El tiempo de los poetas
Poesía de Croacia y de la Argentinapara descubrir vocessingulares
"Me he pasado la vida escribiendo poesía porque hay algo mío que no está donde yo estoy", dice Santiago Sylvester en las palabras preliminares de La conversación (Visor), libro que reúne la obra publicada por el poeta entre 1974 y 2016. Son doce títulos (Palabra intencional, La realidad provisoria, Libro de viaje, Perro de laboratorio, Escenarios, Café Bretaña, El punto más lejano, Calles, El reloj biológico, La palabra Y, Los casos particulares, El que vuelve a ver) que dan testimonio de la evolución del autor, y cuya lectura encadenada funde en la percepción de un solo volumen.
La escritura de Sylvester tiene la propiedad de convertir aquello que una pluma inexpresiva reduciría al tópico (la inspiración en los viajes y el trajín de las grandes ciudades, la evocación de la infancia o el recuerdo de padres y hermanos) en materia de piezas personales y auténtico valor lírico. Los distintos climas de época y las etapas de la vida encuentran eco en sus páginas. Textos de los años setenta deslizan alguna crítica a la explotación del hombre como engranaje del sistema productivo o al estilo de vida burgués en sus rasgos más hipócritas; en tanto que en el último libro, publicado en 2016, ya aparecen elementos como el correo electrónico y cuestiones relativas al peso de los años vividos, las claudicaciones del cuerpo.
También se revelan obsesiones más sutiles. Los poemas de Perro de laboratorio (1987) toman la prisión aséptica del ámbito veterinario para desplazar de manera perturbadora el sometimiento canino a la realidad del hombre-perro-castrado. Y en Escenarios (1993) aflora la preocupación por la falsa armonía de lo que sólo en apariencia está unido, por las contradicciones íntimas, por el humano desdoblamiento entre voluntad y deseo. La fuerte subjetividad que Sylvester le imprime a su obra termina de consolidar la singularidad de su mundo poético, en el que brillan algunos hallazgos filosóficos. En "El patio", poema sobre el modo en que la vida sigue y se renueva, escribe: "El largo pacto de la especie sirve de explicación,/ no de consuelo: la muerte (que sucede de a poco)/ sigue afligiendo a pesar de su frecuencia;/ y sin embargo, si existiera la resurrección,/ ¿quién quisiera resucitar sin condiciones?".
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Krivodol Press ha publicado, en traducción de Carmen Verlichak y en edición bilingüe Cronos, libro que al lector menos especializado le permitirá conocer poemas del escritor Dra?en Katunari?, nacido en Zagreb, Croacia, tierra de cuya literatura escasean las traducciones en las librerías porteñas.
El tema de Katunari es, efectivamente, el tiempo, aun en la dolida y extensa "Canción para Stepian", dedicada al hijo muerto en los enfrentamientos fratricidas de las repúblicas balcánicas. La voz del padre se pregunta allí qué habría ocurrido si el joven hubiera nacido en otro momento, un poco antes o un poco después. El tiempo en los poemas de Katunari? pertenece también a la dimensión de lo divino: es, a veces, Cronos, la implacable deidad, y otras, la lengua muda y sabia en la que Dios habla a los hombres. En ese sentido, uno de los poemas más logrados entre los que ofrece el librito es "La Edad", que lanza desde las primeras líneas una imagen potente: "La Edad es un fósil pequeño que vive en la oscuridad/ de un cántaro/ suspendido de una cuerda igual que un cubo de/ agua,/ por la piel y la forma se parece al cocodrilo,/ al lagarto y a la tortuga. Está inmóvil. El alimento/ y la luz lo dañan, apenas prueba algo/ en noviembre y diciembre, y eso es para todo el/ año."