El presente en fuga
En la cárcel de Caseros, recluido por estafador en 1981, Rodolfo Fogwill (1941-2010) discutía la lengua oficial y adoptaba la jerga del presidiario para definirse: "¡No soy realista! Apenas real, y no es fácil permanecer siempre escribiendo de este lado". Captar lo real sin caer en las trampas estéticas e ideológicas del realismo es lo que busca su obra. No se trata de representar la superficie de los acontecimientos, sino de revelar las condiciones de producción de la vida posible.
Fogwill emprendió esta tarea en Los pichiciegos, Vivir afuera, En otro orden de cosas y La experiencia sensible. Una comedia humana dispersa en la que se puede leer la historia económica de la Argentina desde la última dictadura hasta el presente. En esos relatos los acontecimientos políticos pasan por detrás, como un telón de fondo. La clave para comprender lo real está en la política como se la descubre en la vida cotidiana, donde el lenguaje expresa los límites del deseo de la clase media argentina: en el consumo, en el sexo, en los márgenes sociales, aun en la guerra.
Sus últimas novelas, relatos menores al lado de este núcleo central, perfilan un cambio de dirección en el que las referencias locales se diluyen. Lo que queda por narrar son los restos de pensamiento que sobreviven en el capitalismo tardío. Más atentas al libre fluir del ritmo y los acentos, no tienen el peso de sus libros del cambio de siglo, pero permiten observar en detalle el funcionamiento de sus ideas y el blanco al que apuntan. Es el caso de Urbana, editada en España. También es el caso de La introducción, que acaba de publicarse.
En el prólogo, Fogwill es explícito: "Se trata de una obra del siglo XXI y se limita a narrar lo que hacen, piensan, desean y padecen sus personajes, humanos del tercer milenio con deseos, acciones, sufrimientos y pensamientos que rondan la banalidad". La novela registra un lunes de ocio en la vida de su personaje. Desde el viaje en colectivo y taxi a las Termas de Flores, en el conurbano de la ciudad, en donde se ejercitará y recorrerá las instalaciones, hasta el regreso a la ciudad, donde se reencontrará con su amante. El narrador sigue el flujo del pensamiento del personaje. La deriva del lenguaje en sus asociaciones, la percepción sensible que alimenta la búsqueda del sentido. Aquí aparece el Fogwill omnisciente, capaz de analizarlo todo: las relaciones económicas entre piqueteros y taxistas, el modo en que la hiperbólica arquitectura de las Termas expresa la idea que tienen sus clientes de darse "la gran vida", los métodos de los entrenadores para obtener la máxima productividad de los gimnastas, los sentidos del origen étnico de los empleados. Se describe la lucha interna para abolir el pensamiento, la búsqueda de la "ceguera programada: un inventario de todo lo que hay que dejar de ver para poder hacer", pero que no impide que la mente se escape hacia el cielo, sembrado de chatarra, en el que la noche ya no existe. De vuelta en la ciudad, el registro se vuelve íntimo: los deseos de conquista de una mesera del restaurante habitual, el análisis de la propia relación de pareja, que regresa siempre a la pregunta "¿qué es el amor?", sin respuesta posible ni esperada.
La banalidad del presente narrada por Fogwill se vuelve interesante cuando se comprende aquello que la hace posible y absoluta: la organización social de lo deseable. La actividad calculada del ocio es un modo de control del tiempo y la distancia. Lo importante, se dice, "es huir, pero huir hacia un destino consensual y compartido de modo que cualquier fuga parezca un viaje". Fogwill es absolutamente implacable con este argumento. Se huye del presente para permanecer sin conflictos en él, y esa estrategia de la banalidad es condición del pensamiento, la base neurótica de toda pregunta y también de la literatura: "Lo que importa es no estar aquí, en la planicie de la vida donde todo se borra y desaparece junto a cualquier pregunta inoportuna. ¿Qué serán el amor, la guerra, la música, la muerte, el cuerpo? Tal vez nada: sólo preguntas, buenos motivos para no estar aquí". Fogwill escribe desde la cárcel porque, sabe, el afuera no existe, y es mejor abrir los ojos y ver que los barrotes están hechos de palabras.
La introducción
Por Fogwill
Alfaguara
125 páginas
$ 179