El rol de liderazgo educativo
Sería redundante volver sobre nuestros deficientes resultados PISA, que tan difundidos, en buena hora, han estado desde 2013. Sin embargo, podríamos demostrar nuestra inteligencia colectiva si lográsemos virar el foco del diagnóstico que PISA provee para dirigir los esfuerzos a generar un plan de acción basado en las lecciones aprendidas por muchos países como consecuencia de los informes originados por esas evaluaciones.
La buena noticia es que hay consenso generalizado entre expertos nacionales e internacionales sobre cuál es la variable fundamental del sistema educativo en el camino de su recuperación: docentes altamente capacitados.
Esta es la clave y, a la vez, el gran desafío: ¿cómo logra un sistema elevar el nivel de formación de una masa crítica de docentes para que esa preparación se transfiera de manera directa a la experiencia del aula?
La respuesta a esta pregunta es indiscutiblemente multidimensional.
Una política educativa cuyo objetivo sea el desarrollo de una masa crítica de docentes estratégicamente formados para lograr en sus alumnos pensamiento crítico, comunicación efectiva, resolución de problemas, aplicación de conocimientos previos a situaciones nuevas, organización, perseverancia, creatividad e innovación, requiere: a) elevados estándares para el ingreso y egreso de la carrera docente; b) mejorar la calidad de la formación docente revisando los niveles académicos de institutos y profesorados; c) asegurar la profesionalización continua; d) lograr que los profesores de secundaria puedan concentrar su trabajo en una escuela; e) mayor autonomía de gestión en las escuelas; f) formación específica para los directores de escuela; g) sistema de evaluación permanente de escuelas, docentes y directores que acompañe los procesos de mejora escolar.
Concentrémonos en la formación específica de los directores de escuelas. Los directores, líderes educativos, son cruciales para lograr el desarrollo y la profesionalización de sus docentes hasta transformar sus equipos en "comunidades profesionales de aprendizaje". El campo del liderazgo educativo internacional viene cobrando relevancia como canal transformador desde hace 20 años. En un estudio realizado en el distrito escolar de Chicago, Estados Unidos, en 2002, los investigadores Bryk y Schneider encontraron que "los directores son cruciales en lograr confianza en las escuelas, lo cual tiene influencias excepcionales en la efectividad de una escuela". Se refieren a esto como "la centralidad del liderazgo de los directores en el desarrollo y la sustentabilidad de la confianza racional, lo cual establece las condiciones de éxito". Ellos concluyen que "sólo cuando los participantes demuestran su compromiso para ser parte de ese trabajo enfocado en la mejora, puede emerger una comunidad genuina de aprendizaje basada en la confianza racional".
Los docentes se ven profundamente comprometidos al trabajar en escuelas donde hay condiciones propicias para su desarrollo continuo y el trabajo según objetivos. Esas condiciones fundamentales son la formulación de una visión y misión institucional conjunta, un buen clima escolar, colaboración y altas expectativas, idea de liderazgo distribuido, garantía de espacios de planificación e intercambio de los equipos docentes y formación de docentes que aseguren un clima propicio de aprendizaje en sus aulas. Esta última es la variable comprobada de mayor influencia a la hora de lograr aprendizajes significativos, interés en los alumnos y desarrollo de competencias. Es el clima del aula, logrado por docentes efectivos, lo que garantiza dichos aprendizajes, pero es el director el que debe garantizar que los docentes se formen para trabajar bajo esas premisas.
El rol de liderazgo educativo abarca funciones administrativas y pedagógicas. Los ministerios de Educación provinciales no deberían intimidarse al pensar cambios estructurales que garanticen la formación específica de líderes educativos. La experiencia demuestra que los directores que reciben formación específica en temas de gestión educativa y liderazgo se sienten fortalecidos al momento de encarar la difícil tarea de gestionar sus organizaciones de alta complejidad.
Un buen ejemplo lo provee la provincia de Córdoba, a la vanguardia en este aspecto, que creó en 2010 el Instituto Superior de Formación para la Gestión y Conducción Educativa.
Acompañando la mirada internacional y la comprensión del impacto que esta iniciativa produce, algunas instituciones académicas y ONG han venido desarrollando programas de formación de directores. Tal es el caso del programa "Directores: líderes en acción", de la Universidad de San Andrés, por el que hacia fines de año habrán pasado más de 500 directores. Asimismo, la Fundación Bunge y Born y la ONG Cimientos llevan adelante iniciativas específicas de formación de directores de escuelas en contexto de alta vulnerabilidad.
Pensar en una mejora educativa sistémica puede parecer un esfuerzo desmedido, un objetivo inalcanzable. Ése es el paradigma que hay que desterrar. Dependemos de nuestra convicción de que el cambio es posible si nos basamos en experiencias empíricas, usamos inteligencia colectiva y una buena dosis de sentido común y coraje.
La autora es consultora en Educación