El riesgo de la implosión por material fatigado
Como Titán, el sumergible que claudicó en el fondo del Atlántico, desplantes y contramarchas exponen al kirchnerismo a un evento catastrófico
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Hasta el viernes, a las 11 de la mañana, 3.200.000 visualizaciones y 35.000 “me gusta” había obtenido el video de lanzamiento de Wado de Pedro como precandidato presidencial de Unión por la Patria. Los pibes (ya crecidos) para la liberación celebraban.
El ministro del Interior en desuso (fue irrelevante su papel durante las graves crisis consecutivas e irresueltas de Chaco y Jujuy, en las que solo talló como “opinator”) recibió el golpe letal a su sueño de poder por una imprevista y poderosa conjunción de factores: “Ventajita” Sergio Massa, que ahora ocupa su lugar; la rebelión de los gobernadores y el presidente de bajo perfil, pero de intensa rosca, Alberto Fernández, esta vez nada prescindente, que se vengó así de los sucesivos desplantes del embajador de Cristina Kirchner en su gabinete desde aquel levantamiento abortado que encabezó tras la derrota electoral de 2021.
Los pibes (ya crecidos) para la liberación quedaron desolados. El casting de candidatos presidenciales del movimiento nacional y popular no los toma en cuenta y –para decirlo en su propia jerga– no los enamora (Scioli, en 2015; Fernández, en 2019, y en 2023 se viene Massa). En esta ocasión, el desaire se sufre más por el hondazo humillante y por la espalda al cumpa De Pedro. Con la ferocidad humorística e incorrecta tan usual en las redes sociales, entre otros memes, se viralizaba la frase: “Cambio de menú: sale tarta, entra panqueque”. Ahora el representante oficial de la “generación diezmada” encabeza cómodamente el ranking en la galería de efímeros “próceres” del peronismo, con sus escasas 24 horas como precandidato, suficientes para arrancarle el primer puesto que ostentaba Adolfo Rodríguez Saá, con su semanita en el poder, y que desplaza al tercer lugar al odontólogo de San Andrés de Giles, cuyo apellido engalana la agrupación a la que pertenece WDP, y que gobernó 49 días entre mayo y julio de 1973.
Un auténtico capo (solo) de la virtualidad don Wado: “Instagram: 900.000 reproducciones. En total les llegó a 700.000 usuarios. TikTok: 65.000 reproducciones, 10.000 me gusta”, se ufanaba anteayer a la mañana el vocero depedrista Gustavo Fernández Russo (miembro destacado del staff cristinista de comunicación en sus tiempos de presidenta). Cuando se empezaba a extrañar su metralla agotadora por WhatsApp de gacetillas, fotitos y videos con actos, chistecitos y menudencias de su jefe, llegaron las gracias de Wado a los que “se atrevieron a soñar” (un homenaje involuntario a Berugo Carámbula).
Era difícil imaginar una humillación peor que la que sufrió Felipe Solá, bajado de su cargo de canciller en pleno viaje diplomático, pero sucedió: Silvina Batakis fue eyectada de su puesto de ministra de Economía volviendo de una visita al FMI, tras 24 agitados días de gestión. Ahora De Pedro los supera con apenas 24 horas como precandidato presidencial. La política es cruel, pero el peronismo se lleva la copa en materia de serruchadas, traiciones y desplantes.
Se confirma, una vez más, que en el PJ no funciona el poder delegado. Al propio fundador del peronismo no le anduvo ese artificio con Héctor Cámpora; tampoco a Cristina Kirchner con Alberto Fernández. ¿Por qué habría de funcionar De Pedro, si finalmente se convertía en presidente y seguía dependiendo del humor y los caprichos de la actual vice?
Tampoco se siente cómodo el justicialismo con un estado deliberativo permanente. Es un “movimiento” (no partido; así lo concibió su jefe) que, como nunca se institucionalizó, requiere de una (1) sola cabeza autocrática que sepa manejar sus riendas con pulso férreo y vertical, con todos los demás detrás encolumnados y sin chistar. Es lo que sucedió con Perón, Menem y Cristina Kirchner (los tres reelegidos, y el fundador, incluso, accedió a una tercera efímera presidencia que su muerte tronchó).
Tal como Titán, el sumergible que implosionó en las profundidades del océano Atlántico cuando se dirigía a visitar las ruinas del Titanic, el material del que está hecho el peronismo luce fatigado. Ya son 78 años de uso y abuso (40 de ellos en la cúspide del poder) sin actualizaciones considerables. Por el contrario: ha acentuado sus rancias anomalías. Su dinamismo se resiente cada vez más, a tal punto que empieza a cuestionar sin eufemismos el sistema democrático si este no le garantiza ganar (sobran las declaraciones en tal sentido en los últimos meses y, particularmente, en la última semana, en la que Jujuy funcionó como un “laboratorio” de lo que puede llegar a pasar a partir de diciembre si triunfa, como todo parece indicar, la oposición). El riesgo de un evento catastrófico sigue latente.
“Soy el plomero del Titanic”, dijo Sergio Massa a fines del año pasado. Nada más inútil que un plomero en medio de un naufragio.