El plan pospandemia de Máximo Kirchner
A Máximo Kirchner le gusta tomar whisky, igual que a su padre. No entra en disputas públicas, ni siquiera por las redes, a diferencia de su madre. Negocia en privado, participa de encuentros secretos con grandes empresarios: los mismos a los que Cristina fumiga por Twitter. Chatea con la oposición, la misma a la que Cristina le desconecta los micrófonos. El heredero es silencioso, la reina es estridente. Mientras Cristina y Hebe de Bonafini salen a marcarle la cancha a Alberto, Andrés "el Cuervo" Larroque, jefe de La Cámpora, pide públicamente "bancar" al Presidente. "Sin presente, no hay futuro", desliza, enigmático, Sergio Massa, devenido el principal socio político del hijo presidencial. Desde la oposición, lo ven de otra manera: cuando se pide "bancar" al Presidente, elípticamente se sugiere que está débil. Un fuego amigo más sutil y sofisticado.
Cristina va por una reforma judicial que diluya el poder de Comodoro Py multiplicando los juzgados. Máximo, en cambio, le confesó a un líder de la oposición que prefiere lidiar con 12 jueces, en lugar de triplicar el número de jurisdicciones. ¿Acaso hay grieta entre madre e hijo? No. Hay distribución de roles. Mientras el Instituto Patria muestra la cara más salvaje del kirchnerismo, Máximo despunta el ala dialoguista. Los roles que antes concentraba Néstor Kirchner –que primero pegaba y después negociaba– ahora están distribuidos entre madre e hijo. Sucede en las mejores familias.
"Nosotros nos tenemos que reciclar en este gobierno", les confesó Wado de Pedro, alter ego de Máximo, a varios líderes de la oposición
"Nosotros nos tenemos que reciclar en este gobierno", les confesó Wado de Pedro, alter ego de Máximo, a varios líderes de la oposición. En esa tarea, la del reciclamiento de La Cámpora, Massa ha devenido un émulo del profesor Higgins, el personaje de Pigmalión. El tigrense parece haber tomado a su cargo la socialización del heredero. El programa de entrenamiento incluye desde la organización de cenas en su casa con las principales espadas del radicalismo, como Mario Negri o Luis Naidenoff; tácticas de seducción hacia los "moderados" o más peronistas de Juntos por el Cambio, como Larreta, Vidal o Ritondo y la frutilla del postre: encuentros reservados con los dueños del capital. Al difundido encuentro en la casona de Jorge Brito, en San Isidro, le siguió otro con empresarios de igual envergadura: este segundo, más hermético.
Mientras Alberto Fernández ni pinta en esas tertulias empresariales –a las que, incluso, se han sumado algunos miembros de la oposición–, Máximo y Massa parecen ser los verdaderos articuladores con el poder real. En tiempos de rumores sobre congelamiento de tarifas, Marcelo Mindlin, dueño de Pampa Energía, se ha convertido en un nuevo objeto de seducción para el heredero. Se sabe: las lealtades ideológicas de los amos del dinero son lábiles.
Una novedad. Hasta el momento, La Cámpora se había formado en el credo de los padres fundadores: la transferencia de recursos del Estado, en un mundo con la soja por las nubes. Hoy ese mundo no existe más y el Estado es un músculo extenuado. El plan pospandemia de Máximo, con la mira puesta en 2023, incorpora en la reconstrucción a la iniciativa privada y, en paralelo, apuesta a la expansión territorial de "La Orga", con todas las fichas puestas en el sur del conurbano bonaerense: la llave para ganar provincia de Buenos Aires. "La única organización territorial homogénea que existe en la Argentina es La Cámpora –admite un operador de Juntos por el Cambio–, por eso nosotros dudamos de que anulen las PASO. Eso le convendría Alberto, pero no a Máximo. Los camporistas quieren ir a las primarias para desplazar a los barones del conurbano, como ya sucedió en 2019".
Aunque jamás lo admitirían en público, el heredero y su coach comparten la misma mirada sobre el gobierno de Alberto: se quejan por su inacción. En un chat con un líder parlamentario de la oposición, Máximo quiso conocer su parecer sobre la gestión nacional. "Y… falta un poco de acción", respondió su interlocutor, cuidadoso. "Eso es culpa del jefe de Gabinete, que no resuelve", retrucó Máximo, sin eufemismos. ¿Podría Massa ocupar el lugar de Santiago Cafiero? El tigrense jura y perjura que no. "Sergio tiene miedo de quemar su capital político en un gobierno que no se sabe para dónde va", explica un peronista que habla casi a diario con él.
Así como Macri fue un paréntesis entre dos peronismos, Alberto podría ser, sueñan en La Cámpora, un paréntesis –tal vez, un asterisco, en palabras de Carta Abierta– entre dos Kirchner. Todo dependerá de cómo evolucionen las causas contra la familia y lo que quede en pie de la Argentina, después de la pandemia. Mientras tanto, se los verá superficialmente unidos por aquello de que sin presente, no hay futuro.