El que gana gobierna y el que pierde cascotea
“Yo no digo frases para TikTok -dijo Massa-. Yo gestiono”; pero es difícil imaginar un momento económico con peores resultados y perspectivas, y menos favorable a la inversión
- 7 minutos de lectura'
Es casi imposible saber quién fue el organizador, si hubo uno solo, de los saqueos de esta semana. Pero la dirigencia política necesita certezas y, cuando no las encuentra, a veces las construye sin demasiadas precisiones. La sospecha más difundida en el conurbano es que alguien instigó esta semana en el momento justo a focos de marginales que, en apenas una hora y media, provocaron al menos unas 600 amenazas a comercios, autoservicios y supermercados que llegaron al Gobierno en forma de denuncia y que anticipan ahora lo obvio: la Argentina que viene puede ser peor.
Los incidentes le agregaron a la campaña la sensación de miedo. “Si no los sofocábamos, creo que era el final”, admitió ante este diario un funcionario de Kicillof. Tanto el gobernador como su ministro de Seguridad, Sergio Berni, evitaron entrar enseguida en las teorías conspirativas de la vocera presidencial, Gabriela Cerruti. Saben, de todos modos, que la provincia es desde hace algunos meses terreno de múltiples operaciones en medio de la pobreza. Hay, por ejemplo, intendentes que se quejan de robos a camiones que venían con alimentos enviados por el gobierno nacional. Y tres o cuatro, en especial los que tienen causas en la Justicia, perturbados ante lo que podría venir con una derrota electoral. Son los menos interesados en evitar nuevos conflictos en el territorio. Algunas de estas cuestiones se hablaron anteayer en un municipio de la primera sección, cuyo jefe les reprochó a punteros no solo la escasa convocatoria a votantes en las primarias, sino no haber ido ellos mismos siquiera al cuarto oscuro. Los sigue de cerca. El peor temor es que Milei gane en primera vuelta.
El deterioro en los ingresos es además un escenario propenso a todo. No importa tanto la potencia de la chispa como el pastizal en que caiga, enseñaba Séneca. Los indicios de algo orquestado están, pero a veces llevan a conclusiones múltiples y hasta opuestas. El gobierno bonaerense detectó, por ejemplo, coincidencias entre los protagonistas de algunos ataques y el narcomenudeo. Horas después del robo en manada a un supermercado chino en el barrio Lomas de Casasco, en Moreno, y durante un allanamiento en una causa por narcotráfico en la mano de enfrente, la policía bonaerense encontró en una casa drogas, mercadería y hasta un changuito del mismo local. Diego Kravetz, jefe comunal que reemplazó a Grindetti en Lanús, le entregó a Javier Alonso, subsecretario y colaborador de Berni, capturas de pantalla suministradas por un infidente de un grupo de WhatsApp en que dos militantes del Movimiento Evita alentaban a saquear comercios en Monte Chingolo.
Dicen que Kicillof está molesto. Más allá de las suspicacias, hay una coincidencia que llama la atención: casi el 100% de los ataques que finalmente se concretaron en el conurbano fueron en la primera sección electoral. Ninguno en la tercera y más populosa, que incluye partidos como Almirante Brown, La Matanza, Avellaneda, Ezeiza, Florencio Varela, Lanús, Lomas de Zamora o Quilmes. ¿Son distritos más pacíficos que el resto?
El contraste y la experiencia histórica obligan a desconfiar. “Los chorros no se organizan, cualquier saqueo es política pura”, dijo a La Nación un operador del peronismo bonaerense. Una convicción que volvió esta semana a los foros de negocios. Los empresarios han empezado a expresar preocupación por lo más elemental. Anteayer, en el hotel Alvear, Natalio Grinman, presidente de la Cámara Argentina de Comercio, advirtió sobre la necesidad de garantizar el respeto a la Constitución. “No podemos seguir sometidos a minorías ruidosas que operan al margen de la ley”, dijo. Lo de siempre con el PJ: el que gana gobierna y el que pierde cascotea. La perturbación del establishment económico terminó de instalarse a medida que aparecían interpretaciones de dirigentes y funcionarios sobre lo que estaba pasando. “Si Milei termina siendo presidente va a tener una presidencia corta, nos estamos preparando para lo peor”, anticipó Daniel Catalano, jefe de ATE Capital. “Massa o disolución nacional”, tituló en un comunicado la agrupación La Patria es el Otro, que conduce Andrés Larroque.
