El único pacto posible es entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri
Harta de “sarasa”, Georgieva pide un plan; la confusión entre mercado y empresariado; ahora que vienen los ajustes, el Gobierno llama a la oposición; movimientos en la Iglesia; la disparada de los precios de los alimentos en medio de la campaña
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Hay una enorme discusión, argumentaciones cruzadas, especulaciones. Vamos a ponerlo en términos del ministro Martín Guzmán: una extraordinaria capa de sarasa sobre la política económica.
Pero, si uno despeja esa hojarasca, hay una especie de percha de la que cuelga todo lo demás. Se trata de un obstáculo central, que organiza el resto de la problemática agenda argentina. Es la falta de discurso del Gobierno frente a una escena que debe administrar, y que ahora, ante gravísimas dificultades, prefiere compartirla con la oposición o tirársela a la oposición.
Ese problema central fue definido en declaraciones públicas por la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, interlocutora de Guzmán la semana pasada en Washington. Kristalina Georgieva dijo lo siguiente sobre la Argentina, es una frase y ahí está todo: “Falta un plan.”
Dijo todo lo que dice un funcionario internacional y a lo que está obligado: estamos dialogando, trabajando constructivamente, pero la clave del mensaje está al final: “Estamos esperando un programa”. Es decir, lo que Fondo espera es un plan. Podemos discutir el problema de las tasas que se le cobra al país por haber pedido por encima de lo que le corresponde, podemos hablar para más adelante de si el período de gracia puede ser ampliado, charlar sobre los estatutos del Fondo. Pero toda esa discusión es una gran cortina de humo para esconder esta frase: “Estamos esperando del señor Alberto Fernández y de Martín Guzmán un programa que nos parezca creíble”. Esto lo dice Georgieva de un gobierno cuyo presidente, delante del Financial Times, se ufanó de no tener programa, de no querer tener programa económico.
Esto parece una cuestión técnica entre un directivo de un organismo de crédito que está negociando con la Argentina por una acreencia importantísima que tiene el organismo con un gobierno, pero en realidad todo el mundo está esperando un programa. Todos. Los inversores, los consumidores, los ricos. Y, sobre todo, los pobres, que son los que padecen más la consecuencia más directa, más impactante de la falta de un programa, que es la inflación.
Cuando el Gobierno dice, como dijo Guzmán, como repitió Manzur, en New York, como repiten los funcionarios todos los días -se lo dijeron a los empresarios-: “Tenemos un compromiso de llegar a un acuerdo con el Fondo”, están diciendo palabras vacías. Lo que nos tiene que explicar el Gobierno es cuál es el programa sobre el que se va a basar el acuerdo, porque un acuerdo sin programa es -vuelvo a citar la terminología técnica de Guzmán- sarasa.
La falta de un programa se puede ver en números. El año pasado, cuando se estaba discutiendo la deuda con los acreedores privados, el Gobierno recurrió al Fondo Monetario Internacional para que le prestara asistencia técnica. Esto es importante: no era la opinión del Fondo, es como si hubiera contratado a una consultora. El Fondo, a través de técnicos, presta una asistencia técnica para determinar cuáles deberían ser los números macro de la Argentina que le permitieran pagar lo que se comprometía a pagar frente a los acreedores.
Por qué importa esto. Porque el Gobierno usó ese dictamen frente a los acreedores como la opinión del Fondo. Y no es la opinión del Fondo. Está dicho expresamente. Esto es interesante: no vaya a ser que a Georgieva le vaya a caer otro problema por haber usado en la negociación con los acreedores -no ella, sino el Gobierno-, como si fuera oficial del Fondo, una opinión que en realidad no lo era. Por ahí algún bonista dice: “A mí me engañaron con esto”.
Pero vayamos a lo central, a lo que importa. En aquel momento el Fondo [los técnicos del Fondo que prestaron asistencia técnica] les explicó a los acreedores cuáles iban a ser los números de la Argentina para que la deuda fuera sustentable, es decir, para que se pudiera pagar.
Proyectaban para 2020 un déficit fiscal de 1,6% y para 2021 un déficit fiscal de 8 décimas. Esos números, que son los que prometía Guzmán, que aseguraba el Fondo, son números que quedaron completamente fuera de la realidad y estamos en -5,6% para el año pasado y -4 para este año.
