El silencio de los inocentes
Los argentinos nos encontramos en medio de una tragedia de consecuencias imprevisibles. Y no hablamos de la pandemia, con sus gravísimos efectos sanitarios, económicos y sociales. Se trata de una descomposición estructural del tejido social, de la base de nuestra sociedad, derivado del 64% (2020) de niños pobres e indigentes. Ellos nos interpelan como la generación de los Bicentenarios, que hemos celebrado mientras esta tragedia se consolidaba y proyectaba de manera incremental.
Esto compromete casi de modo irreversible el desarrollo humano y federal con justicia social, exigido por la Constitución Nacional (art. 75, inc. 19). En 20 años aproximadamente -según la opinión unánime de todos los expertos- la Argentina verá cerrada su "ventana demográfica", es decir la oportunidad de desarrollarse antes de envejecer como sociedad, con todas sus consecuencias.
En 20 años aproximadamente -según la opinión unánime de todos los expertos- la Argentina verá cerrada su "ventana demográfica"
Pero los niños pobres e indigentes no votan. Y lo que es peor: no tienen voz. Es el silencio de los inocentes. Que no escuchamos entre tanta estridencia inútil y superficial.
Frente a esta amenaza aparece la necesidad de una política de estado que promueva la natalidad y establezca como prioridad la drástica disminución de la pobreza e indigencia infantil.
Pero, en lugar de ello, todavía en el tiempo de Navidad -un tiempo de vida, paz y esperanza para toda la humanidad, más allá de las creencias personales- nos encontramos en las vísperas de una decisión legislativa que regularía como "política de salud pública" la eliminación de los niños y niñas por nacer no deseados; transformando un delito en un derecho que debería garantizarse por todos los niveles de gobierno, pretendiendo imponerlo como de orden público en materia de salud y educación en contradicción también con nuestro régimen federal constitucional.
El aborto es un drama y al mismo tiempo una acción directa contra la vida del ser humano, frente a lo cual podría considerarse eventualmente -por esa doble significación- la situación particular de la mujer. Es un drama que debemos atender preventivamente y sin discriminación, poniendo a disposición todos los recursos públicos para cumplir la manda de la Constitución Nacional, art. 75, inciso 23, en relación con "el niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia". Pero también es siempre una inadmisible acción directa contra la vida del ser humano, que se evidencia en el grito silencioso del niño o la niña a punto de ser abortados.
Aquí vale recordar a San Juan Pablo II, quien dirigiéndose a toda la humanidad en su encíclica "Evangelium Vitae", expresaba: "58…Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar… Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido.". Efectivamente: se trata del silencio de los inocentes.
Y, desde otra perspectiva, al recordado presidente uruguayo Tabaré Vázquez:"Las legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia".
Lo que llevó al "ángel de los pobres", Teresa de Calcuta, a afirmar: "la amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente…"
La convergencia de la tragedia actual de millones de niños y niñas pobres e indigentes, de los miles eliminados basándose en los "protocolos" de la muerte y de los millones que podrían llegar a serlo de aprobarse esta legislación, es un punto de inflexión en la historia de nuestra patria.
"Es el grito ahogado de los niños que no pueden venir a la luz, de los pequeños que sufren hambre, …" afirmó el Papa Francisco el 18 de noviembre de 2018 en la Jornada Mundial de los Pobres.
Si seguimos ignorando el silencio de los inocentes, un día no muy lejano se manifestará como un grito ensordecedor: el de la angustia de una comunidad política que decidió no preservar -como absoluta prioridad- la vida, nutrición y educación de los niños y niñas, antes y después del nacimiento. De ello depende el futuro de nuestra Argentina.
Decano de la Facultad de Derecho, UCA