¿Advertencia? ¿Pronóstico? La pesadilla del gobierno no peronista. “La capacidad de daño de algunos está intacta”, concluyeron en lo más alto de una cámara. Ni siquiera el acuerdo con el FMI, algo que los empresarios consideran positivo, alcanzó esta semana para aportar algo de tranquilidad. Casi no hubo tiempo para analizarlo: recién llegado de Paraguay, y delante de un auditorio que iba de José Luis Manzano o Mauricio Filiberti a Eduardo Eurnekian, Martín Cabrales y Daniel Funes de Rioja, el líder del Frente Renovador habló de los peligros que supondría un triunfo de Milei: “Lo que viene es la destrucción de su propio capital, todo el capital humano que generaron se va ir de la Argentina”, les dijo, y miró antes de irse al sector de los ejecutivos de finanzas: “¿Cómo serían los bancos con un plan Bonex?”.
Son palabras propias de un candidato en campaña. Inimaginables, desde ya, de parte de un ministro de Economía. “Yo no digo frases para TikTok –dijo Massa–. Yo gestiono”. Pero se hace difícil imaginar un momento económico con peores resultados y perspectivas. Y, por lo tanto, menos favorable a la inversión. Cualquier empresario que le prestara atención al ministro interpretaría, por ejemplo, que, antes que aceptar los acuerdos de precios que propone, le convendría extraer la última rentabilidad previa a la hecatombe.
El apocalipsis que imaginan en el oficialismo parte en realidad de las escasas posibilidades que le auguran a Massa en octubre. Es lo que dan a entender no sólo las palabras del candidato, sino la soledad en que lo dejó el Gobierno. ¿No merecían los saqueos al menos una palabra del ministro del Interior, Eduardo de Pedro, además jefe de campaña? ¿Ni siquiera una convocatoria a Victoria Tolosa Paz para atenuar los reclamos de la calle? ¿Y Cristina Kirchner? ¿Y Máximo? Massa tiene solo a Malena Galmarini, abocada desde el domingo de la derrota, como publicó Cecilia Devanna, a revertir los cortes de boleta en los municipios. “Imposible –se resignó un intendente del PJ–. Los muchachos te invitan a tomar una Coca-Cola y después hacen lo que quieren”. En el equipo de campaña recomiendan ahora prestarle atención a la provincia de Santa Fe: dicen que ahí están los votos para llegar al ballottage. Massa estuvo ayer en Rosario.
Esta sensación de debilidad afecta sin dudas al candidato del Gobierno, pero también al que, como él dice, gestiona. Solo las cadenas de supermercados se mostraron hasta ahora dispuestas a firmar los acuerdos de precios. Los proveedores dudan: les molesta hasta el modo y el tono con que busca convencerlos el Gobierno, mediante amenazas de la AFIP y la Aduana. “Están suponiendo que la emergencia los habilita a congelar precios, como en la pandemia”, protestó uno de los ejecutivos. Anteayer, terminada su exposición en la Cámara de Comercio, Massa se cruzó con Funes de Rioja, líder de la alimentaria Copal, y le reprochó delante de varios que hubiera cuestionado el programa en un comunicado. “Uh, el quejón –dijo al verlo–. No me saques notas en los diarios: llamame a mí. Muchas empresas arreglan por afuera de Copal y a vos te quedan los que chillan”.
Es una frase voluntarista. Los pocos entendimientos a que llegó el ministro fueron de palabra, apenas guiados por un borrador que nadie se atreve a firmar. Los empresarios no descartan hacerlo, pero quisieran constatar antes si, por ejemplo, se publica finalmente el decreto que les dará a cambio alivio fiscal. Es otro borrador. La campaña electoral está cajoneando el presente.