Esto es muy interesante porque, cuando Guzmán negocie finalmente un programa con el Fondo, parte del acuerdo va a consistir en que el organismo tiene que certificar -ahora sí, oficialmente, el Fondo- si la deuda es sustentable. Y es muy probable que, con el rendimiento que tienen los bonos argentinos, el nivel de riesgo país el Fondo no pueda afirmar que el nivel de deuda argentina es altamente sustentable, que es la aspiración de Guzmán.
Con lo cual va a haber una contradicción entre ese estudio técnico y lo que realmente sucedió. Y esto posiblemente lo esté preocupando a Guzmán, que está tan obsesionado en mostrar sobre todo frente al mundo académico que él hizo una gran negociación de la deuda, tanto que una de las explicaciones de por qué se demora el acuerdo es esta. Que él no puede conseguir ahora el sello de calidad del Fondo sobre la negociación que hizo el año pasado.
La falta de programa complica cada vez más la posibilidad de un acuerdo y va a complicar cada vez más políticamente al Gobierno. Hay una gran desorientación dentro del oficialismo respecto de si se van a aprobar o no las exigencias, que son cada vez más claras, que podría tener un acuerdo con el Fondo, por el gran desequilibrio que hay en los precios en la Argentina. Y para percibir ese desequilibrio hay que mirar otro gráfico, que es bastante elocuente. Y que expone la diferencia entre tipo de cambio, inflación y tarifas en los gobiernos de Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
Veamos cada Gobierno. Este es el aumento que tuvo el tipo de cambio durante los gobiernos de Cristina: 22,6%, frente a la inflación, que fue de 29,3%, y con aumento de tarifas de 23,2%. Hay que prestar atención a ese retraso tarifario, que es la diferencia entre la inflación y el precio de los servicios públicos, básicamente electricidad y gas.
Durante el gobierno de Macri, hubo un dólar adelantado, de 57%, una inflación del 40% y tarifas de 91,3 por ciento. Mucha gente del Gobierno de Macri dice, refiriéndose a esa actualización tarifaria: “Hicimos un disparate que explica por qué perdimos las elecciones”. Porque el peso de las tarifas sobre los gastos de la gente durante ese período se volvió insoportable. Cristina mira todo el tiempo esos números y lo ve como una lección: “Cuidado con tocar las tarifas”, advierte. Eso explica por qué Alberto no las toca.
Alberto tuvo en 2020 un tipo de cambio de 33,5%, una inflación de 35,6%, y aumento de tarifas de 1%. Uno por ciento de aumento de tarifas contra 35,6% de inflación. Esa diferencia es clave, eso se paga con subsidios. Eso se paga con lo que pagamos de impuestos. Gran parte del desequilibrio fiscal se explica por esa diferencia, que la volvemos a tener este año.
Este año se calcula que la inflación anualizada es del 51 por ciento y la actualización de tarifas es del 11,4 %. De eso van a tener que hablar con el Fondo. Cuando el Fondo discuta un programa en serio con la Argentina, lo que le va a preguntar es cómo va a hacer para reducir el déficit fiscal, que implica este atraso tarifario. Porque esa diferencia la están pagando los contribuyentes con impuestos. No es que no se paga. La pagamos entre todos. Entre todos les pagamos a los que más tienen y se benefician también de este subsidio al gas y la electricidad.
Cuando le vaya a explicar Guzmán a Cristina el acuerdo, este acuerdo que ellos dicen a ciegas que quieren firmar, habrá que ver si ella quiere actualizar este desequilibrio e ir a un tarifazo. Es ante esa escena que uno se plantea un gran signo de interrogación respecto de si, cuando dicen en el Gobierno que quieren un acuerdo con el Fondo, saben de qué están hablando. O si vamos a una fisura dentro del oficialismo respecto de cómo sigue este proceso, de cuál es la hoja de ruta. Mientras tanto, Georgieva sigue insistiendo en lo esencial: “Estamos esperando de la Argentina un programa que nos resulte creíble”.
