El recuerdo de Alejandro Orfila
El 25 de junio de este año falleció Alejandro Orfila. Retirado de la vida pública desde 1984, terminó sus días en Rancho Santa Fe, California, donde se había afincado para dedicarse a su pasión permanente -la vitivinicultura- heredada de su padre en su natal Mendoza. Su vida fue la mezcla perfecta de un bon-vivant, diplomático profesional y empresario exitoso con el compromiso político -con mayúscula- superando la frontera de los partidos y combinando un ferviente anticomunismo con una sensibilidad social que podría encarnarse en el pensamiento del “conservadurismo popular” que aprendió cuando acompañó a Federico Cantoni, caudillo y gobernador de San Juan, como como primer embajador de la Argentina ante la URSS (enviado por el presidente Perón en 1947).
Orfila llegó a Moscú como primer secretario de embajada, muy joven y fascinado por esa primera experiencia diplomática, que marcaría su vida definitivamente. Cantoni, de origen radical y fundador del Bloquismo Sanjuanino, era una curiosa mezcla entre el populismo vernáculo y su condición de socialista confeso. Podemos imaginar al secretario Orfila, presenciando el acto en el cual Joseph Stalin le regala en 1953, al sucesor del embajador Cantoni (su pariente, Leopoldo Bravo) la “dasha” (cabaña de madera, a 20 minutos del Kremlin, que hasta el dia de hoy posee nuestra embajada en Moscú). De allí, siguió su carrera diplomática en el consulado en Nueva York y luego en las embajadas en Tokio y los EE.UU., durante el gobierno de presidente Frondizi. En 1973, el general Perón lo designa embajador en Washington con mandato expreso de “arreglarle sus diferencias” con el gobierno norteamericano. En 1975, Orfila asume la Secretaría General de la OEA. Entre los 60 y los 70, reafianza su prestigio como lobbysta y desarrolla sus habilidades negociadoras por los pliegos interiores del poder washingtoniano, en una etapa de mucha confusión frente a la derrota en Vietnam. Desde la OEA, es activo patrocinante del acuerdo entre el presidente Carter y el general Torrijos por la devolución del Canal de Panamá -septiembre de 1977- y socio activo de la Secretaria de DDHH de Carter, Patricia Derian, en el cuestionamiento de las dictaduras latinoamericanas con el “nuevo eje” de la política exterior que, conjuntamente con la defensa del medio ambiente, se constituirían en un sello de identidad de toda la cultura occidental.
En 1982, Orfila fue un decidido impulsor de la declaración de la OEA apoyando la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, antes del inicio de las hostilidades en el Atlántico Sur (lo que lo malquistaría con la administración Reagan). En los albores del regreso a la democracia en la Argentina, acariciaría la ambición de ser candidato a la presidencia en una suerte de propuesta multipartidaria de unidad nacional para la salida de la dictadura que, finalmente, no prosperaría. En 1984, al final de su segundo período como Secretario General de la OEA, le estallan las mil contradicciones que había cultivado dentro de Washington y en toda la región como resultado de su “florentino” juego de presiones en la transición democrática y algunos “dobleces” al negociar con las dictaduras salientes y la emergente clase política de nuestra región. La combinación de envidias y celos por su éxito personal -incluyendo el económico, y su estrellato en la vida mundana de Washington- lo condenaron a una confusa salida de la OEA, en el medio de un conflicto de intereses públicos y privados.
El 19 de marzo de 1998 tuve el placer de organizarle su 73° aniversario en la residencia de la embajada argentina en Washington. Sesenta invitados de los círculos más encumbrados del poder de la capital norteamericana se dieron cita allí para homenajearlo y escuchar de pie los acordes de los himnos nacionales argentino y norteamericano. Era la primera vez en 14 años que Orfila pisaba como invitado la embajada que había sido suya. La ingratitud argentina con sus mejores hijos expresaba así su repetida práctica. Sus últimos 25 años de vida lo vieron desarrollar su talento en la actividad vitivinícola en California, siendo su viñedo una permanente embajada argentina a disposición de los argentinos que pasaran por la costa Oeste.
Querido Alejandro Orfila, que descanses en paz. Una Argentina en general ingrata, más antes que después, te brindará el pendiente homenaje que merecés.
Exembajador argentino en EE.UU. la UE, Brasil y China