El poder de Milagro Sala languidece entre los tribunales y las calles de San Salvador
Arropado por libros de derecho, el salón Vélez Sarsfield de los tribunales de San Salvador de Jujuy es un lugar familiar para Milagro Sala, aunque ella lo vea desde su casa del barrio Cuyaya, a través de una pantalla y mediante una conexión a internet garantizada por largos cables y un ruidoso grupo electrógeno. Los juicios por delitos varios son parte de la rutina de “La Flaca”, o “La Milagro”, como se refieren a ella los vecinos de “El Cantri”, el barrio de viviendas sociales venidas a menos que la agrupación Tupac Amaru levantó en sus épocas de esplendor, o de “Estado paralelo”, como caracterizan sus detractores el tiempo de dominio absoluto que Sala ejerció mientras el kirchnerismo gobernó el país y la provincia.
En los estrados judiciales, en Cuyaya o en “El Cantri”, se deshilachan los últimos restos del poder de Sala, entre nuevos juicios, arrepentidos y la nostalgia de tiempos mejores que aún le reconocen algunos vecinos, a pesar de las condenas en su contra.
Los tribunales de la capital jujeña funcionan en un edificio blanco que, por su forma, es conocido como “La Copa”. El salón Vélez Sarsfield está colmado en la primera jornada de un nuevo juicio oral contra la jefa de la Tupac Amaru, en el que se la acusa de ser instigadora del robo y la destrucción del expediente de la balacera de Azopardo, un tiroteo en el que fue herida una niña, por el que se la investigó y terminó absuelta tras la reconstrucción de las fojas. Además de los jueces, fiscales y abogados defensores, completan los lugares disponibles los familiares de los acusados y una nutrida delegación de prensa, entre medios provinciales y nacionales.
Sala sigue el juicio desde su prisión domiciliaria, un beneficio por cuestiones de salud que el gobierno de Gerardo Morales quisiera ver anulado. En el Salón Vélez Sarsfield hay un televisor LED de buenas dimensiones que permite ver a la dirigente kirchnerista. El ámbito es conocido para Sala: en el Vélez Sarsfield se desarrolló el juicio por la causa Pibes Villeros, que le valió la condena más fuerte en su contra, a 13 años de cárcel por fraude a la administración, asociación ilícita y extorsión. La Corte Suprema debe definir si deja firme esa pena. El caso dejó un registro clave en video, cuando, en diciembre de 2015, a través de la cooperativa Pibes Villeros, colaboradores de Sala retiraron $19 millones del Banco Nación, que trasladaron en bolsos. Una de las personas que los retiró fue Mirta “Shakira” Guerrero, una incondicional de “La Milagro” que hoy es arrepentida y declaró en contra de su exjefa.
El juicio por la destrucción del expediente no está exento de las polémicas que rodean los procesos contra la dirigente. Las defensas de los acusados presentan planteos preliminares para voltear el juicio y reprochan que la presidenta del tribunal, María Margarita Nallar, le recuerde al fiscal, Darío Osinaga Gallacher, que se había olvidado de responder un planteo sobre la validez de los dichos de un testigo. Otro testigo, Jorge Ruiz, denuncia que lo “apretaron” desde el Ministerio Público Fiscal para perjudicar a Alberto Bellido, exabogado de la Tupac Amaru, acusado junto a Sala y a un empleado judicial. Las audiencias siguientes se postergan por problemas de salud del fiscal y de un juez. Se retomarán el 5 de septiembre y con otro fiscal.
En el barrio Cuyaya, a minutos del centro de San Salvador, está la casa de dos pisos y terraza en la que Sala purga arresto domiciliario. Las puertas están abiertas para facilitar el ingreso del cablerío que permite la conexión remota al juicio. Entre los vecinos, están quienes la rechazan por sus prácticas violentas y su autoritarismo cuando estaba libre, y también quienes llegan a justificar sus delitos porque fueron “para ayudar a la gente”. Pero las calles de esta barriada son tan apacibles que, si no fuera por los testimonios de los lugareños, nada haría pensar que en una de sus casas hay una persona condenada y detenida, que todavía conserva vínculos políticos. Hay vecinos que barren sus veredas y ausencia total de efectivos uniformados (allegados a Sala dicen que están de civil).
“El Cantri”, en el barrio Alto Comedero, es otro reflejo del poder menguante de Sala. Las viviendas sociales identificadas con el logo de la Tupac Amaru en sus tanques de agua son una muestra del deterioro. Muchas tienen techos de chapa; otras, de tejas.
No hay vecinos que se atrevan a dar su nombre y apellido al dialogar con LA NACION. Apelan a apodos, nombres ficticios, o, a lo sumo, sueltan solo su nombre de pila. El poder que tuvo Sala aquí se recuerda. Ya sea para admitir que “ha choreado” y que la gente la abandonó cuando se enteró, para reconocerle que les dio casas a personas en extrema pobreza, o hasta para rememorar que su radio de acción era tan amplio que “ponía límites” a los delincuentes del barrio. También para decir que “Shakira”, que como arrepentida denunció que fue golpeada por una patota de Sala, también “golpeaba a la gente” cuando respondía a “La Milagro”.
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