Todo este panorama tan confuso, tan incierto, esta bruma no se refiere a los próximos diez años, sino a los próximos dos o tres meses. Alberto Fernández se comprometió, con todos los problemas que tiene con el reloj, a firmar el acuerdo en febrero. Es decir, esos ajustes los tiene que resolver de acá a febrero. Es una gran nebulosa económica de una Argentina con una altísima inflación que se pretende resolver con un discurso engañoso en medio de la campaña electoral. Es un discurso compuesto de palabras, de gestos, de fotos.
Se trata de un giro del Gobierno hacia el empresariado. Y nos quieren hacer creer que es un giro hacia el mercado. Es una gran confusión que existe en la Argentina. Una cosa es el mercado, donde todos nos movemos y operamos libremente, en la medida que nos dejan operar libremente, y otra cosa son los empresarios.
Cuando uno ve las reuniones que salen bien, como la que organizó por ejemplo Francisco de Narváez, donde dijo en nombre de los empresarios de esa mesa: “Estamos entusiasmados” (varios dijeron “no habla por mí”), cuando uno mira esa mesa, mercado hay muy poco ahí. Son nueve empresarios, todos regulados. La fortuna de cada uno de ellos depende de un decreto. Los empresarios del mercado son los que hoy se están peleando con Feletti por la regulación de precios. Quiere decir que hay una especie de confusión deliberada por la cual, con la foto con los empresarios nos quieren hacer creer que es una marcha de la Argentina hacia más mercado, hacia una mayor libertad económica, y hacia un mayor respeto de la iniciativa privada.
Esto es una recomendación, tengo entendido, que le hace el representante argentino en el Fondo, Sergio Chodos, que hace tiempo está sin GPS, a Guzmán, para decirle: “Mirá, si lo que querés es mejorar la imagen del país acá en Washington, lo mejor es que se muestren con empresarios”.
En este contexto, Alberto Fernández emocionado nos dijo hoy que él defiende el mantenimiento de un régimen de Tierra del Fuego de inversión privada y de avance tecnológico. Es un régimen por el cual alguien importa un bien desarmado, lo arma en Tierra del Fuego, le pone una caja argentina y un sello argentino, muy poco más, y eso pasa como una creación tecnológica argentina. Para lo cual no paga impuestos a las Ganancias, no paga importación, se salva del IVA y lo vende en el resto del país a un precio alto, ya que cualquier bien importado que compita con ese bien se vuelve carísimo. Esos bienes que quieren competir con los que se ensamblan en Tierra del Fuego deben pagar un arancel que los deja fuera de competencia.
Este régimen, que surgió en la época de los militares con la idea de que la Argentina iba a ser invadida, es tan irracional que está radicado en Tierra del Fuego, una provincia predestinada a tener una gran industria maderera, una gran industria del turismo, una gran industria pesquera. Pero nosotros hemos inventado ir a “producir”, ensamblar bienes electrónicos a cuatro horas de ida y cuatro de vuelta. Es decir, ocho horas de flete por la distancia de los grandes centros de consumo. Y a todo eso lo protegemos con un arancel especial. Obviamente los empresarios que hacen esto están felices. Es un negocio no con bienes electrónicos. Es un negocio con impuestos. Y básicamente hay dos empresarios que celebran: uno se llama Rubén Cherñajovsky, que financia generosamente las campañas del PJ, y el otro se llama Nicolás Caputo, el socio y hermano de la vida de Macri. Acá no hay grieta.
Acá lo que hay es financiamiento de campaña con negocios otorgados por el Estado con una protección extraordinaria. Esto nos los presentan como una ida al capitalismo. Ahora se amplía porque hoy nos anunciaron que va a haber una zona franca en Río Gallegos, que es muy distinta a la que elaboraron en su momento el gobernador Néstor Kirchner, el ministro Julio de Vido, y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, de la Nación, que era una zona franca que permitía desarrollar el comercio en toda la provincia. Ahora es un freeshop. Es un shopping en Río Gallegos donde uno va a poder comprar cosas importadas sin arancel para desgracia de todos los comercios de la provincia.
Esto, que tengo entendido es promovido por una familia dueña de Duty Free, de negocios, justamente no arancelados, es lo que nos presentan como un avance hacia el desarrollo y el capitalismo. Es una gran confusión. Un tipo de capitalismo como el que defendió Cristina Kirchner en la Esma. El discurso en la Esma de la vicepresidenta fue muy interesante porque hizo una crítica muy explícita al régimen comunista. ¿Qué tiene de interesante? Que en el Frente de Todos - hay que recordarle esto a Cristina Kirchner- está el Partido Comunista.
