El peligroso populismo de Trump
El populismo llegó al poder en Estados Unidos. Ironía del destino, ya que fue en ese país donde a fines del siglo XIX surgió el primer partido político autodenominado populista. Su plataforma antiestablishment atraía a los pequeños granjeros de los estados del Sur. Pero el partido populista nunca llegó al poder. Luego de las elecciones de 1896 se fusionó con el Partido Demócrata y desapareció.
Otra ironía es que el populismo triunfó de la mano del Partido Republicano. Pero eso no debe sorprender. Decía Ernesto Laclau: "El populismo no es una ideología, sino una manera de hacer política". En su opinión, siempre que "los de abajo se consideran como exteriores al sistema y se oponen al sistema como forma establecida, existe el populismo". Y esta oposición se puede construir y articular desde la derecha o la izquierda. De allí que cualquier lista de líderes populistas incluya a Hitler y a Chávez, a Trump y a Perón. Ellos supieron aprovechar la frustración existente en el electorado. Su populismo fue idiosincrático y reflejó la realidad sociocultural en la que surgieron.
El populismo es la solución facilista que impone con su voto la mayoría cuando problemas estructurales abren una brecha entre el ideal al que aspira esa mayoría y la realidad. Esta diferencia la denomino "brecha de la frustración" y es ingrediente esencial para que surja el populismo. La solución que propone el líder populista es cerrarla sin costo para quienes lo votan. Pretende pasar la factura a alguien que no tiene peso electoral. Las víctimas son los extranjeros o minorías identificables. El discurso populista los convierte en enemigos del pueblo. De ahí que el nacionalismo barato sea ingrediente elemental en el populismo.
En el discurso de Trump los culpables de la decadencia norteamericana son los mexicanos, los chinos y los musulmanes (sean o no ciudadanos norteamericanos). Y, siguiendo el manual del kirchnerismo, agregó la prensa libre.
El problema es que quienes deben pagar el costo de la solución populista logran evadir la cuenta. Y el problema estructural original se agrava. Esto dispara un círculo vicioso que contribuye a aumentar la brecha. Lo que explica por qué, en sociedades como la argentina, el populismo es un fenómeno recurrente. Y condenado al fracaso.
En Estados Unidos, el origen de "la brecha de la frustración" que perciben los votantes de Trump tiene raíces diversas. En primer lugar, después de dos décadas de supremacía diplomática y militar indiscutible tras la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos siente una creciente presión de Rusia y China, que desafían su poder. Además, desde 2001 el radicalismo musulmán se ha vuelto irritante.
La brecha de la frustración en Estados Unidos se explica por varios factores. Primero, el estancamiento de la productividad, factor determinante en el crecimiento económico. Su desaceleración se debe fundamentalmente a la caída de la inversión en capital físico y humano (educación y entrenamiento de la fuerza laboral). La tecnología ha avanzado mucho más rápido que la capacidad de los trabajadores para aplicarla eficientemente. Al mismo tiempo, los ingresos del norteamericano medio han quedado rezagados, mientras que los ricos se han vuelto cada vez más ricos. Este grupo votó mayoritariamente a Trump y considera que los principales beneficiarios de la globalización han sido China, India y México. Por ende, creen que el proteccionismo es la solución.
Pero cerrar la economía soló exacerbará el problema. La guerra comercial que ha iniciado con México tendrá un costo enorme. La construcción de un muro en la frontera es un elefante blanco que en nada contribuirá al aumento de la productividad. El abandono del TPP le dará a China una excelente oportunidad para aumentar su influencia en el sudeste asiático. Es cierto que la prometida reducción del impuesto a las ganancias de las empresas y la desregulación tendrán un impacto positivo sobre la productividad, pero la primera de estas medidas contribuirá a aumentar el déficit fiscal, que a fines de 2016 alcanzaba el 3,2% del PBI.
Por su demagogia, su chauvinismo, su aversión por la prensa libre, su desprecio por la tradición y las instituciones y su insistencia en seguir manejando negocios hoteleros e inmobiliarios mientras ocupa la presidencia, Trump se parece a los Kirchner. Esperemos que la sociedad norteamericana tenga anticuerpos más efectivos que los nuestros para neutralizarlo. Caso contrario, el daño será considerable no sólo para Estados Unidos, sino para el resto del planeta.
Miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso