El programa de Milei en segunda fase, la más riesgosa
El Presidente planteó la necesidad de que, relegada la inquietud por la inflación, la Argentina vuelva pronto a crecer: la inversión, dice, dará la “velocidad del cambio”; Massa, activo como nunca
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En el breve encuentro que tuvo esta semana con cuatro gobernadores de las provincias del noroeste, Javier Milei planteó la necesidad de que, ya relegada a un segundo o tercer lugar la inquietud por la inflación, la Argentina vuelva rápidamente a crecer. Será la inversión la que, a partir de los instrumentos de la Ley Bases, determinará la “velocidad del cambio”, dijo el Presidente. Osvaldo Jaldo (Tucumán), Gustavo Sáenz (Salta), Carlos Sadir (Jujuy) y Raúl Jalil (Catamarca) coincidieron con el concepto y el método, pero agregaron que para eso se requería también algo que depende exclusivamente del Gobierno: una buena gestión.
Hasta ahora todo viene bastante demorado. Está por empezar el segundo semestre y el Poder Ejecutivo no tiene todavía su primera ley. Esa aprobación, que Milei espera se produzca en pocos días, lo ubicará en otra etapa, acaso más difícil y riesgosa, que incluye resolver cuestiones como, por ejemplo, el modo y el momento de salir del cepo. Superado el examen del equilibrio fiscal, logro impensado en la Argentina, el programa vuelve entonces a ponerse a prueba. Es entendible que el mercado haya vuelto a dudar, como muestra la caída de bonos y acciones en Nueva York en el final de esta semana.
Vienen días en los que se define mucho. Milei tiene hasta ahora una ventaja respecto de sus antecesores: casi el 100% del electorado que lo votó sigue dispuesto a esperarlo aun en medio de una recesión severa. Esa es la gran novedad de su gobierno, que algunos dirigentes de la oposición atribuyen a un doble motivo: además de lo heredado, la sociedad le atribuye como atenuante una desproporcionada debilidad legislativa y tal vez por eso le exige menos.
Esta paradoja, la fragilidad que lo hace fuerte, sale perfectamente a la luz en un reciente sondeo que Sebastián Halperin y Pedro Antenucci, de la consultora Equipo Mide, hicieron entre los votantes de Milei. En concreto, entre quienes consideran que el país va “en la dirección correcta”, que llegaron al 52% en junio según el trabajo. ¿Hasta cuándo dura la tolerancia?, pregunta la encuesta, y un 72% dice: “Hasta el final del mandato”. Al resultado habría que sumarle otro 24% que contesta: “Un año más”.
Lo más significativo de la muestra surge sin embargo al momento de indagar cualitativamente cómo ese mismo segmento imaginaría el país una vez cumplido el respectivo plazo de tolerancia. “Espero que pueda mejorar, pero está muy difícil”, aparece en varias frases recabadas. Un concepto que, según la consultora, podría resumirse en un condicional: “Si lo dejan…”.
Ese “si lo dejan” es hoy el rasgo distintivo de Milei. Da por sentado que los instrumentos que le garantizarían al Gobierno un resultado positivo no están en su manos. “Podría decirse entonces que, para un amplio sector de la ciudadanía que apoya al gobierno libertario, si le sale bien, el mérito es del Presidente pero, si le sale mal, la culpa estaría afuera”, concluye el informe.
Este inesperado blindaje tiene a parte del establishment político desconcertado. ¿Cómo armar en esas condiciones una estrategia opositora? Algunos dirigentes entienden que no es el momento de confrontar con Milei. Cuando lo hizo, Martín Llaryora sufrió una caída de 10 puntos en imagen que terminó de recuperar recién el último 25 de mayo, cuando recibió al Presidente en el acto en Córdoba.