Es decir, cuando uno mira los partidos que forman parte del Frente de Todos, entre ellos está el viejo PC argentino, cuyas prácticas fueron criticadas tan severamente por Cristina este fin de semana. Dijo: “Si ustedes quieren entender el socialismo real vean Good Bye Lenin”. Parece una evocación de aquella canción de Alberto Cortés, Los americanos, que decía: “Si conocen historia no es por haberla leído sino por haberla visto en el cine americano”. Cristina Kirchner hizo una defensa del capitalismo, pero al mismo tiempo aclaró que el que debe mandar es el Estado. Es un tipo de capitalismo como el de las mesas de empresarios, o el del régimen de Tierra del Fuego, donde quién se queda con el negocio, quién gana y quién pierde, cómo se distribuyen los recursos y cómo se aplica la inversión lo define un funcionario sabio. Como ella.
Algo parecido pasó con las vacunas. Esta fue la razón por la cual no importaban Pfizer. La única vacuna posible tiene que ser una vacuna con empresario local, que es el empresario que termina financiando la política. Es un sistema “estadocéntrico”. Que la vicepresidenta defiende hoy, durante la campaña, como capitalismo. Sin embargo, hay algo en lo que plantea Cristina que es cierto. Existe una relación entre política, capitalismo y economía. Y es que al Gobierno argentino le están pidiendo un programa, y ahí sí, para elaborar un programa, se necesita política. Cuál es la razón por la que Georgieva va a seguir esperando: esa razón es que hoy lo que fracasa en el oficialismo es la política.
Por un lado está Guzmán explicando a los inversores en New York que esto es capitalismo. Y lleva la foto con los empresarios para mostrarles. Y por el otro está Feletti diciendo a los empresarios que va a mandar a los inspectores de la CGT y La Cámpora, como si la CGT y La Cámpora pudieran inspeccionar algo.
Por un lado tenemos a Cristina, y por el otro a Alberto Fernández, tan distanciados que hubo que hacer dos festejos del 17 de octubre, uno el domingo y otro el lunes. Con dos discursos y dos elencos totalmente distintos. Esta fractura política, esta división, esta grieta interna es la que impide formular un programa y decidir qué se va a hacer con el desequilibrio de precios, la inflación, con los sucesivos cepos que va teniendo no la economía: la vida argentina.
En este gráfico de AlphaCast, de Luciano Cohan, se ve claramente que hay un salto en la inflación principalmente en comida y bebida. Es el corazón de la inflación, y es lo que más les pega a los pobres. Es lo que más le pega al voto que está yendo a buscar el Frente de Todos.
El gráfico muestra un promedio de cuatro semanas, con el promedio de las cuatro semanas anteriores. Por eso es interesante, porque muestra no lo que está pasando hoy sino la inercia de lo que se va a acumulando de un mes contra otro.
La inflación en comida y bebida está por encima del 5 por ciento. Y dado que es una inercia, que toma las últimas cuatro semanas, respecto de las anteriores, debemos suponer que esto va a ser muy difícil de revertir: acá está el problema de la elección.
Este es el problema del Gobierno, este es el problema de la Argentina. Porque esto explica el deterioro de la variable que más explica el voto: el salario real. Entonces la pregunta es cómo se resuelve este problema. La pregunta es, de nuevo, cuál es el programa. La última respuesta del Gobierno es que se resuelve con un pacto con la oposición. Cuando hay que hacer un ajuste, que implica pagar un costo político muy importante, el Gobierno dice: “Vamos a llamar a la oposición”. Lo anuncia Sergio Massa, en una extensa entrevista que le dio a Infobae, el domingo.
En esa entrevista anuncia un acuerdo con la oposición. Y dice algo extraordinario: “Yo sé que si lo anunciamos ahora nos van a decir que no”. Es decir, el acuerdo va a fracasar. Entonces uno se pregunta por qué lo anuncia ahora. ¿Por ganas de hacer daño? No. Porque está obsesionado con Manzur. Manzur vende lo que él vendía. Acuerdo con Estados Unidos, relación con el empresariado, peronismo clásico. Fue al norte, se entrevistó con los mismos inversores con los que se entrevista Massa cuando va al norte. Se apresuró a anunciarlo él, explicando que como lo estaba diciendo en plena campaña iba a ser rechazado. Lo cual, obviamente, sucedió.
