El Principito y su corolario de política exterior
En la biblioteca de la historia hay varios “príncipes”, y dos sobresalen: El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, y El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. La obra de Maquiavelo es el trabajo de un agudo observador de los movimientos políticos que moldean la historia, y da lecciones atemporales sobre la naturaleza humana. Ubica al miedo en el centro del orden político, convirtiendo la gobernanza en el arte de su gerenciamiento. Un clásico de la teoría realista.
En cambio, para Saint-Exupéry la historia no es solo el ámbito de lo visible y tangible; la fórmula “lo esencial es invisible a los ojos” engloba lo que yo llamaría el corolario de Saint-Exupéry de la política exterior: un abordaje más complejo y profundo de la realidad que exige ubicar los eventos en su contexto y proyección de futuro. La actual situación global exige un replanteo de fondo de los mecanismos multilaterales diseñados hace casi 80 años, reflejo de un equilibrio de poder estatal –económico y político– ya no necesariamente vigente. El mundo invisible a los ojos emerge cotidianamente, y “nosotros los pueblos”, palabras iniciales de la carta de la ONU, adquirimos cada día más relevancia.
Según Acnur, mueren 25.000 personas de hambre por día: 9 millones al año. En 2023, mas de 750 millones de personas no tendrán suficiente comida para alimentarse. El hambre ha retrocedido a niveles de 2005, y de continuar la tendencia, solo el 30% de los países cumplirán con la meta 1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenido al 2030. En los últimos tres años 120 millones de personas fueron empujados a una situación de extrema pobreza. Siete millones de personas mueren anualmente como consecuencia del cambio climático. Ocho de los 15 países más susceptibles a riesgos climáticos albergan una misión política especial o de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. El 70% de los países más vulnerables al clima se encuentran entre los más frágiles política y económicamente.
En 2022, 110 millones de personas fueron desplazadas por la fuerza: 35 millones de refugiados, 63 millones desplazados internamente, 5,5 millones de personas pidiendo asilo político. En la actualidad hay 32 conflictos en curso: guerras clásicas, conflictos por droga, insurgencias terroristas, conflictos étnicos, guerras civiles. Estamos ingresando en una nueva era tecnológica, basada en la inteligencia artificial, para la que no estamos aún preparados. El impacto de la IA en lo cotidiano está transformando el mundo a una velocidad tal que es difícil dar respuestas institucionales para reducir las nuevas brechas que emergen. La evolución tecnológica avanza más rápidamente que nuestra capacidad de comprensión, adaptación y eventual regulación.
En el siglo XXI, cada vez importa más lo que sucede más allá de nuestras fronteras nacionales, ya que estamos cotidianamente consumiendo globalización, y eso legitima el fortalecimiento del andamiaje multilateral. No podemos seguir abordando los retos sumando 193 políticas nacionales. Necesitamos desarrollar mejores mecanismos de gobernanza global para abordar y solucionar los temas de agenda. Debemos involucrar nuevas voces, instrumentos, redes, conocimientos y estructuras.
En septiembre de 2024 tendrá lugar la Cumbre del Futuro en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, convocada por el secretario general Antonio Guterres. El objetivo de esta cumbre es ayudar a los países a cumplir con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y fortalecer las capacidades de la ONU para abordar los desafíos globales: tensiones geopolíticas entre las grandes potencias; cambio climático; seguridad alimentaria y pobreza; transición energética; sistemas de salud; agenda verde y nuevos esquemas comerciales; protección de refugiados; nacionalismos virulentos, y un creciente déficit de confianza global que dificulta la necesaria cooperación y colaboración para abordar estos temas. Hoy nuestra acción colectiva no esta a la altura de estos desafíos. Por eso es necesario invertir en multilateralismo y en gobernanza global.
A meses de un recambio de gobierno, la futura política exterior deberá estar preparada para abordar los desafíos y las oportunidades de un mundo híbrido donde conviven los problemas de los dos “príncipes”: mundo de rivalidades geopolíticas y escenarios de desafíos globales. Probablemente la solución este más del lado de Saint-Exupéry que de Maquiavelo. La República Argentina no puede seguir siendo un simple espectador de los acontecimientos mundiales; debemos involucrarnos activamente en la gobernanza global del siglo XXI a través de una política exterior multidireccional, desideologizada y en función del centro de gravedad del futuro de nuestro país: su desarrollo y progreso.
Hoy la política exterior es una gran ordenadora del progreso y desarrollo nacional. Por eso la futura política exterior y su diplomacia deberán estar al servicio del crecimiento y desarrollo del país y ser percibidas como vector que mejora la calidad de vida. Necesitamos una política exterior que vele por los intereses de nuestros ciudadanos y muestre resultados visibles, abordando los desafíos invisibles del corolario de Saint-Exupéry: más Argentina multilateral y más multilateralismo en la Argentina.
Embajador (R), miembro del Servicio Exterior de la Nación