El periodismo como épica
Desde 1938, en que se realiza el Primer Congreso Nacional de Periodistas, y en homenaje a la publicación de la Gaceta de Buenos Aires, fundada por Mariano Moreno y considerada el primer periódico argentino de la etapa independentista, se instituyó el 7 de junio como el Día del Periodista.
Citando a Mariano Moreno desde su acto fundacional, “¿por qué se les ha de mantener ignorantes de las noticias prósperas o adversas?”. Se refería a los ciudadanos. Claramente expresaba que el conocimiento libre y plural era la herramienta para derrotar a la ignorancia en todas las formas. El ciudadano libre y con acceso a la información que le provee el periodista tiene un genuino derecho y una vida en democracia.
Es paradójico que alguien como yo, que si bien por décadas ha estado cercano al ambiente periodístico, no pertenezca –y lo dejo absolutamente claro y refrendado– a esa distinguidísima actividad. No soy periodista. No ejercer la profesión pero sí trabajar cercano a ella por décadas me permite la distancia y a la vez la objetividad de percibir ese modo de sentir la vida con un ojo certero y veraz.
El inefable diccionario del uso del español de María Moliner dice simplemente: “Periodista: persona que se dedica a escribir en los periódicos”. Apelo al mismo diccionario para buscar “periódico”, y leo: “publicación que aparece periódicamente, particularmente que aparece todos los días: boletín, diario, gaceta, revista, rotativo, semanario, publicación, suplemento, folletón, etc…” Hasta aquí solo hablamos de “forma”. Me deslumbra pensar en el “fondo” de esta alquimia fantástica que es la vida relatada en los medios. Con qué se nutre este infinito vacío… y en ese instante aparecen la pasión y las palabras, como los dos complementos de una fórmula mágica que concluye en noticia.
El lenguaje aparece como una caja de recursos que le provee al periodista tanto cuanto necesite. La palabra es el vehículo indispensable, el camino o la ruta que, sostenida por la pasión, transita al infinito y produce el acto invalorable y valioso de la noticia. Esa noticia que aparecerá en un diario o un semanario, o será dicha en una pantalla de TV o irrumpirá en nuestros celulares, en las redes, en los sitios online, y que solo 20 segundos después de estar expuesta ya no será de nadie y circulará en el universo a disposición de quien quiera disponer de ella. La magia de lo atemporal y la celeridad se consumó y consumió. La noticia ya no es de nadie, es de todos.
Me resta pensar en el perfil de la periodista o del periodista. Apasionado, contumaz, incansable, férreo, ético, perseverante, modesto, serio o locuaz, pero sólido y dispuesto tal vez a trascender desde la investigación, el arte, la política, las tendencias sociales, la cultura, el deporte. También para dar a conocer las tramas nefastas del delito o el drama de una guerra. Nada le es ajeno o indiferente. Su pasión lo arrastra a todos los mundos. Y estos tiempos de pandemia, con el Covid universalizado, desde la salud y la ciencia, lo muestran tratando de ilustrar y salvar a la condición humana de más muertes. Por eso entiendo y veo al periodismo como en una gesta épica y de admirable valor ante la sociedad. Soy, como muchos otros en este tiempo histórico que nos toca vivir, un testigo voraz que, absorto, espera saber de qué se trata… para poder contarlo.
Los periodistas, fruto de sus conductas plurales, libres y éticas, han sido, en distintas partes de planeta, objeto de persecuciones, desapariciones, muertes y torturas. También de encarcelamiento y mutilaciones. Estos ataques han sido generados muchas veces desde los mismos Estados dictatoriales, desde grupos narcotraficantes, mercenarios, y por pujas de intereses despiadados. Cabe resaltar, en este sentido, la gestión de la Sociedad Interamericana de Prensa, que desde hace décadas no descansa en la denuncia permanente de todos los hechos delictivos tanto contra periodistas como contra miembros de su familia o empleados que acompañan sus labores. Siempre se trata de atentados a la libertad de prensa en ocasión del ejercicio de su profesión. En su última gran campaña vía digital, www.Voces que no callan.com, la SIP convoca a combatir la impunidad y a pedir justicia por los crímenes contra los periodistas. Centenares de ellos han perdido la vida en Iberoamérica, Asia, países europeos o África. Tanto la ONU como la Unesco y la OEA han efectuado acciones para promover la libertad y el cuidado integral de los hombres de prensa. Deliberadamente no nombré a ninguno, porque están todos incluidos. El periodista es un elemento trascedente de la sociedad en su camino hacia la democracia. Su libre acceso a la información y a la transparencia de los hechos es sagrado.
Desde LA NACION vaya entonces, para todos y cada uno de las periodistas y de los periodistas, el homenaje, por sostener el estilo, la tradición y una épica en el ejercicio de su trabajo. Ustedes hacen una sociedad mejor en todos los sentidos. ¡Muchas gracias!