Reseña: La sociedad de los soñadores involuntarios, de José Eduardo Agualusa
Los sueños son material de la literatura desde la antigüedad. Su consistencia escurridiza alimentó la mitología, lo fantástico, los delirios realistas. José Eduardo Agualusa (Angola, 1960) acepta el desafío de volver a ellos y construye en La sociedad de los soñadores involuntarios –su cuarta novela editada en el país– una realidad onírica que no siempre alcanza la extrañeza que pretende.
Daniel Benchimol es periodista y acaba de firmar su divorcio. Siente que lo perdió todo y decide recluirse en un hotel de playa. Así comienza a soñar de manera recurrente con dos desconocidos. Muy rápido descubre que ambos existen: el hombre es Hossi, el dueño del hotel; la mujer, una artista plástica que casualmente explora en su obra los sueños.
La trama se acerca a la idea del cuento "Las ruinas circulares", de Borges, a quien Agualusa homenajea en su novela El vendedor de pasados. Los personajes voluntariamente sueñan o son soñados para construir sus vidas mientras los hechos avanzan en peripecias, no del todo verosímiles, que entrelazan el mundo privado con la violencia política de Angola. Así la novela avanza en una prosa ágil entre la intimidad y el suspenso.
Hay una segunda historia que se va tejiendo alrededor del vínculo entre padres e hijos. Y la memoria aparece como un modo de rescatar la identidad frente a una realidad oscura. Así, la hija de Daniel irrumpe al promediar la historia con una fuerza que nuclea todos los enigmas hasta el final épico. En el fondo, la historia sugiere que se vive alienado, pero basta con cerrar los ojos para conectarse de verdad con los otros.