El "tren bala" que nunca fue
El siguiente artículo ganó el año último el Primer Concurso Periodístico de la Fundación Germán Sopeña
Recuerdo la primer vez que lo vi. Fue en 1988. Mi madre manejaba su Renault 12 blanco por la avenida de los Pioneros cuando de repente, por el carril opuesto pasó un camión que transportaba las partes del prototipo.
Construidas en el Centro Atómico Bariloche, serían ensambladas en Pilcaniyeu. Al día siguiente, en la escuela, no hablábamos de otra cosa más que del "tren bala".
Aunque así se lo denominaba comúnmente, no se lo puede llamar propiamente un tren, puesto que no funciona con vagones acoplados entre sí; como tampoco "bala", porque no alcanza altísimas velocidades. En realidad, su nombre original es STL (Sistema de Transporte Liviano) ya que su reducido peso es su característica más sobresaliente. El sistema requiere vehículos livianos y autopropulsados, para que circulen sobre un viaducto especialmente diseñado.
El STL nació como una iniciativa de Invap (Investigación Aplicada) y tenía la finalidad de unir San Carlos de Bariloche con Pilcaniyeu, ya que por aquel entonces había 200 personas que trabajaban en el proyecto de la planta de enriquecimiento de uranio, y según las estimaciones, aumentarían a más de 300. Debido a sus características, el sistema permitiría reducir el recorrido que separa a las dos localidades a 36 o 37 kilómetros, en lugar de los 55 que se deben recorrer yendo por una ruta. La proyección del sistema preveía que el viaje se realizaría en 20 minutos, contra los 65 minutos que se tarda actualmente. Esta reducción del tiempo se debería no tanto a la rapidez del sistema, sino por brindarle a los vehículos la capacidad de mantener velocidades constantes.
Lamentablemente el proyecto nunca se concretó, pues en el momento en que se estaban realizando los ensayos, la puesta a punto y la optimización del sistema, se produjo el cierre de la planta.
De todas formas se llegó a construir un tramo de ensayo de casi dos kilómetros, y un vehículo prototipo con capacidad para trasladar 40 pasajeros, compuesto de aluminio y plástico reforzado con fibras de vidrio. El peso de esta unidad era de aproximadamente 3,5 toneladas contra las 8 de un ómnibus convencional.
Todo terreno
La estructura del STL constaba de un ancho de trocha funcional de 1,5 metro, que se debería mantener entre ejes por vigas prefabricadas dispuestas en paralelo. A su vez, éstas se sostendrían sobre columnas de un diámetro variable de 1 a 0,6 metro y de un promedio de altura de 2,5 metros. Estas descansarían sobre fundaciones que variarían según las características del suelo y la altura del carril. Todos estos elementos de la superestructura serían prefabricados en hormigón armado-pretensado, por lo cual no requerirían mantenimiento a través del tiempo.
El diseño del carril sobreelevado le permitiría una independencia casi total de la topografía del terreno y la posibilidad de cruzar rutas y ríos. Especialmente apto para zonas de montaña, también podría ser utilizado en áreas urbanas. La implantación de sus fundaciones requeriría muy pocos movimientos del suelo, lo que lo hacía escasamente intrusivo con respecto a la flora y fauna. Otras de sus características era que el sistema podría operar aun bajo las condiciones climáticas más extremas, y resistir vientos huracanados de 150 km/h con ráfagas de hasta 200 km/h, y nevadas de más de 2,5 metros. También se habían previsto las heladas y los posibles movimientos sísmicos.
A pesar de la caída del proyecto de uranio enriquecido hubo otras posibilidades muy interesantes. Un inversionista francés lo propuso como un medio para hacer un circuito turístico entre la ciudad de Bariloche y el cerro Tronador. El estudio de factibilidad del proyecto prometía ser un negocio de alta tasa de retorno. Por otro lado, su circuito recorrería las costas de los lagos Gutiérrez y Mascardi, un viaje paradisíaco para cualquier turista. El proyecto interesó enormemente a las autoridades provinciales y municipales, por el potencial económico que significaba su implementación. Lamentablemente, autoridades de Parques Nacionales se opusieron por el daño forestal que ello implicaba y truncaron la idea desde el momento inicial, sin dar oportunidad alguna de realizar un estudio serio sobre el impacto ambiental. Sin embargo, un estudio posterior reveló que el mejoramiento del camino actualmente existente impactó mucho más seriamente en la flora y la fauna de lo que lo hubiese hecho el STL, con el agravante de haber costado cuatro veces más.
El STL también se presentó en una licitación en Indonesia en el año 1988, como sistema principal de transporte de pasajeros, para la ciudad de Yakarta. La licitación dio como primer oferente al STL, por su bajísimo costo de implementación. Desafortunadamente, la visita del jurado Indonesio a Pilcaniyeu para validar la decisión no coincidió con la terminación de la fase demostrativa del sistema. Ello se debió principalmente a los prolongados atrasos de los pagos del Estado Nacional al Invap, hecho que asfixió financieramente a la empresa, entorpeciendo la terminación del vehículo prototipo del STL.
Actualmente yace abandonado en medio del paisaje patagónico, como testigo silencioso de una promesa que nunca se cumplió.
Ya nadie recuerda al "tren bala" de Bariloche, inclusive algunos nunca oyeron hablar de él, tal como si nunca hubiese existido. En cierta forma, el STL es una metáfora de los distintos emprendimientos científicos argentinos, que comienzan con una buena idea pero nunca, ya sea por cuestiones políticas o de presupuesto, llegan a concretarse. Si queremos sacar este país adelante deberíamos luchar contra este vicio destructivo: la máquina del no hacer.