El riesgo de ser un candidato sin logros
Precios Justos, el plan con que Sergio Massa pensaba dejar la inflación de este mes en menos del 4%, tiene agujeros por todos lados. Lo admite el propio Gobierno. Matías Tombolini, secretario de Comercio y vigía del programa, ha empezado a aceptarles a las empresas aumentos que llegan al 9%, casi 6 puntos porcentuales por sobre la pauta original, que era de 3,2% mensual hasta junio. Lo único que les pide es que no lo comenten.
La utopía se terminó: no hay, con el dólar en 442 pesos y la brecha otra vez al doble, ningún peronista que espere una mejora hasta las elecciones. Y, sin embargo, la Argentina es tan extraña que, con la renuncia de Alberto Fernández a la reelección y el aval del PJ, el ministro de Economía quedó bien perfilado para convertirse en el candidato del Frente de Todos.
Esta contradicción representa al mismo tiempo la principal debilidad de Massa: si acepta competir, será un candidato sin logros. No es lo que imaginaba hace 8 meses, cuando reemplazó a Guzmán en medio de otra corrida cambiaria y les pedía prudencia a sus colaboradores porque, elemental, primero había que tener éxito. De esos meses iniciales en el Palacio de Hacienda salió aquella proyección de un IPC “con un 3 adelante” en abril. Massa ha sido siempre un optimista y tal vez lo siga siendo. Hace pocos días, delante de Alberto Fernández, todavía recalculaba la cifra en 5,8%. Con decimales.
¿Deberá volver a revisarla? Posiblemente. Es lo que viene haciendo Tombolini con las empresas en Precios Justos. De lo contrario habrá más desabastecimiento, el modo en que la economía ajusta cuando se pisa un precio por demasiado tiempo. Ya hay, por ejemplo, cadenas de supermercados que tienen stock de yerba mate para apenas diez días. Y algunas remarcaciones son tan frecuentes que derivan a veces en errores de impresión. “Precios indecisos”, bromeó esta semana la cuenta de Twitter de Agencia Posta Sur, sobre una foto que mostraba dos productos idénticos con precios distintos en el mismo estante. En Trelew, una sucursal colocó carteles pidiendo disculpas por los faltantes. Proveedores de alimentos como Arcor o Molinos acaban de adelantar que no tienen más margen para absorber costos sin subir precios. Ante los reclamos de los empresarios, Tombolini pidió tiempo hasta la semana próxima: necesita conversar renegociar las condiciones con cada uno.
Lo que terminó de trastocar todo fue el 7,7% de inflación de marzo. Casi nadie esperaba esa cifra, probablemente el principal desencadenante de la corrida que Massa atribuyó a Antonio Aracre.
En su ya famosa propuesta presentada a Alberto Fernández, el todavía jefe de asesores de la Casa Rosada había incluido la necesidad de mejorar la relación entre el Palacio de Hacienda y el Banco Central. Una obviedad: hace tiempo que Massa critica a Miguel Ángel Pesce, presidente de la entidad monetaria a la que acusa, por ejemplo, de haber demorado cuatro días la resolución que dio inicio al plan soja III. Es cierto que, con semejante nivel de restricción externa, un día perdido termina siendo relevante. Pero una corrida puede hacerlo peligrar. ¿Por qué un productor o cerealera aceptaría liquidar la cosecha a 300 pesos por dólar si el mercado informal paga casi 450? En algunas cuevas decían esta semana haber atendido a productores agropecuarios con pesos que acababan de cobrar gracias al dólar soja.
Que esa medida –la principal herramienta con que Massa pretende atenuar el faltante de 20.000 millones de dólares previsto para este año– tambalee, pone en riesgo el programa entero. Y, sin divisas para importar y producir, es probable que la actividad se resienta todavía más.
“Si necesitan importar de China usen el swap”, les contestó Tombolini a empresarios que les transmitían urgencia. Será otro embrollo y más demoras: deberán pasar las operaciones a otra moneda, el yuan, y esperar a que el Gobierno, ahora sí, se digne a aprobarlas.
Esa escasez obligó esta semana al Palacio de Hacienda a ampliar el cepo a rubros con prioridad sobre el resto, como el de la energía. Flavia Royón, secretaria del área, recibió a fabricantes que pretendían importar bienes de capital, algo que hasta ahora salía de modo automático, y les pidió paciencia hasta junio.
¿Por qué junio? El horizonte llamó la atención de los empresarios. ¿Será porque para entonces vendrán los adelantos que Massa le pidió al FMI? ¿O la fecha obedece más bien al momento en que dejará el ministerio para ser candidato?
La duda no es inocua para el establishment. Al contrario: como Malena Galmarini, la mayor parte de los empresarios teme un desmadre de la administración el día en que el líder del Frente Renovador no esté.
“Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”, había retuiteado la presidenta de AySA. El mensaje, originalmente del economista Alejandro Kowalczuk, ubicaba sin querer al ministro en una encerrona. ¿Dejar el cargo para ir de candidato implicará necesariamente agravar la crisis? ¿En qué momento habría entonces que anunciar la candidatura? ¿Y si se interpreta que se va porque fracasó? ¿Y si parece que abandonó el barco? ¿Y si el fracaso de un sucesor impacta negativamente en la elección?
Malena borró el mensaje a las pocas horas.
Lo que viene a partir de ahora es complicado. No solo el dólar y la desconfianza sino, indudablemente, nuevas fricciones con Scioli. Ayer, cerca del embajador confirmaron la intención de competir por la presidencia. “Lista de unidad o, si no se puede, una primaria”, aclararon. Es entendible que en el Frente Renovador vuelvan a desconfiar del Presidente, principal respaldo de esa aventura, y de cuyo entorno suponen salieron el lunes las filtraciones del almuerzo entre Aracre y Alberto Fernández que derivó en la crisis de esta semana.
Servirá al menos para aclarar el verdadero fondo de la interna. Y eximir a Aracre de la responsabilidad de una corrida originada principalmente en desequilibrios económicos. La pulverización de la confianza, la emisión futura que anticipan las Leliq, el desajuste entre la inflación y la tasa de interés. Pero el Gobierno parece estar concentrando energías solo en la búsqueda de argumentos para la crisis. Como si ya no estuviera en condiciones de proyectar o resolver y su obsesión se hubiera fijado en el pasado. La lógica del extenso spot que publicó anteayer la vocera presidencial.
“Yo sé que la inflación te jode la vida cotidiana [...], pero la verdad es que nuestra obligación es tratar de explicarte”, empieza Gabriela Cerruti, y concluye del mismo modo: “Todas estas son las cosas que a vos no te solucionan la vida, pero que nosotros te podemos explicar y te podemos contar para que entiendas que lo que está pasando es este panorama”.
La hora de las palabras: la inflación inferior al 4% en abril no será posible y hay que aclarar por qué. Una crisis se vuelve irreversible cuando se pasa de la expectativa a la justificación.ß