El sueño en el espejo
En la entrega seis de la serie de notas por el aniversario de la muerte de Dante Alighieri, los reflejos entre la “Vita Nuova” y la obra del prerrafaelista Dante Gabriel Rossetti
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Hay pasiones y fervores que pasan errantes del arte a la vida y también, en dirección contraria, de la vida al arte. Puede ocurrir además que pasen de un artista a otro artista, e incluso de un arte a otro arte. Decía Chesterton que si alguien objetaba las pinturas de Dante Gabriel Rossetti porque representaban sueños diurnos tristes y sensuales objetaba sin más la existencia completa de esa pintura. La pintura de Rossetti le debe casi todo a Dante Alighieri. La pintura de Rossetti y la poesía de Rossetti, para ser claros, y esa pintura y esa poesía mantienen por su lado deudas recíprocas.
Rossetti, inglés de sangre italiana que había heredado de su padre una exclusiva pasión dantesca (hay una edición de la Divina Comedia anotada por él), dedicó innumerables poemas a Dante (“Dante at Verona”, “Francesca da Rimini”, “Dantis Tenebrae”, dedicado precisamente a la memoria de su padre”, hay más). No fueron menos las pinturas y dibujos: entre 1849 y 1881, el año anterior a su muerte, hizo no menos de cuarenta y tres, y treinta de ellos sobre la Vita Nuova. Uno es “El sueño de Dante”. Vemos a Beatrice (una Beatrice pelirroja, como siempre las mujeres de Rossetti, arquetipo de la mujer prerrafaelista) asistida en el trance por otras mujeres (también pelirrojas) y contemplada por el poeta.
Durante largo tiempo, la pintura de Rossetti padeció por su poesía, y la poesía por su pintura. Como hacía muy bien las dos cosas, nadie sabía en qué términos juzgarlo. Podía legítimamente concebir una pintura para un poema, y esa pintura, como pasa con “El sueño de Dante” tiene ya vida propia. El óleo concluido, en su gloria, no anula la fascinación de los trabajos preparatorios.
Dejó constancia el hermano de Rossetti, en 1853: “Él [Gabriel] está obsesionado con la idea de publicar su traducción de la Vita Nuova revisada e ilustrada”. El poema que está en el origen de la pintura “El sueño de Dante” procede en este caso de la Vita Nuova, que él mismo tradujo al inglés. Es parte de la canzone del capítulo XXIII: “Allor diceva Amor: −Più nol ti celo;/ vieni a veder nostra donna che giace−./ Lo imaginar fallace/ mi condussea veder madonna morta;/ e quand’io l’avea scorta,/ vedea que donne la covrian d’un velo;/ ed avea seco umilità verace,/ che parea che dicesse: −Io sono in pace”. En la traducción de nuestro poeta Roberto Raschella, que conserva hábilmente la madonna del original: “Entonces Amor decía: −No te oculto ya nada:/ ven a ver a nuestra dama que yace−./ El falaz imaginar/ me llevó a ver a madonna muerta;/ y cuando la había descubierto,/ veía que mujeres la cubrían con su velo;/ y ella tenía en sí humildad tan verdadera,/ que parecía decir: −Estoy en paz”.
La traducción al inglés de Rossetti daría lugar a una consideración que excede estas líneas periodísticas. Importa sin embargo señalar que Rossetti estuvo más cerca del original en otro poema suyo, más cerca aun de lo que estuvo en su admirable representación visual. Es uno de los poemas que Rossetti inhumó con el cadáver de su esposa (Elizabeth Siddal se había suicidado con una sobredosis de láudano) y que decidió después exhumar. No aparece en las ediciones primeras de sus poemas porque se juzgó. Muy inexactamente, que lastimaba el decoro. Se llama “Nuptial Sleep”. Simula hablar (y la simulación tiene algo de cierto) del cansancio que sobreviene después del coito, pero no es más que una alegoría. Dice: “Sleep sank them lower than the tide of dreams” (El dormir los hundió más abajo de la marea de los sueños”. Los sueños, separados de ellos, los miran hundirse. Esta observación milagrosa conduce al milagro último verso: “He woke and wondered more: for there she lay” (“El se despertó y se maravilló aún más, porque ahí estaba ella”). Es una variación del final de la canción de Dante: “Beato, anima bella, chi te vede!”