Lo más interesante de Massa es que, en la misma entrevista en que promueve un acuerdo con la oposición, dice que el drama de la Argentina es que estuvo cuatro años tomando deuda para fugar capitales. Es decir, todo lo que nos pasa de malo se debe a la oposición. Es muy difícil que la oposición, si ese es el diagnóstico, acepte un acuerdo. Se le puede pedir cualquier cosa a la oposición menos que se suicide en público. Massa en esta entrevista le está pidiendo que se suicide en público. Lo mismo que Guzmán. Fue a los Estados Unidos a decir esto a los inversores, es la explicación que da Guzmán de la inflación que analizamos. Dice Guzmán: “Recordemos que en el año 2016 bajo el gobierno anterior buena parte de quienes hoy están presentes empezaron a invertir en la Argentina con una expectativa de un sendero que luego colapsó y eso generó problemas de credibilidad muy fuertes producto de ese modelo económico fallido anterior. Y hay heridas que ir sanando”.
Síntesis, tenemos un problema de credibilidad, la baja credibilidad la heredamos del gobierno anterior. Eso es increíble. Heredar la credibilidad de otro, o la mala credibilidad de otro, es una herencia impensada. “Y ahora lo que estamos haciendo es curar esas heridas”, dice Guzmán. Se lo dice a gente que habla de plata. El público esa tarde no era un público que se dedica a la biología, es un público que se dedica a las finanzas. Sabe perfectamente, y probablemente más que Guzmán, cuál es el problema de la economía argentina. Porque juegan plata en la economía argentina y pierden plata en la economía argentina. Él les explica que el problema fue la oposición. Es el punto de partida para que no haya un acuerdo.
Por otra parte, lo que hay que entender es la dinámica de los acuerdos. El acuerdo no lo va a hacer Alberto Fernández con Larreta, o Massa con Larreta. O el sector moderado del Gobierno, Manzur, la CGT, los peronistas, con los de la oposición. No va a haber ningún opositor que se siente a esa mesa si no está sentada antes Cristina. La oposición no se va a prestar a suscribir ajustes para que después Cristina los denuncie por haber hecho ajustes mandados por el Fondo. Lo primero que debe hacer el Gobierno: Massa, Manzur, Alberto Fernández es sentarla a Cristina. Y después convencer a Macri. Porque Larreta, Vidal, Santilli no se van a sentar a firmar un acuerdo para que Macri los denuncie por colaboracionistas con un gobierno fracasado.
Síntesis. El acuerdo que anuncia Massa prematuramente, frustrándolo en el propio anuncio, el acuerdo que dice Guzmán que hay que hacer porque se lo pide el Fondo, es un sólo acuerdo posible: entre Cristina y Macri. ¿Es pensable eso en la Argentina? Esta es la viabilidad política de ese acuerdo, del que nacería el programa que está esperando sentada, en Washington, Georgieva. Mientras tanto, el Gobierno aspira a que otros sectores le traigan a la oposición, como la CGT, la Iglesia. La Iglesia que ha tomado distancia del Gobierno. Francisco ha tomado distancia de Alberto Fernández. Lo explicó muy bien el Arzobispo de La Plata, Víctor Fernández, en una nota publicada en LA NACION, en la que hizo una descripción descarnada del abandono por parte del Gobierno de las preocupaciones de la vida económica y social. Es importante monseñor Fernández, porque es muy probable que deje de ser arzobispo de La Plata para ser arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires en reemplazo de Monseñor Mario Poli, que se jubila. Es decir, que Fernández termine siendo cardenal primado de la Argentina.
Si uno quiere saber de alguien que habla con el Papa, no sé si todos los días, pero dos veces por semana seguro, ese es el Arzobispo Fernández. La voz de Fernández criticando al Gobierno es muy probable que sea la voz de Bergoglio. Y esto es importante para todo el grupo de funcionarios, inclusive algunos sacerdotes, que tienen la expectativa de que el Papa viaje a la Argentina para bendecir un acuerdo tan trabajoso. Un Papa desencantado con el Gobierno.
