Reseña: Secretos imperfectos, Hjort & Rosenfeldt
En Tango discusión y clave, Ernesto Sabato definía el tango como una especie de premio consuelo para tapar nuestros grandes baches nacionales: los del coraje y el sexo. En el mismo sentido aseguraba –paradójicamente, por cierto– que “sólo una raza de hombres apasionados y carnales como los griegos podía inventar una filosofía que recomienda desconfiar del cuerpo y de sus pasiones”.
El incesante desarrollo del policial sueco –que llegó a un nivel de popularidad extrema de la mano de la fama póstuma de Stieg Larsson y su trilogía Millennium– también es un placebo contra una profunda herida de la sociedad de ese país: el asesinato el 28 de febrero de 1986 de Olof Palme, a la sazón primer ministro sueco y creador del Estado de bienestar que aún sigue vigente. Palme fue baleado cuando salía del cine junto con su mujer. El asesino huyó con el arma del crimen, dejando al hombre tendido en el suelo sobre un charco de sangre. Y, a pesar de que más de diez mil personas fueron interrogadas y de que frecuentemente se anuncia la reapertura de la investigación, el magnicidio parece estar envuelto en un misterio inescrutable.
El caso Palme aparece mencionado en Secretos imperfectos, primera novela de la trilogía negra escrita por los guionistas Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt (creadores de la serie The Bridge) que constituye, a su vez, la presentación en sociedad de Sebastian Bergman, un psicólogo criminalista inescrupuloso que arrastra una sintomática fama de seductor. Ya alejado de la investigación policial y concentrado en el sexo como única vía para escapar del recuerdo de la muerte de su esposa y de su hija en el tsunami del océano Índico de 2004, Bergman se entera de la muerte de su madre y, mientras se pone a revisar sus cartas, descubre también que es padre de otra hija a la que nunca llegó a conocer.
Mientras tanto, Roger Eriksson, un joven de dieciséis años que venía de cambiarse de colegio por constantes episodios de bullying, resulta brutalmente asesinado.
El hecho de que esta trilogía –que continúa con Crímenes duplicados y Muertos prescindibles– no fuera pensada como un conjunto de libros sino como una serie de televisión (que, finalmente, quedó abortada) explica casi todas las sensaciones que genera su lectura. Al menos esta primera entrega cuenta con lo mejor y lo peor de las historias televisivas. Aunque parezca una obviedad es notable hasta qué punto, más que leer sus páginas, da la sensación de estar “viendo” cada una de las escenas. En conexión con eso se destaca el dinamismo de la novela que, a pesar de su extensión, nunca resulta aburrida.
Otro punto alto: a pesar de la proliferación de personajes secundarios y subtramas, nada parece quedar librado al azar. Aun la línea argumental más tenue de Secretos imperfectos o la descripción más accesoria encajan perfectamente en el marco ficcional, como si el libro constituyera algo así como una máquina incesante de contar historias. Ahora bien, a pesar de que los giros en la trama son constantes porque, al parecer, todos los que integran el círculo de Roger parecen tener alguna razón para haberlo matado y a los investigadores les falta siempre algo para llegar a la solución (con la única excepción del propio Bergman quien, a su vez, no parece muy interesado en resolver el caso), muchos de esos quiebres parecen artificiales, forzados, como si obedecieran más a una fórmula predeterminada que al resultado natural de la escritura.
Así y todo –con un final que también resulta algo inverosímil pero deja un terreno fértil para las próximas entregas– Secretos imperfectos es un inicio más que promisorio para una trilogía que, entre buenas y malas, entre gritos y susurros, quizá termine por imponerse gracias a la fuerza de Bergman, un personaje tan original como creíble que, con ese apellido ilustre y ese país de origen, parece tener todas las de ganar.
SECRETOS IMPERFECTOS. Hjort &Rosenfeldt, Planeta. Trad.: C. Conde.525 págs., $ 415