El pensamiento secreto de Lavagna
¿Candidato? El exministro medita sus próximos pasos y sueña con una alianza multisectorial que atraiga al 40% del electorado políticamente huérfano
"¿Me acompaña a caminar 10 mil pasos?", les propone Lavagna a algunos amigos que lo van a visitar en tiempos de peregrinaje hacia su casa. O, mejor dicho, hacia alguna de sus casas: Cariló, Saavedra (ahora está de regreso en Buenos Aires) y su lugar en el mundo, la chacra en Cañuelas, donde tiene una cabaña de genética bovina, emprendimiento con el que ganó varios premios. Caminar es su rutina diaria y los diez mil pasos son una cifra mágica que puso de moda una marca japonesa de podómetros. Lavagna, que cumplirá 77 años en marzo, camina a un ritmo que le permite reflexionar con su interlocutor. "Si, ya sé que soy viejo, pero ¿los jóvenes están para hacerse cargo?", le lanzó hace poco, enigmático, a un amigo que trabajó con él varios años tanto en la función pública como en su consultora Ecolatina. A pesar de que Lilita Carrió salió a cuestionarle la edad, en su entorno ponderan los ejemplos de Trump, Pepe Mujica y el Papa. Nada menos.
El enigma Lavagna -que con su silencio alimenta una estrategia- abre varios interrogantes. El primero: ¿quiere ser candidato por "aclamación" del peronismo alternativo? No, porque él no pertenece a ese espacio. Y no está dispuesto a competir en unas PASO porque está convencido de que una eventual interna entre peronistas profundizaría la grieta y lastimaría las chances de un "encuentro" político más amplio. ¿Qué busca exactamente? La construcción de un espacio superador -una construcción por "arriba" de Alternativa Federal, en torno a un centro progresista- que reúna a un sector del peronismo no kirchnerista y porciones de socialismo y radicalismo, sumados a los independientes. Orbitan a su alrededor Miguel Lifschitz, Ricardo Alfonsín, Margarita Stolbizer y Miguel Ángel Pichetto (el más entusiasta). Cuenta con el apoyo de algunos empresarios y de un sector del movimiento obrero.
¿Y cómo serían los tiempos de conformación de la alianza multisectorial que imagina? Abril es el mes límite y el 20 por ciento de intención de voto, el número mágico. Lavagna goza de una imagen positiva alta, pero esa ponderación no necesariamente significa votos. Ni Juan Manuel Urtubey ni Sergio Massa se bajarán de sus precandidaturas presidenciales: ¿no sería ese un obstáculo en los sueños lavagnistas? Sí y no. Uno de los dirigentes con los que dialoga en la intimidad lo resume: "Roberto va a dejar que este espacio nuevo, que va más allá del peronismo, se arme. Lo que busca es la unidad nacional y superar la grieta. Y está convencido de que una interna en el peronismo sería funcional a Macri y a Cristina". ¿Podría ser jefe de Gabinete de algún presidenciable peronista, como se especula? Definitivamente no. Pichetto estaría dispuesto a bajar su precandidatura presidencial si el operativo Lavagna toma forma de aquí a un par de meses. Lavagna y Pichetto sueñan con ese 40 por ciento del electorado políticamente huérfano. El problema que es que ese conglomerado, además de huérfano, es heterogéneo y altamente difícil de amalgamar, sobre todo con la posibilidad de una candidatura activa de Cristina.
"Hay muchos nerviosos por la posibilidad de que mi padre sea candidato", sobrestima, tal vez, Marco, su hijo mayor y hoy diputado por el Frente Renovador, de Sergio Massa. Lavagna padre se acercó al tigrense en 2013 cuando el entonces joven dirigente buscó -con éxito- ponerles un coto a los sueños de la Cristina eterna. Roberto Lavagna valoró esa audacia. Sin embargo, si bien el afecto continúa, el entusiasmo político que le generaba el tigrense fue disminuyendo con el paso del tiempo. En política sucede, a veces, como en el amor: las cosas se deterioran. Pero el hijo de Lavagna se refería, en verdad, a los embates que vinieron desde el kirchnerismo. El Cuervo Larroque lo vinculó a intereses de "grandes grupos económicos" y Alberto Fernández -que durante el gobierno de Néstor Kirchner sostenía una interna brava con el entonces ministro de Economía- se dedicó a bajarles el precio a sus chances electorales. Desde el entorno lavagnista aseguran, por el contrario, que emisarios ligados a Cristina Kirchner también tantearon al economista, cuando empezó a instalarse la posibilidad de una candidatura.
Lavagna siempre estuvo convencido de que Kirchner lo despidió a raíz de sus denuncias sobre la cartelización de la obra pública, que él hizo en 2005 siendo ministro de Economía. Nada menos. El paso del tiempo y los cuadernos de las coimas K parecen darle la razón.
A Mauricio Macri -que suele escuchar a economistas que no son de su palo- lo vio dos veces desde que asumió. "Me consultó sobre temas cambiarios y de política tarifaria y después hizo todo lo contrario", se quejó, a su estilo, el exministro delante de su entorno más íntimo. Comparte con el presidente, sin embargo, el gusto por el escritor israelí Yuval Harari. Y lee ensayos de autores que exploran sobre la inmigración interreligiosa y la marginación de los que no pudieron ser incorporados a la economía global. Algunos de sus favoritos: Michel Houellebecq, Huber Vedrine y el filósofo Luc Ferry.
Pero ¿cómo encaja esa sofisticación intelectual con Barrionuevo o Duhalde, que devinieron en sus máximos fogoneros mediáticos? Una curiosidad del pensamiento íntimo "lavagnista": le hubiera gustado que el cacique peronista, hacedor de Kirchner presidente, lo hubiera elegido a él, en 2003, en lugar de al santacruceño (una elección de la que Duhalde se arrepentiría eternamente). "Hace 16 años Lavagna tenía 61 y hubiera sido el momento ideal", interpreta hoy uno de los políticos que lo visitó este verano en Cariló.
Como sea, ahora el jefe sindical de los mozos salió a proponer las sandalias con medias tres cuartos como marca de identidad política del "lavagnismo": algo así como los globos amarillos de Cambiemos, pero aggiornados al peronismo clásico. No parece una idea muy fashionista. Hacia fines del año pasado el economista ya había almorzado con un grupo de sindicalistas, entre los que estaban, además del gastronómico, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, José Luis Lingeri, quienes llevan varias décadas en la conducción de sus gremios y que exhiben porcentajes muy altos de rechazo social. La buena imagen de Lavagna contrasta con esa oscuridad. Contradicciones y rejuntes. Síntomas de la desesperación del peronismo, en su diáspora.
La política se comunica con imágenes y siempre en contextos, no en textos. Esta es la máxima de Durán Barba. Y el furor mediático por el look veraniego del economista parece darle la razón. Tanto que un usuario de Twitter creó una cuenta con el nick "las sandalias de Lavagna". La imagen "no política" saltó el cerco de la política dura y pura para instalarse en la mesa cotidiana de los argentinos y en las batallas circulares de las redes. El núcleo duro de Cambiemos la usó como síntoma de vejez. Las sandalias con medias polarizaron a favor y en contra. Una receta duranbarbista perfecta, encarnada por un veterano de la oposición, que encima lo desprecia. La carambola demuestra que la vida es desprolija y que no todo está fríamente calculado (tampoco en la política). Cosas que suceden en enero.