Todo esto es el horizonte. Pero antes que el horizonte está la campaña. Pareciera que lo único visible, lo único tangible es la campaña. Y en la campaña el Gobierno sólo confía en la movilización. ¿Están tan movilizados los intendentes y los gobernadores? Sobre todo los intendentes del conurbano. Hay algunos que dicen que no se están moviendo tanto porque es un riesgo salir a tomar contacto con la gente. Por qué: porque hay miedo al insulto. Hay miedo en la piel. La dirigencia se apartó demasiado de la sociedad y ahora hay miedo de retomar el contacto porque puede salir mal. Aún así el Gobierno confía en su capacidad de movilización y confía en la desmovilización de la oposición.
Acá hay algo a tener en cuenta. La oposición en las Primarias corrió con una ventaja en la provincia de Buenos Aires. Competían en una interna. Se movían los del Pro detrás de Santilli, se movían los radicales detrás de Manes. Eso le dio un enorme dinamismo a la vida de Juntos. Los que buscaban el voto para Manes, ¿lo seguirán haciendo con el mismo ahínco? Habrá que ver. Este es un factor que puede jugarle en contra a Santilli. La pregunta es: los otros ¿se despertaron? Los oficialistas, que tienen que salir a buscar el voto para Tolosa Paz, ¿están activos o siguen desmovilizados por miedo?
Cristina qué hace en este panorama. El kirchnerismo es un mito, nos dice de golpe. “Ya Néstor me decía -habrá que ver si se lo decía, seguramente sí- ‘nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio, pero nosotros somos peronistas’”. ¿A quién se lo está diciendo?: a los intendentes peronistas, a los gobernadores peronistas, a los votantes peronistas, a los votantes de Randazzo, es decir, a los ninguneados del kirchnerismo. Hay que decirles que era una ficción esto de que veníamos a hacer otra cosa con algo que se llamaba Unidad Ciudadana. Ahora somos todos peronistas de Perón. Porque hay que movilizar a ese que está desmovilizado porque no se sintió incluido.
Por eso hay quienes interpretan que el acto en la CGT es un acto a favor de Fernández y no de Cristina y hoy Fernández en la reunión donde anunció el régimen de Tierra del Fuego dijo que era para desarrollo producción y trabajo, el lema de la CGT.
La otra pretensión del Gobierno es recuperar la bandera de los derechos humanos que fue abandonada en Nicaragua, en Venezuela, y que ahora intentan recuperar de manera tan discutible en Chile con la defensa de Jones Huala. Yendo a revisar qué calidad tiene la justicia paraguaya en el caso de dos niñas que van a participar de la vida de un padre acusado de guerrillero. Qué calidad tiene la justicia española.
Es interesantísimo que Alberto Fernández le dedica un tuit a un fallo de la justicia española sobre un problema de la biblioteca de Valencia el 17 de octubre. Hay varios tuits que le contestan: “Qué diario estás leyendo”. La jueza Servini de Cubría es otro ejemplo de lo mismo: va a revisar a la justicia española, con el oportunismo que la ha caracterizado a lo largo de su carrera, procesando a un prócer de la transición como es Rodolfo Martín Villa, con argumentos y datos equivocados de la vida de Martín Villa, que ya fueron corregidos por la Cámara federal de Buenos Aires. Todo esto es un intento defectuoso de recuperación de los derechos humanos como bandera en medio de la campaña electoral. Bandera que la llevó a Cristina a utilizar la Esma para un acto proselitista. ¿Cuánto pesa todo esto frente al gráfico de más de cinco por ciento en el precio de los alimentos? Esta pregunta que nos lleva a otras preguntas. ¿Cómo se corrige ese problema? ¿Va a haber aumentos de tarifas después de la elección? ¿Va a devaluar este Gobierno? Sería más inflación. ¿Con qué argumento va a ir el Gobierno a presentarle a Georgieva el programa que está esperando?
Esta es la única pregunta. Volvamos a Georgieva, veamos qué nos dice. “La tarea más importante para el país es dar esa hoja de ruta sobre cuál es la dirección hacia la que va a ir y cómo sabemos que está llegando a destino”.
Qué dice Georgieva. Lo único que queremos saber de Alberto Fernández y Guzmán es cuál es su hoja de ruta, por dónde quieren ir y, sobre todo, a dónde quieren llegar.