El Tratado de Paz con Chile: un ejemplo de diálogo y cooperación
En un mundo de crecientes tensiones geopolíticas, vale la pena recordar cómo la intervención del Vaticano y la vía diplomática evitaron hace 40 años una catástrofe que habría marcado para siempre la relación entre la Argentina y Chile.
- 3 minutos de lectura'
Hace cuatro décadas, la Argentina y Chile enfrentaron uno de los momentos más delicados de su historia compartida. La disputa territorial por el Canal de Beagle tensó las relaciones bilaterales al punto de amenazar con un conflicto armado en diciembre de 1978. Ambas naciones estaban bajo regímenes militares y el diálogo parecía un camino distante.
La intervención del papa Juan Pablo II marcó un giro decisivo. A través de la mediación de la Santa Sede y el compromiso de los gobiernos de ambas partes, se logró evitar la tragedia de la guerra y llegar a la firma del Tratado de Paz y Amistad el 29 de noviembre de 1984 (para entonces en la Argentina ya se había reinstaurado la democracia). Dicho tratado no sólo resolvió un diferendo histórico, sino que sentó las bases de una relación que, con el tiempo, se ha convertido en ejemplo de confianza mutua, entendimiento y cooperación entre naciones vecinas.
En un mundo donde los conflictos territoriales a menudo derivan en enfrentamientos armados, este hito es un valioso recordatorio del poder de la diplomacia para construir soluciones pacíficas duraderas. La Argentina y Chile eligieron el diálogo en lugar de la violencia, demostrando que incluso en contextos de alta tensión es posible priorizar la paz.
En palabras del papa Benedicto XVI, citadas este lunes por el papa Francisco en la Sala Regia del Vaticano, este tratado es “un ejemplo luminoso de la fuerza del espíritu humano y de la voluntad de paz frente a la barbarie y la sinrazón de la violencia y la guerra como medio para resolver las diferencias”. Estas palabras resuenan hoy con más fuerza que nunca, recordándonos el costo humano y social de la guerra, y el valor inconmensurable de la paz.
La relación entre la Argentina y Chile trasciende ideologías y gobiernos. Es un vínculo de fraternidad y cooperación que fortalece a ambas naciones y que podría haber sido muy diferente si en diciembre de 1978 hubiera prevalecido la agresión en aquellas islas del canal de Beagle. Imaginarnos los sufrimientos, las divisiones y el retroceso que un enfrentamiento armado habría dejado en nuestras historias comunes resulta estremecedor y genera una nueva oportunidad para la reflexión.
Hoy, a 40 años de este tratado, tenemos la responsabilidad de seguir defendiendo la paz como un camino hacia el progreso, el desarrollo y el entendimiento mutuo. Este aniversario invita a los líderes del mundo a pensar sobre la importancia de priorizar el diálogo sobre el enfrentamiento, tanto en las relaciones internacionales como en nuestras propias sociedades.
El 6 de noviembre, junto a representantes del gobierno nacional, participé de una misa celebrada en la Catedral Metropolitana en conmemoración de este histórico tratado que marcó un nuevo camino en las relaciones bilaterales con nuestro vecino trasandino y reafirmó nuestro compromiso con la paz y la cooperación. Este tipo de gestos no sólo evocan los logros del pasado, sino que también renuevan nuestra responsabilidad de preservar y fortalecer los valores que hicieron posible este acuerdo.
El Tratado de Paz entre Argentina y Chile es más que un logro del pasado; es una guía para el futuro. Hoy más que nunca, el ejemplo de Argentina y Chile debe inspirarnos a reforzar nuestros lazos y a mantener viva la llama del entendimiento y la cooperación, demostrando que, incluso en los momentos más complejos, es posible construir puentes que unan y transformen.
Secretario de Relaciones Internacionales del Pro