El semillero
En el Centro Metropolitano de Diseño, seis artistas seleccionados entre 250 preparan las instalaciones que presentarán en cheLA el 9 de septiembre, durante el Festival de la Bienal. Los supervisan Pablo Siquier, Marcela Cabutti y Gustavo Diéguez
JUAN GUGGER. Experiencias mínimas
Su acento lo delata. Nacido en Deán Funes en 1986, Juan Gugger viajó desde Córdoba para participar de la bienal. Habituado a trabajar con colegas, de los seis artistas seleccionados parece ser el que mejor está aprovechando los talleres compartidos, ya que su obra fue concebida desde el principio para relacionarse con las demás. El deck de madera que está construyendo con materiales hallados en la calle marcará un camino posible para recorrer la muestra. En él se podrán encontrar, atrapadas entre la madera, "experiencias escultóricas mínimas" relacionadas con un tema que lo fascina: la basura diminuta que abunda en la región metropolitana.
RODOLFO MARQUÉS. Una máquina impredecible
Tiene algo de Emmett Brown, el científico de Volver al futuro. Rodolfo Marqués (San Antonio de Padua, 1982) se apasiona y habla sin pausa al referirse a la estructura metálica que armó con sus propias manos, y que pronto cobrará vida en forma impredecible. Sobre ella se desplazará "una máquina destinada a generar eventos aleatorios en el tiempo", explica mientras muestra los picos de sifón de soda que formarán parte de la instalación sonora. Una "apuesta compleja", admite, que ya provoca la admiración de sus colegas aunque aún no logren descifrarla. Con ese mismo espíritu creó una obra presentada este verano en el museo MAR y los dibujos que integraron Lo contrario de la magia el año pasado en el Malba.
FERNANDO SUCARI. Inestable equilibrio
Un cruce entre las composiciones de Giorgio Morandi y la materialidad de las obras de Adrián Villar Rojas. Así podría definirse el trabajo de Fernando Sucari (Buenos Aires, 1983), artista que trabaja con materiales descartables para dar forma a esculturas de cemento. Simples bandejas de plástico trascienden su función de contener comida para volverse piezas fundamentales en la construcción de coloridas columnas que simulan ser inestables. El trompe-l’œil es suficientemente eficaz para que tomemos conciencia del sutil equilibrio del que depende nuestra vida. Estos "tótems de la digestión" que conformarán su Despensa en cheLA invitan a reflexionar también sobre el deshecho, un tema muy presente en el arte contemporáneo.
ESTEFANÍA LANDESMANN. El peso de las imágenes
Son cientos de copias de una imagen, apiladas, que el público podrá llevarse y enmarcar. El recurso, ya explorado en la obra de Félix González-Torres y Mirtha Dermisache, suma una variante: a medida que las hojas de papel sean retiradas, esas manos registradas por Estefanía Landesmann (Buenos Aires, 1983) irán apareciendo o desapareciendo según cuál de las tres pilas se haya elegido. Interesada en "el peso de las imágenes", la artista buscará aportar las dimensiones de tiempo y espacio a sus fotografías, sometidas a un sutil proceso de degradación. Si bien las pilas se van materializando en el CMD, el verdadero trabajo tiene lugar en una imprenta de Pompeya, donde la cantidad de tinta se regula para lograr múltiples variaciones.
JOAQUÍN ARAS. Rastros de un asesinato
Un asesinato real. Eso es lo que prometía mostrar una película estadounidense filmada en la Argentina, que en 1976 se promocionaba con el argumento de que sólo había podido hacerse en Sudamérica, "donde la vida es barata". Su título, Snuff, dio nombre al género fílmico más perverso, que registra crímenes reales, y a la videoinstalación de Joaquín Aras (Buenos Aires, 1985), que devolverá las voces criollas a aquella producción. Así, intentará "repatriarla" y demostrar que el supuesto asesinato no fue más que una campaña de marketing. Graduado en Comunicación con medalla de oro, Aras logró ubicar a las actrices argentinas que participaron sin créditos de la película original y las convocó para su proyecto.
GABRIEL CHAILE. Los juegos de la ilusión
La basura y la forma de mirar también están presentes en la obra de Gabriel Chaile (Tucumán, 1985), que apeló a fotografías de noticias policiales como parte de su proceso creativo. No es esto lo que pensé cuando estaba en mi tierra se titulará su instalación, inspirada en una cita de Lenin: "Salvo el poder, todo es ilusión". Una montaña de basura cubierta por sal se ubicará bajo un techo que evocará la planta de una iglesia; de él colgarán hilos con plomadas que quedarán suspendidas a 50 centímetros del piso. El conjunto creará un clima casi místico y denso a la vez. "¿Cómo reconocemos una villa o un barrio residencial a primera vista?", se pregunta el artista, interesado en los aspectos formales que determinan la identidad de una comunidad.