescritura y las habilidades psicomotrices de los niños. Este fenómeno, ampliamente extendido en los entornos escolares y familiares, genera preocupación entre docentes, especialmente en la educación primaria, donde las consecuencias son más evidentes.
Uno de los problemas más recurrentes que mencionan las maestras es la falta de atención de los alumnos. Ante esta situación, resulta fundamental identificar las causas subyacentes. ¿Se trata de una consecuencia directa del uso excesivo de dispositivos digitales o es una señal de carencias en la planificación de las clases? Esta pregunta es clave para orientar las intervenciones pedagógicas necesarias del año escolar que comenzará dentro de poco.
Está comprobado que durante la primera infancia, así como en las etapas iniciales de desarrollo de la lectoescritura, los niños necesitan dedicar tiempo significativo a actividades que promuevan su desarrollo cognitivo y psicomotriz. Estas actividades incluyen aprender a tomar el lápiz de manera adecuada, coordinar los movimientos de la mano al escribir y desarrollar la capacidad de interpretar textos escritos. Sin embargo, el uso excesivo de pantallas en el aula amenaza con desplazar estas experiencias fundamentales, limitando el desarrollo del pensamiento reflexivo y las habilidades necesarias para la escritura.
El aprendizaje de la lectoescritura no es un proceso automático, requiere un compromiso activo por parte del niño y un ambiente propicio para fomentar la concentración y el esfuerzo sostenido. Las pantallas, con su naturaleza rápida y frecuentemente superficial, tienden a estimular respuestas inmediatas en lugar de procesos reflexivos. Esto puede interferir con la incorporación de habilidades esenciales que son necesarias para comprender y producir textos escritos.
Por otro lado, es crucial reconocer que el problema no radica exclusivamente en las pantallas, sino también en la manera en que estas se integran al entorno educativo. Si bien los recursos digitales pueden enriquecer el aprendizaje cuando son utilizados de manera equilibrada, su uso indiscriminado puede llevar a una desconexión de las prácticas pedagógicas tradicionales que han demostrado ser efectivas a lo largo del tiempo.
En este contexto, la solución no implica demonizar la tecnología, sino encontrar un balance adecuado que priorice el bienestar y el desarrollo integral de los niños. Esto requiere de un enfoque pedagógico que fomente la participación activa de los estudiantes en actividades que estimulen tanto su mente como su cuerpo. Además, los docentes deben recibir capacitación constante para adaptar sus estrategias de enseñanza a las demandas de un entorno tecnológico, sin descuidar los aspectos fundamentales del aprendizaje.
La educación infantil enfrenta un momento decisivo en el que debe equilibrar los beneficios potenciales de la tecnología con la necesidad de mantener prácticas educativas que fomenten el desarrollo integral de los niños. La clave está en reconocer que las pantallas son herramientas, no sustitutos, de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Solo así se podrá garantizar que las nuevas generaciones estén equipadas con las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos del futuro, sin sacrificar los fundamentos que constituyen su desarrollo personal y académico.ß
Maestría en Dirección de Instituciones Educativas de la Universidad Austral
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