El riesgo de banalizar la guerra en las redes
La lógica del algoritmo, orientada al entretenimiento, socava la información fidedigna al tiempo que insensibiliza
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El 14 de marzo, mientras las ciudades ucranianas eran asediadas por bombardeos, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, fue retado a un duelo por el millonario Elon Musk.
Musk, el fundador de Tesla y SpaceX, dirigió un tuit a la cuenta oficial en la red social de la oficina presidencial de Putin y retó al presidente a un “combate individual” en el que la “apuesta” sería Ucrania. La respuesta en la esfera de Twitter fue jocosa: se hicieron carteles falsos que anunciaban la gran pelea y circularon imágenes editadas en Photoshop que retrataban a Musk como Terminator o Rocky Balboa.
Había algo inquietantemente familiar y hollywoodense en ese momento. Fue casi como si los tuiteros hubieran olvidado que estaban hablando de una situación geopolítica en la que millones de vidas están en peligro, y no de otra riña entre famosos.
Y tal vez es inevitable, cuando la propia guerra de Rusia contra Ucrania se ha convertido en una especie de meme en las redes sociales, pues imágenes de tanques destrozados, grupos de refugiados y bolsas de cadáveres se entremezclan con alardes modestos de puntuaciones de Wordle y fotos de las mascotas adorables. “Una de las experiencias más extrañas del mundo actual es seguir una guerra en las redes sociales”, dijo Trevor Noah en un segmento de The Daily Show. “Porque el resto del contenido de las redes no desaparece. Solo se mezcla con todo lo demás”.
La guerra en Ucrania, que ha sido llamada la “primera guerra de TikTok”, ha desdibujado los límites entre el periodismo de guerra y el #contenido de las redes sociales. The Atlantic se ha referido a la riada de contenido relacionado con la guerra como un “congestionamiento”, un término que ha sido usado en la sociología para describir lo que la revista llamó el “espectáculo desagradable y vergonzoso” que suele desatarse inmediatamente después de una tragedia.
La guerra en Ucrania, que ha sido llamada la “primera guerra de TikTok”, ha desdibujado los límites entre el periodismo de guerra y el #contenido de las redes sociales.
Sin embargo, es importante señalar que este no es necesariamente un fenómeno social natural. Más bien es el resultado de un algoritmo desarrollado por empresas que solo buscan generar ganancias. “Las redes sociales se optimizaron para destacar las publicaciones más rápidas, populares y escandalosas”, me dijo Max Stossel, asesor del Center for Humane Technology, una organización sin fines de lucro dedicada a rediseñar la infraestructura digital.
Además, a medida que las redes sociales se vuelven la fuente principal de noticias para cada vez más personas, las estructuras del medio en sí mismo pueden deformar nuestra comprensión de lo que ocurre en el mundo. El teórico canadiense Marshall McLuhan señaló en 1951 que la primera plana de un periódico ilustraba el día a día de la “complejidad y la similitud de los acontecimientos humanos”, con noticias de todo el mundo impresas una al lado de la otra. Pese a lo que llamó “la frecuente ridiculez e informalidad de las noticias”, McLuhan reconoció que el efecto de este enfoque tipo mosaico es “defender un sentido profundo de solidaridad humana”.
Pero en las redes sociales, estos fragmentos de contenido surgen de manera aislada y luego desaparecen cuando deslizamos nuestro pulgar sobre la pantalla. El resultado no es un mosaico, sino un revoltijo en el que lo trivial sigue a lo atroz, y lo personal aparece al lado de lo público.
Quizá se pregunten, ¿qué tiene esto de malo? Bueno, en primer lugar, parte de lo que vemos en las redes sociales es simplemente falso, lo cual puede confundirnos sobre la realidad de lo que sucede. Pero incluso sin las falsedades descaradas, al comprimir eventos globales complejos en imágenes planas, las redes tienden a promover narrativas simplistas que confirman sesgos existentes. Todo este consumo rápido de contenido también puede conducir a una fatiga de compasión.
Esto no quiere decir que la atención generada en las redes sociales jamás puede producir nada bueno. Un ejemplo es el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, y sus súplicas eficaces de apoyo internacional, que han levantado el ánimo y han ayudado a recaudar fondos para el pueblo ucraniano Los videos que ha publicado le han ayudado a presentarse como un estadista unificador, un líder que ha sido comparado con Winston Churchill.
En el prólogo de The Mechanical Bride, McLuhan hace referencia al cuento de Edgar Allan Poe “Un descenso al Maelström”, en el que un marinero se salva de morir ahogado en un remolino al estudiar las corrientes y observar sus movimientos con desapego. De esta misma forma, podríamos tratar de identificar las corrientes subyacentes al centro de las redes sociales, aunque para la mayoría de nosotros, la solución más práctica quizá sea encontrar una mejor manera de mantenernos informados sobre lo que ocurre en el mundo.