El psicoanálisis goza de buena salud
NUEVA YORK
(The New York Times)
CORREN tiempos difíciles para los psicoanalistas. Ayer señores indiscutidos de la psicología norteamericana, hoy están al margen de una disciplina dominada por las farmacoterapias y los tratamientos breves. Escasean los pacientes; hasta quienes aún desean las cuatro o cinco sesiones semanales tradicionales rara vez pueden pagarlas si el seguro de salud no les reintegra el gasto.
En los planes de asistencia médica, los tratamientos ya son sinónimo de costos elevados y resultados a largo plazo. Entre el público, Woody Allen sigue siendo la imagen del eterno psicoanalizado, y denostar a Freud se ha convertido en un popular deporte intelectual.
Con todo, en la comunidad psicoanalítica hay poca desazón y sólo alguna que otra incursión en la nostalgia. En una profesión notoria por su insularidad y su resistencia a las críticas externas, la amenaza de extinción ha insuflado un nuevo vigor, un frenesí por autoexaminarse y un afán por abrirse al mundo y conectarse plenamente con él.
Cambio de actitud
Poco a poco, la rígida ortodoxia neofreudiana ha dado paso a un pluralismo teórico más suave. Además, y éste es un viraje importante, ya no se exige que el analista sea graduado en medicina. En un eco de los primeros tiempos en que descollaban, entre otras, Melanie Klein y Karen Horney, la mujer hace sentir, una vez más, su presencia ofreciendo una perspectiva feminista de una teoría tradicionalmente orientada hacia el varón. La vieja figura del analista callado y autoritario es reemplazada por un nuevo modelo: el de un ser humano como los demás, para nada reacio a decir algunas palabras.
Nadie puede prever si estos cambios lograrán reavivar el interés del público y atraer pacientes. Pero representan una nueva actitud y la determinación de seguir adelante.
La American Psychoanalytic Association sigue siendo la principal organización psicoanalítica de los Estados Unidos. Hasta hace una década, sus reuniones anuales eran tan exclusivas como la disciplina en sí. En ellas predominaban los hombres canosos de traje oscuro, reinaba una sobria formalidad, no había sala de prensa (cuanto menos aparecieran en los medios, tanto mejor) y los debates se centraban en cuestiones técnicas y clínicas, con escaso reconocimiento de cuanto acontecía en el mundo exterior.
A los encuentros más recientes, en cambio, ha asistido un número considerable de analistas más jóvenes y mujeres, e incluso unos pocos grupos minoritarios. Los paneles abordaron temas tales como la raza, la adopción, la homofobia, el abuso sexual y las aplicaciones del psicoanálisis en el deporte. Se habló del trabajo terapéutico en lugares atípicos (escuelas de enfermería, departamentos de policía, etcétera) y se expusieron diversas perspectivas teóricas, incluidas la escuela británica de las relaciones de objeto, la autopsicología de Heinz Kohut y el análisis lacaniano.
La diferencia más sorprendente fue, quizás, el modo en que hablaron de sus interacciones con los pacientes. Antes, el analista era considerado una autoridad que se encargaba de tratar la patología del paciente. Ahora, la mayoría de los analistas describen su relación con el paciente como un esfuerzo de colaboración en pie de igualdad. Muchos terapeutas ya no piensan que el analista debe ser una pantalla absolutamente en blanco que no revele emociones ni intimidades. Aunque la mayoría adhiere, en lo esencial, a la "cura por la palabra" freudiana, pocos se aferran a una teoría unificada. En vez de eso, practican una especie de eclecticismo utilitario que abreva en diversas escuelas, conforme lo requiera el tratamiento de cada paciente.
Del éxito a la duda
Ninguna transformación de semejante magnitud ocurre de la noche a la mañana. Los cambios empezaron mucho antes de la generalización de los seguros de asistencia médica. En los años 60, el psicoanálisis gozaba de enorme éxito... y presumía demasiado. Hacia los 80, ya había síntomas crecientes de malestar. En las facultades, los analistas estaban perdiendo terreno rápidamente frente a los psiquiatras, con su enfoque más biológico de las enfermedades mentales. Entre el público, declinaba el interés por el legado de Freud.
La Asociación se estancó, al tiempo que aumentaba el promedio de edad de sus miembros. La matriculación en la carrera decayó. Paralelamente (y esto fue, quizá, lo más importante), una generación de analistas nacidos en los Estados Unidos comenzó a irritarse ante el conservadorismo restrictivo de sus mayores, muchos de ellos europeos que habían emigrado a América en vísperas de la Segunda Guerra Mundial o inmediatamente después.
Muchos creyeron que una transfusión de sangre fresca sería un buen antídoto para estos males. Sobrevino en 1988, cuando, a raíz de un pleito entablado por los psicólogos, la Asociación se avino a abandonar su vieja política de limitar la formación analítica a candidatos graduados en medicina.
Freud, reivindicado
En cierto modo, fue una reivindicación de Freud: él no creía en la obligatoriedad de ese requisito. Desde entonces, los institutos psicoanalíticos han recibido una oleada de postulantes provenientes de diversas disciplinas no médicas.
La mayor transformación en el concepto que el psicoanálisis tiene de sí mismo y de su lugar en el mundo se produjo, tal vez, con la llegada de nuevos líderes decididos a hacer algo, y pronto, para sacarlo de la difícil situación en que se hallaba. El actual presidente de la Asociación, el doctor Robert Pyles, es un ejemplo de ello. Junto a otros analistas destacados, está encauzando una gama de proyectos tendientes a informar mejor al público y expandir la influencia del psicoanálisis. "Desde mis tiempos de formación, esta idea de que el psicoanálisis tiene que vivir en algún invernadero aislado me ha vuelto loco -dijo recientemente-. Creo que casi nos mata."
Dentro de la comunidad analítica misma hay quienes sostienen que los cambios han sido demasiado rápidos, la política ha sustituido al saber y las teorías en pugna están diluyendo el meollo de la disciplina. Pero si, como dice el eslogan, "la actitud lo es todo", el psicoanálisis, en su nuevo avatar, quizá tenga más probabilidades de sobrevivir que en otros tiempos.
Aun en una sociedad en la que el Prozac y los remedios rápidos son la norma, el énfasis de Freud en la exploración del inconsciente ejerce un enorme atractivo, y los principios del psicoanálisis dan contenido a toda una gama de disciplinas académicas y están en la base de la mayoría de las terapias psicodinámicas.
Y la preparación psicoanalítica sigue siendo indispensable para el terapeuta. "En definitiva -dice Pyles-, lo que mantiene viva a la profesión es la capacidad para ayudar al paciente."