El gobernador es nuevo en política y tiene años para ensayar y rectificar. Todo les resulta en cambio más arduo a quienes arrastran un pasado. Sergio Massa, más activo que nunca en sus oficinas de Libertador y Callao, donde ya funciona su consultora, está obligado a ser creativo. Hay que admitir que siempre sorprende. El empresario Daniel Vila decía últimamente estar maravillado ante tanta capacidad de “resiliencia”. Massa maneja desde ahí todo, desde la comunicación con interlocutores delante de quienes no le augura un buen desenlace a este gobierno, que supone más bien breve, hasta la relación directa con funcionarios que fueron propios y siguen en el Estado. Más Massa que nunca.
Pero el contexto histórico castiga a los ansiosos. El politólogo Pablo Touzón suele darle suma importancia a la paciencia en los procesos de oposición. Apunta que, por ejemplo, lo que terminó derrotando a Menem en 1999 se había iniciado 6 años antes, el 3 de octubre de 1993, con el triunfo del Frente Grande en las elecciones legislativas: ese día ganaron Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide en la Capital Federal y Fernando Solanas en la provincia de Buenos Aires. “En la medida en que el de Milei sea visto como un gobierno frágil, los incentivos para intentar cualquier tipo de renovación bajan. Sólo se espera que el fracaso ajeno subsidie el retorno al poder”, dice Touzón.
También es cierto que los tiempos políticos tienen su ciclo y que es precisamente el establishment económico el que suele anticiparse. Por eso vale la pena atender a lo que pasa en el mercado o a los movimientos del Fondo Monetario Internacional, donde parece haber voluntad de apuntalar a Milei, pero bajo determinadas condiciones. Quienes hablan con el organismo traducen algunas objeciones del staff: a veces adelantarle a un gobierno un monto como el que trascendió, unos 10.000 millones de dólares, equivale a retrasarle el regreso al mercado de capitales porque los potenciales compradores de deuda siempre interpretarán que, al ser un acreedor senior, el FMI cobrará primero. Es decir, cuanto mayor sea el aporte, más demorará la salida.
Son dilemas que el Palacio de Hacienda no puede resolver antes de que salga la Ley Bases. Si ignora, por ejemplo, si podrá contar o no con el impuesto a las ganancias o si el modo en que quedó Bienes Personales atentará contra el blanqueo. “Hay que ser muy delirante para tener esa alícuota arriba del 2% y pensar en un blanqueo”, reflexionó un operador del mercado. Puede haber una trampa en cada modificación y la oposición lo sabe.
Por algo Milei no terminó de revelar qué cargo le dará a Federico Sturzenegger. ¿Un ministerio nuevo? El economista lo pone en duda: “¿Justo a mí, que recomiendo bajar el gasto, me van a crear un ministerio?”, lo oyeron decir. En todo caso, se requerirá de buena praxis. Es lo que piden los gobernadores del norte, que se anotaron primero para firmar el acuerdo del 9 de julio y que, desde hace un mes, agradecen el protagonismo de Guillermo Francos. Jujuy, por ejemplo, acaba de reactivar, gracias a las negociaciones con el jefe de Gabinete, un tramo de la ruta 34 entre El Cuarteadero y San Pedro, un puente sobre el Río Grande en Tilcara y el Tren Solar de la Quebrada de Humahuaca, que funciona con baterías de litio y energía solar. Pero la provincia sueña con proyectos más grandes, como los anunciados por Pan American Energy o Tecpetrol para la explotación de litio. En la reunión, Milei agregó a esa lista el cobalto, que atribuyó a sugerencias de Elon Musk.
Son los desafíos que vienen. ¿Acaso también, como piden los empresarios, mayor atención a la microeconomía? Milei no lo cree necesario. Dice que no es su función. Así lo entienden quienes no han podido todavía reunirse con él. Hay incluso un embajador de algún país miembro del G-7 que lo considera amigo y que, sin embargo, no logró siquiera a un café con el ministro de Economía.
La atención seguirá entonces en la macro, que el Presidente propone en una atmósfera de unidad nacional. Anteayer, durante la convocatoria al acuerdo en el Monumento a la Bandera, volvió a leer. Como para no envalentonarse improvisando ni ofuscar aliados. Con la oposición en modo inexistente, tropezar consigo mismo sería un error inentendible.