El renacimiento del Mercosur
Es paradójico, pero real: todos queremos el Mercosur , pero todos estamos disconformes con él. Desde el 26 de marzo de 1991 cuando se firmó en Asunción el tratado que le dio nacimiento, el Mercosur ha tenido una ciclotimia notable. De la euforia a la cuasi depresión. Del entusiasmo a la desilusión.
Debemos bucear en la indagación de las causas de la decadencia del proceso integrador del sur. Algunos opinan que conspiró contra su éxito la excesiva ideologización. Otros creen que le faltó audacia para expandir el intercambio comercial intrazona. También existen posturas que enfatizan que la frustración se origina en que el Mercosur se pensó como una unión aduanera cerrada, segando posibilidades de abrir más y nuevos mercados. Asimismo, hay sectores -sobre todo del pueblo llano- que apuntan a que si seguimos necesitando dos puestos migratorios y aduaneros para circular por el territorio presuntamente integrado es patente y flagrante que se ha avanzado muy poco. Además, si eso pasa con las personas, ¡qué decir de los bienes sometidos a trabas fitosanitarias y paraarancelarias que aventan en los hechos las intenciones proclamadas en los protocolos! Adicionalmente, aún nos debe el Mercosur acuerdos en materia de unificación de Registros de Reincidentes Criminales, de Inteligencia del Delito Complejo Transfronterizo y muchas otras cuestiones que son propias de una integración de Estados.
¿Es iluso pensar en un pasaporte común del Mercosur? ¿O nos conformamos con que el DNI rece "Mercosur" cual leyenda vacua? Todavía en los aeropuertos se divide la migración entre "argentinos" y "extranjeros". Un paraguayo es igual de extranjero que un moldavo o un mongol. Es un contrasentido, pero en esos pequeños -aparentemente- detalles también se hallan las claves de un proceso integrador. Cuando va a fondo, esas minucias son receptadas. Porque en rigor no son menudencias, sino actitudes y sobre todo señales hacia adelante. El desarrollo de la integración tiene planos culturales insoslayables. Aspectos no tan visibles o tangibles, pero esenciales para marcar una tendencia. Otro ejemplo me parece indicativo. El diario francés Le Monde divide su sección Internacional de modo que los Asuntos Europeos se agrupan, lo mismo que los africanos -sus vecinos-. El resto del mundo es más lejano y distante y tiene otras páginas. Entre nosotros suele publicarse en Internacionales una noticia de Montevideo al lado de otra de Corea. Es literalmente absurdo. Por eso, es sostenible la afirmación de que gran parte de este Mercosur de escuálidos resultados se debe a que no supimos, no pudimos o no quisimos forjar una cultura centrípeta, es decir, lazos articuladores intensos, fuertes.
El caso del Parlamento del Mercosur - Parlasur - es sintomático. Tiene baja estima social, seguramente por el doble motivo de que, en general, todo órgano deliberativo suele asociarse más a la retórica que a los resultados efectivos y en el caso especial de este órgano del Mercosur, sus atribuciones, para peor, son menguadas. No resuelve nada vinculante para los Estados. Su función es de meras recomendaciones. Consecuentemente, el Parlasur es más un escenario de locuaces que de decisiones con impacto concreto para los pueblos. Para colmo, ese parlamentarismo induce a introducir asuntos del pasado como el planteo de debatir la Guerra de la Triple Alianza, de 1865. Obviamente ese examen retrospectivo para algunos es útil para saldar añejas heridas; para otros -entre los que me cuento- tributaría a reabrirlas para lesión de la misma idea de integración. En contraste, la Comisión de Futuro que propuse en 2016 sigue de siesta en algún cajón. El Senado chileno, como el Parlamento de Finlandia, tienen este tipo de comisiones. Allí piensan a largo plazo cuál será el efecto de la inteligencia artificial, qué pasará con las megalópolis, si el hombre se robotizará o retornará a su índole humana -la deshumanización de la que hace casi un siglo ya hablaba Ortega y Gasset-, cuán hondo y nefasto calará el cambio climático, y, también, si la representación política subsistirá incólume en la era de las redes sociales. Igualmente, esa comisión debería involucrarse en otro análisis, más perentorio: el porvenir del Mercosur.
¿Debe seguir propendiendo a una unión aduanera plena o debe ser una zona de libre comercio? ¿Hay que abdicar de la meta de integración política? ¿Tiene que profundizar el proteccionismo económico-comercial o abrirse al mercado mundial? En esto, como en casi toda la problemática, hay dos bibliotecas. Una recomienda cerrarse para amparar el trabajo local amenazado de ser arrasado por la invasión de productos provenientes de la labor ajena. La otra aconseja comerciar más porque eso genera más trabajo interno. En todo caso, muta el empleo, pero aumenta la calidad y la cantidad de trabajo. En verdad, en estos dilemas siempre hay que optar por el equilibrio: ni un proteccionismo arqueológico -por lo antiguo- ni un aperturismo alocado -por lo desalmado y devastador-. Siempre hay un punto donde se encuentra la sana protección con la saludable apertura. Dos saludes que se deben dar la mano en vez de reñir.
El Mercosur tiene futuro. Por necesario. Por ineludible. Es irracional suponer que el tiempo que viene nos encuentre disputando por la libre navegación de la Hidrovía o desguarnecidos ante las bandas transfronterizas que despliegan sus crímenes de trata, tráficos diversos, contrabandos varios. O poniendo barreras al intercambio. O erigiendo un muro. El futuro sería mediocre si ir a Montevideo requiriere como hoy dos migraciones y dos aduanas mientras el hombre se dispone a llegar a Marte y sin presentar pasaporte, pues en el espacio sideral no hay puestos migratorios.
No puedo dejar de mencionar una nota arcaica que publicó El País de Montevideo hace unos meses. Un ciudadano oriental -uruguayo se dice ahora- propuso una aduana y una migración para pasar de la isla Martín García a la formación aluvional de Timoteo Domínguez, la única frontera seca con la ROU. Mirando al futuro, un gazebo en el deslinde de las dos islas, la histórica de nuestra soberanía con la geológicamente nueva generada por los sedimentos. Una proposición ridícula propia de anquilosis mental. Parece de ciencia ficción, pero ese tipo de propuestas desnudan que aún falta mucho para que madure la integración del sur. Empero, no debemos cejar. El Mercosur debe renacer.
Diputado del Parlasur y presidente nacional de UNIR
Alberto Asseff