El pueblo y la multitud
Por Julio César Moreno Para LA NACION
CORDOBA-. Mientras en el resto del mundo empezaba a debatirse una nueva "teoría de la multitud" -según la cual las viejas formas de representación política están cediendo su lugar a una especie de "democracia directa"-, América Latina volvió a dar un ejemplo de intento de golpe de Estado clásico, en el que militares, empresarios, sindicalistas y políticos se enfrentaron en Venezuela en una suerte de mamarracho que, si no fuera por las víctimas que arrojó, hubiera sido digno de un pronto olvido.
La intentona golpista fracasó, pero el régimen del teniente coronel Hugo Chávez quedó malherido, y las cosas en Venezuela ya no volverán a ser como antes. De todos modos, Chávez logró revertir una suerte que parecía echada, en su contra, merced a la puesta en movimiento de un sistema de poder basado en un líder (él mismo), la mayoría de las Fuerzas Armadas y los sectores más bajos de la población. O sea, la forma del populismo latinoamericano más tradicional.
¿Qué había sucedido? El filósofo y jurista italiano Luigi Ferrajoli, durante unas recientes jornadas sobre derechos fundamentales realizadas en Córdoba, dijo que la solidez del sistema republicano se basa en el equilibrio entre dos principios: la omnipotencia de la ley (vigencia de los derechos y garantías) y la omnipotencia de la mayoría (gobierno de la mayoría electoral). Cuando se rompe este equilibrio, un gobierno puede entrar a crujir. Es lo que pasó en Venezuela, donde el chavismo, a caballo de sucesivas mayorías electorales, se convirtió en un régimen excluyente que comenzó a violar los derechos fundamentales. Y entonces la otra mitad de Venezuela se puso de pie.
Estigma populista
Pero los gobiernos pueden crujir por otras razones. El gobierno de Fernando de la Rúa no cayó por haber violentado los derechos fundamentales o abusado del sistema mayoritario -todo lo contrario-, sino a raíz de la explosión social, económica, política e institucional de diciembre último. Aquí no se vio en acción al viejo populismo latinoamericano (integrado por militares, sindicalistas y masas populares) sino a la "multitud", esa conjunción gregaria y difusa de clase media empobrecida y despojada, desocupados, marginales y jóvenes sin horizontes de vida.
Antonio Negri, Michael Hardt y Paolo Virno, autores (entre otros) de la teoría de la multitud, no podrían decir que el caso venezolano se ajusta a las previsiones de esa teoría. En cambio, los sucesos de la Argentina parecen brotar de libros como Imperio (Negri y Hardt) o Gramática de la multitud (Virno) y tantos otros. América Latina no es, entonces, prisionera del viejo estigma populista, ya que en distintos puntos de su dilatada geografía se van registrando nuevos fenómenos sociales, políticos y culturales.
Por otra parte, no debe olvidarse que vivimos la época de la globalización, de la declinación de los Estados nacionales, de la omnipotencia de los poderes financieros internacionales, del debilitamiento de categorías como "pueblo" o "ciudadanía". Pero es también la época de una globalización de sentido contrario, en la que las expresiones de la protesta tienden a emparentarse, revestidas a veces de las formas del viejo populismo y otras, las más, de las nuevas formas de la multitud.