El saxo secreto de La Pantera Rosa
El miércoles pasado, B.B. King hubiera cumplido 95 años. Para celebrarlo, volví a mi disco favorito de toda su discografiía, que es también uno de esos diez que me llevaría a una isla desierta: Live at The Apollo. Para empezar, porque fue grabado en un verdadero templo de la música afroamericana. Por allí desfilaron, entre otros, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Charlie Parker, Sammy Davis Jr., Aretha Franklin, Stevie Wonder, Michael Jackson y James Brown, que en 1962 grabó un álbum en vivo, canónico para la música soul. De algún modo, el peso de la historia se impone como un aura mágica en forma de blues. Fue gracias a ese disco de B.B. King (grabado en 1990 y editado al año siguiente, es decir, cuando yo tenía 12 años) que conocí la existencia del Apollo. Y lo evoqué la primera vez que vi in situ su clásica marquesina, en la calle 125, pleno Harlem, ese barrio de Nueva York al cual visitamos los peregrinos jazzófilos de todo el mundo.
El sello GRP había hecho un arreglo con Phillip Morris, que financiaba una big band dirigida por el notable pianista Gene Harris, en el que probablemente haya sido el mejor (¿el único?) aporte de una tabacalera a la humanidad. El show comenzaba con "When Love Comes To Town", una canción que Bono, el líder de U2, había compuesto en homenaje a B.B. King, y que el Rey del Blues había incorporado a su repertorio. La banda arranca tocando y cuando B.B. se calza a Lucille, su inseparable guitarra, toca una frase, serán unas diez corcheas, que se merece un premio Nobel.
Escuché muchas veces ese álbum en CD y hace poco lo conseguí en vinilo. Pero recuerdo el día que mi padre llegó con el VHS y lo vimos en el living de casa, como un verdadero acontecimiento. El repertorio incluye clásicos como el ineludible "The Thrill is Gone" y "Sweet Sixteen", pero recuerdo un momento en particular. Al final de "Since I Met You, Baby", un blues más bien lento con una melodía maravillosa, B.B. King menciona a Plas Johnson, y el saxofonista –que había hecho un solo extraordinario– se gana una ovación. Es con el único solista que tiene ese gesto en todo el concierto. Y ese fue el pie para que mi viejo me diga una frase reveladora: "Plas Johnson grabó la canción de La Pantera Rosa".
Los que nos criamos viendo sus dibujitos (antes de descubrir, incluso, las películas de Blake Edwards de las que se desprendió el personaje animado), supimos siempre que la música había sido compuesta por Henry Mancini. Pero es menos conocido quién es el intérprete de esa melodía que, para los estudiantes de saxo, es lo que "Escaleras al cielo" representa para los guitarristas. Ninguna canción de ningún otro saxofonista, en el amplio corredor que hay entre John Coltrane y Fausto Papetti, logró tanta repercusión como la de La Pantera Rosa.
Plas Johnson, sin embargo, es un personaje casi anónimo. Con una notable trayectoria, que incluye incontables (literalmente, miles) de grabaciones, nunca imaginó que esa mañana de 1963, convocado por Henry Mancini –a quien conocía desde que era un compositor junior que daba sus primeros pasos en el negocio de las bandas sonoras–, grabaría la canción que lo haría eterno. "Nos habían citado a las ocho de la mañana, y había una orquesta enorme, incluso con una gran sección de cuerdas", le contó al saxofonista, compositor, docente e historiador Monk Rowe en una entrevista de 1996. "Henry Mancini tenía el talento de matchear a cada canción con el músico indicado. Conocía muy bien a todos los músicos. Y, claro, conocía su propia música. Cuando termine´ de tocar, mis colegas aplaudieron. Y eso no ocurría nunca." Paradójicamente, por esa sesión que se volvería clásica Plas cobró únicamente la tarifa que establecía el sindicato.
"Cuando terminé de tocar, mis colegas aplaudieron –recordó Plas Johnson–. Y eso no ocurría nunca"
Hijo de un saxofonista que admiraba a Johnny Hodges, Plas se crió en Nueva Orleans, escuchando a artistas de dixieland y blues, entre ellos Dinah Washington, Duke Ellington, Louis Jordan, T Bone Walker y ¡B.B. King! Empezó tocando rhythm & blues y rock & roll, pero cuando se mudó a Los Angeles, su primer trabajo estable fue tocando jazz seis noches a la semana en Long Beach, junto al baterista George Jenkins –uno de los siete esposos de Dinah Washington– a quien le dedicaría el "G.J. ´s Blues". Pronto se integraría al circuito de las sesiones, trabajando con artistas de la talla de Nat King Cole, Frank Sinatra, Les Baxter (padre del sonido Exótica), Chet Baker, Marvin Gaye, Ry Cooder, Joni Mitchel y Tom Waits, entre muchos otros. De su extensa discografía como solista, se destacan dos grabaciones de mediados de los 70 para el sello Concord que atesoro en vinilo, The Blues y Positively, acompñado entre otros por Ray Brown y Herb Ellis. Está por cumplir 90 años y si no fuera por la pandemia, seguiría tocando. Su melodía, eterna, acompaña aún las sonrisas que nos sacan las aventuras lisérgicas de La Pantera Rosa.