El señor González y su hermano mayor
Es mucho más pintoresco y especial, se llama Ulises y ya ha cumplido 76 años. Se lo considera solterón irreductible
El señor González es un hombre grande: un sesentón bastante bien plantado, dentro de lo que cabe. Hijo de asturianos, recibió el inevitable nombre de José. Le dicen Pepe. Su hermano mayor, mucho más pintoresco y especial, se llama Ulises y ya ha cumplido 76 años. Se lo considera solterón irreductible.
Se cruzaron casualmente por la peatonal Reconquista y se fundieron en un abrazo.
-¡Hola Ulises! Pero che, que bien se te ve!
- Sin embargo, sigo teniendo diez años más que vos.
- ¡Estás quemado! ¿Venís de Bariloche, algo así?
- No. Es que yo siempre tomo sol. Invierno y verano, todos los días, de once a doce, me pongo al sol en la terraza. Mientras hago mi gimnasia. Fierros, mancuernas, abdominales.
- Qué cosa. ¿Y con tanto sol, no tenés miedo de... de...?
- ¿Del cáncer? No. De algo hay que morirse. Yo, tomando sol, me siento veinte años más joven. El sol nos da energía, querido Pepe. A vos te haría bien. Estás de color verde. Bah, no te preocupes, todo el mundo está hoy de ese color. Los han obsesionado con el cáncer de piel. Para mantenerse sano hay que tomar un solo vaso de vino, comer cosas naturales y caminar mucho. Todo, sin exagerar.
Para mantenerse sano hay que tomar un solo vaso de vino, comer cosas naturales y caminar mucho. Todo, sin exagerar
- Claro, claro. Bueno, además vos siempre has viajado mucho...
- ¡No viajo más! De vez en cuando, si me alcanza la plata, un crucerito. Aunque sea a Brasil. Pero aeropuertos, no. Yo no piso más un aeropuerto. Mucha gente, muchas colas, muchos letreros luminosos, muchas horas de espera. Sentarse doce horas en posición fetal y comiendo chirimbolos de plástico. No, viajar ya no vale la pena. Unicamente en barco, o en tren.
- ¡Mirá vos! ¿Y a qué te dedicás, Ulises?
- A vivir en paz. Juego al golf, cobro una rentita, tengo mis amigas, de vez en cuando una novia. Amigos no. Son muy pesados: me hablan de los nietos, los bisnietos, la plata que no alcanza y los hijos que viven en Australia o en Francia. Muy aburrido, che. Pero amigas sí. Estoy lleno de amigas.
- ¡Qué increíble!
- ¿Por qué, Pepe, qué tiene de increíble?
- Bueno, con los años uno ya no se entiende con las mujeres. O sea, no sé cómo explicarte...
-¡Hoy en día todo se arregla, Pepe!
A vivir en paz. Juego al golf, cobro una rentita, tengo mis amigas, de vez en cuando una novia
- ¿En serio? ¿Pero vos usás... el Viagra?
- ¡Ah jaja ja! Eso ya es antiguo, Pepe. Se inventaron otras pastillitas más potentes, más efectivas, las microinyecciones, qué se yo, un montón de cosas. Si querés te recomiendo a mi andrólogo.
- No, gracias, no necesito.
- Bueno, Pepe, macanudo. Yo tampoco necesito anteojos, pero veo poquito y nada...
- Decime una cosa, Ulises. ¿Por qué andás tan perdido? No te vi en el cumpleaños de Cristina ni en la primera comunión de Yonatan...
- ¡Ah. No, eso me lo prohibió el médico! Nada de reunines con gente aburrida. Nunca juntarse con más de tres personas. Hace mal. Te aturde, te deprime, te roba horas de vida. Cuando uno es grande, tiene que cuidar los tiempos que le quedan por vivir. Nada de gente aburrida.
- Mirá vos. Y yo que sigo esperando la jubilación...
- ¡No esperes nada, Pepe, haceme caso! Cuando uno está a la expectativa de algo es porque está por suceder un cambio. Cambiar de auto, cambiar de casa, cambiar de mujer, tener un hijo, tener un bisnieto, cambiar de empleo, cambiar de país... ¡Los cambios son malos, José!
- ¿Te parece, Ulises?
- Será porque el único cambio que me espera es morirme, Pepe. Para mí, todo está bien como está.
- Sos un personaje, Ulises. O sea... ¿Estás bien, estás feliz?
- No, feliz no. Yo tuve un amor, hace como un siglo. ¿Te acordás?
- Ah, así. Aquella brasileña.
- Sí. Yo ahora sé lo que es la vida, pero no tengo con quien vivirla. Si hubiera pasado los últimos sesenta años con ella, estaría mejor.
- Ah, bueno, qué le vamos a hacer. Entonces... ¿No te voy a ver en ninguna reunión familiar? Un casamiento, una despedida, un aniversario...
- ¡Cruz diablo! Estoy muy ocupado, viviendo. Bueno, un beso a todos los tuyos. ¡Chau!
- ¡Chau, Ulises, chau!
El señor González se quedó mirando a su hermano, que se alejaba con paso ágil y la espalda recta, un poco a lo Maurice Chevalier.
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