El sistema republicano fue modificado
No hizo falta reformar la Constitución, aunque sería la frutilla del postre
Hace ya un año que más del 50% de los argentinos vive preocupado por una posible reforma de la Constitución, que introduciría importantes cambios en nuestro sistema republicano, acercándonos a regímenes parecidos al de Venezuela y otros países de la región.
Con distintas consignas -y alentada por las redes sociales y partidos políticos de la oposición- la gente salió a la calle. Los carteles reclamaban al Gobierno –y a la misma oposición- por una justicia independiente y libertad de expresión, no a la re -reelección, basta de corrupción, no a la dictadura. La defensa de la Constitución y la República pareciera ser el paraguas que unifica los reclamos. Pero la sensación que queda, además de incertidumbre, es la de una gran desorientación.
La defensa de la Constitución y la República pareciera ser el paraguas que unifica los reclamos
Se oye en algunas calles: "¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cómo puede ser que para ejercer mis derechos, esos que siempre tuve, tenga que rezarle a la Corte Suprema? ¿Qué hacen los políticos, más allá de mirarse el ombligo y tratar se sobrevivir a la próxima elección? ¿Qué hicieron durante los últimos años para que esto no suceda?". No se oye: ¿Qué hicimos nosotros? ¿Hay algo que debimos hacer y no hayamos hecho?
Ensayo una respuesta para la persona común y corriente. El sistema republicano ha sido modificado por el kirchnerismo sin reformar la Constitución. Lo que muchos creen que caracteriza a la Argentina, valores y principios grabados a fuego en la Constitución y otras leyes, ya no existe. No hicieron falta mayorías especiales ni cambiar las palabras, fue suficiente cambiar el sentido de las mismas y su interpretación. Para ello, el modelo se apropió de todos los eslabones posibles de la cadena decisoria y de comunicación pública del país: gobiernos de provincias e intendencias, legislaturas, poderes judiciales, medios de comunicación, y asoció ONG y otras instituciones que le sirven de primera avanzada. Conocemos de memoria los medios utilizados para este abordaje y los nombres propios de los beneficiarios finales. La pasividad y acomodamiento de muchos de los que hoy no estamos de acuerdo con este nuevo sistema hizo otro tanto. Mientras unos luchaban a muerte por obtener todos los cargos unipersonales o la mayoría en los cuerpos colegiados, otros abandonaban lo público.
Dejar de mirarnos el ombligo o para arriba o para atrás
Tomada la cadena decisoria ya todo parece posible. Porque las palabras dicen ahora lo que el dueño de la cadena quiere que digan. La Constitución, leyes y reglamentos conservan las mismas palabras que antes, pero ahora dicen otra cosa. Las mayorías en el Congreso y en el resto de la cadena, basándose en el nuevo sentido de las palabras, aportan nuevas leyes, medidas, resoluciones y sentencias, acentuando el cambio de sistema. En la cadena todavía existen infiltrados que resisten. Pero cada vez menos, ¡quién se quiere inmolar!
En definitiva, vivimos en un nuevo sistema, menos democrático y menos republicano. No hizo falta reformar la Constitución, aunque sería la frutilla del postre.
Las próximas elecciones son una oportunidad para quebrar esa cadena, para volver a darle a las palabras su significado original. Pero ello requiere hacer nuestra parte, gente y políticos, dejar de mirarnos el ombligo o para arriba o para atrás.